Política

Relajo con orden II

Ex presidente Donald J. Trump junto a Alexander Otaola, quien solía apoyar abiertamente al partido demócrata

Por Ray Luna.

La ciudad donde vivo es un caso concreto de desorden organizado estadounidense. Soy testigo de su colapso. Parece ser inevitable. Ahora mismo está teniendo lugar una guerra civil en este país. El fuego que quemó sus ciudades el año pasado aún mantiene brasas ardiendo. Se trata de una guerra un poco rara: una guerra generacional.

Este fuego abrasador —que es la izquierda— se pudo contener un poquito durante la contrarrevolución republicana de los 80. Un pequeño respiro en casi un siglo. Verás, hasta los años 60, el gobierno Americano trabajó siempre con el propósito de castigar el crimen. En los 80 decidió volver a esa vieja costumbre.

La “caída” del Muro de Berlín hizo creer a muchos que el fuego se había, al fin, extinguido. Confundieron este espasmo momentáneo de la izquierda con su derrota definitiva. Nixon, Reagan y Trump han sido momentos de victoria para los conservadores/tradicionalistas estadounidenses, pero los momentos duran poco. A menudo, la mejor manera de manipular al enemigo es convencerlo de que va ganando; como el púgil que finge cansancio sólo para robar las energías de su oponente.

Por supuesto, el conservadurismo está plenamente consciente sobre cuál es la condición actual y el rumbo que se avizora para la sociedad occidental. Lo que no tiene clara es su visión sobre la solución real. Muchos siguen apostando —los optimistas— por el gradualismo. Otros somos pesimistas e, incluso, catastróficos.

Dentro del conservadurismo norteamericano hay cobardes, estafadores y hartos colaboradores; muchas veces indecisos a la hora de tomar cualquier acción concreta contra el enemigo. El Partido Republicano está repleto de entristas como Ted Cruz y Marco Rubio. (Al menos es lo que piensan en este grupo de anons.)

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La gran mayoría de los tradicionalistas americanos piensa que haciéndose cargo de la Juntas Escolares, acumulando capital social y financiero, gestionando cargos municipales y en las ciudades, animando a la gente a salir y votar, protestando e, incluso, recurriendo a la desobediencia civil van a cambiar algo.

Esto último debería evitarse, no resultó muy bien que digamos el pasado 6 de enero. La derecha norteamericana se alegra cada vez que sale a la luz nueva evidencia sobre lo que realmente pasó ese día(parece haber sido una treta preparada por las agencias federales y algunas criaturas del Pantano). Pero la derecha gringa no alcanza a comprender algo muy simple: no hay nada anormal en un régimen que persigue a los manifestantes, los encierra en un calabozo para torturarlos y luego condenarlos a duras penas por “irrumpir en un edificio del gobierno” o, en su caso, perturbar el “orden público”. 

El movimiento MAGA, dirigido por Stephen K. Bannon consiguió la victoria para la gobernatura de Virginia, cierto. Pero este movimiento, así como America First se han resbalado en la bañera unas cuantas veces. El movimiento MAGA está trabajando las bases para apoderarse del Partido Republicano, eso está muy bien. Casi ningún candidato republicano de peso (no estoy hablando de pobres diablos como Bovo o Godo) sale electo si no pasa la prueba de fuego en War Room Pandemic.

Sin embargo, muchas de estas acciones serán inútiles, contraproducentes o peligrosas. Al menos mientras Mitch McConnel siga siendo el líder de la minoría republicana. Los 6 trillones de dólares en deuda fueron aprobados con el voto republicano, qué tal.

Los americanos no comprenden que el problema no se resuelve cambiando a los miembros de las juntas escolares. Además, las juntas escolares no dirigirán el sistema de educación pública en los Estados Unidos hasta que no se deje de usar esa monstruosidad que llaman libro de texto; hasta que no se dejen de utilizar los mismos métodos de enseñanza y las mismas ideas. Las juntas escolares no serían capaces de destruir el currículum actual. Ni siquiera a nivel estatal. A muchos sólo les preocupa el asunto del presupuesto.

