Sociedad

Rugby

Pete Curcio. Pixabay

Por Genoveva Enríquez.

Viendo el partido Irlanda-Escocia de rugby, me hago unas reflexiones:

Comprendo que algunos lleven unos gorritos como acolchados, o cintas anchas, que les tapan las orejas. Serio peligro de que se las arranquen. Uno de ellos he visto que tenía como algo parecido a una oreja, un apéndice recosido. Debe ser de los masoquistas porque le chorreaba un hilillo de sangre. No sé si se la podrán recoser más.

Gracias a la magnífica retransmisión con primerísimos planos, ves esas orejas, los cuellos y cogotes como morcillos, y las caras de bestiajos. El resto del cuerpo es como… no sé, como cuando un toro de 500 kg sale de toriles agachando la cabeza para embestir.

En el estilismo hay dos opciones: pelo algo largo recogido de diversas formas, o pelo recortado completamente por encima de las orejas. No sé por qué la mayoría se empeña en dejarlas al aire. En cada chocazo que se dan, te sale del alma un ¡¡ouuuuch!!!

El árbitro tiene un aire a impasible catedrático. Increíble cómo les explica las cosas a los jugadores, talmente como lady Violet en Downton Abbey, y lo modositos que le atienden estos (ni la menor protesta, aceptan todo con una sumisión pasmosa, incluso las decisiones más cuestionables o dudosas).

Si comparas con el fútbol o rugby americano, no hay color. Lo de los americanos es como Robocop, y estos del Viejo Continente son a pelo, como Hulk. Sólo llevan protección en los dientes como los boxeadores, y algún jugador irlandés también lleva esa protección de color verde, con lo cual es un Hulk clavao.

Se comprende perfectamente cuando dicen que esto es un deporte de caballeros. Incluso entre el público (enorme el estadio irlandés) que animan con cánticos convenientemente emborrachados (queda mejor que decir borrachos) Todo muy british.

Los jugadores no se dicen nada, no se insultan, no presumen de musculitos (y estos pueden mucho más que Ronaldo) ni ponen caras a la cámara. A veces hay diferencia de opiniones entre ellos y entonces se juntan todos como en una pelea en un pub, se agarran de los cuellos de las camisetas pero no llegan a las manos. Algo raro, porque con las tundas que se dan, luego se enfadan por una minucia. Me asombra que no se les ven moratones, no lo entiendo, deberían tenerlos por todo el cuerpo y de todos los colores. De este partido y de los anteriores. Me parece milagroso que terminen el partido sin haberse roto ni dislocado nada. Son 80 minutos de pura tortura.

A todo esto, España ha hecho una heroicidad, ha conseguido clasificarse (ganando a Portugal) para el Mundial de 2023. Lo peor es que estos mismos dos equipos que están jugando, Irlanda y Escocia, además de Sudáfrica y otro más, son los que nos han tocado en nuestro grupo. Menudo recibimiento y estreno. Total, que ya se puede adivinar que seguro que nos volvemos a casa a la primera. Espero que enteros.

No sé, yo pensaría en la posibilidad de reclutar a legionarios para la selección. Y que canten “soy el novio de la muerte” antes de los partidos, igual que los neozelandeses hacen su haka. Por intentar comerle la moral al contrario. Por lo menos intentarlo. Además, en el rugby los himnos nacionales son una pasada cuando los cantan, y nosotros seguimos sin tener letra en el nuestro. Lo de “lolo lolo lolololoooo”, la verdad, mejor que no. Aquí no por favor, qué vergüenza. Y si algún día se aprueba una letra, será tan pacifista y feminista que mejor que no la canten tampoco si quieren que les tomen en serio. No pega.

En fin, qué lote de testosterona caballeresca me estoy dando. Creo que me voy a poner un whisky para ambientarme más. La vieja Europa.

Genoveva Enríquez es historiadora española. La conquista del Oeste. Planeta (2010) forma parte de su bibliografía.

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