La pequeña ciudad donde vivo, como casi todas las ciudades de este país, no está en realidad siendo dirigida por sus funcionarios electos ni por sus electores. Es lo que pasa en un país que no ha estado regido por la ley durante medio siglo. Por ejemplo, he visto como de a poco una plaga de indigentes drogadictos comienza a instalarse en algunas zonas de la ciudad, pero aunque muchos vecinos se quejan, no paran de hacer campamentos en los alrededores. Sé que falta poco para la invasión final porque conozco San Francisco y Los Angeles. También sé que una ciudad en manos del progresismo jamás obligará a los agentes de la ley a hostigarlos brutalmente y obligarlos a que se vayan a otra parte. Tampoco los pondrá en alguna especie de campo de concentración para obligarlos a desintoxicarse ni les retirarán el acceso a los servicios sociales que usan para comprar sus drogas porque eso es fascismo. Y no lo harán porque es un problema que el progresismo ha creado intencionalmente. Del mismo modo en que el castrismo creó una gran desocupación entre la juventud con sus políticas económicas. Batista nunca hubiera tenido necesidad de construir campos de concentración porque, salvo los sospechosos habituales, los jóvenes tenían trabajo y ambiciones muy alejadas de la actitud nihilista de principios de los 60. Actitud juvenil que ha persistido por décadas.

Los miembros de mi comunidad nunca aprobarán una política tipo UMAPS, y aunque lo hicieran, el poder judicial lo impediría. Además, los electores de mi comunidad no tienen el control de la policía o la burocracia que gobierna la ciudad. La razón es muy sencilla, porque no tiene autonomía real.

Esto sucedía en muchas ciudades de la Antigüedad y la Edad Media, que quizá no podían tener una política militar exterior independiente, pero sí que podían reprimir la mendicidad y el vagabundeo; o sea, el desorden organizado. Y podían hacerlo por la sencilla razón de que no había una corte suprema que pudiera impedirlo. Sin embargo, en una ciudad estadounidense, cualquier intento de supresión local del desorden será obstaculizado debido a la centralización de los órganos o entes productores de derecho.

Muy pocos conservadores estadounidenses admiten que las acciones que recomiendan son, en sí mismas, completamente inútiles e ineficaces. (Es exactamente lo que sucede con la “oposición” cubana, de “derecha” y de izquierda.) Nada conviene más a un régimen que una oposición que lleve a cabo acciones inútiles y aun siga creyendo que es buena porque le hace sentir que está haciendo algo, los mantiene ocupados y “efectivos”. La gente se emociona y dice: “Al menos lo intentamos ¿qué has hecho tú?” Y así siguen por la vida, soñando que esos pequeños ejercicios los hará más fuertes para el próximo asalto.

Nada más lejos de la realidad. A la izquierda, en cambio, las acciones inútiles pueden resultarle buenas y estimulantes y facilitarle más acciones, pero esto se debe únicamente a que la izquierda se dedica a organizar el desorden. La derecha debe crear orden, y el orden es completamente inútil. Sobre todo, si es gratis. Los conservadores estadounidenses ganarán más elecciones tan sólo para ver que la Ley no hace absolutamente nada. Esto no entusiasma ni estimula, más bien deprime y roba energía. En esto consistió precisamente Archipiélago: una vez que se dieron cuenta de que no puedes hacer nada, dejaron de hacer algo.

Ray Luna es filólogo y bloguero reaccionario.

Lea Relajo con orden I pulsando aquí.

3 Comments

  1. Félix Antonio Rojas G

    Grandioso e higiénico texto

  2. Ray Luna

    Gracias 🙏 bro 😎🔥🔥🔥

  3. Pingback: Relajo con orden (segunda parte) | Retórica Socialista

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