Por Armando de Armas.
Las moscas verdes, de José Abreu Felippe, Ediciones la Gota de Agua, 2021, es una crónica concienzuda del futuro luminoso que nos espera de la mano del socialismo tecnocrático si los malos de la película –como nos han pintado- no actuamos en el pensamiento de que son ellos, los iluministas, o nosotros, los retardatarios. Por supuesto, primero se impone que nos replanteemos la historia, que veamos a quiénes la propaganda adoctrinadora de la objetividad periodística, académica, filmográfica, y hasta literaria, nos han pintado como buenos y a quiénes como malos, y justo ahí, pues tocar torcer el cuello al cisne de los paradigmas, ponernos en el lugar de los malos y actuar en consecuencia.
Sin los malos no es que no habrá paraíso es que no habrá vida, al menos tal cual la entendemos ahora.
Parece que Abreu Felippe sabe bien de qué va la cosa pues los buenos de su libro de relatos son los malos, los marginales, los deplorables, desechables y arcaicos, los rebeldes del Arca. Actuar así como actúan los cazadores y guerreros del Arca que desde el mundo de abajo incursionan para depredar en el mundo de arriba. El mundo de abajo se aferra a sus raíces humanas y a la libertad mientras el mundo de arriba se aferra al control tecnocrático a manos de una élite iluminada en una sociedad transhumanista, en un futuro antes y tras la llamada Guerra de las 1 000 Bombas.
“Los habitantes de El Arca no portaban La Gota y ese solo hecho ya los hacía inferiores –y desde luego criminales– a los ojos del mundo civilizado de los usales. Lui, al igual que el resto de los cazadores, conocía perfectamente las consecuencias de llevar o no aquella cápsula que ejercía control total sobre la vida y la muerte del portador”. Mientras que en el mundo de los buenos y obedientes a los recién nacidos, al octavo día, como exigía La Ley, se les inyectaba La Gota.
“Era un procedimiento rutinario, muy sencillo, que consistía en inyectarla en vena. Se trataba de una cápsula incolora aparentemente indetectable e indestructible, con un volumen de almacenamiento infinito –en segmentos de ADN del propio portador– y que se actualizaba automáticamente en tiempo real. También poseía la capacidad de paralizar, dormir o neutralizar a la persona que la portaba, según necesidad. Ella permitía, además, controlar la posición exacta del individuo en todo momento, así como lo que texteaba, con quién se reunía y por cuánto tiempo, etc. Sin embargo, ante tanta sofisticación los cazadores habían descubierto un método también muy sencillo, que había probado ser muy efectivo, para extraerla y destruirla”.
¿La Gota no les recuerda la vacuna? El mundo dividido entre los buenos y racionales de la vacuna y los malos e irracionales que se niegan a meterse la vacuna. Para los primeros prebendas de pasaportes y viajes y empleos. Para los segundos penas de permanecer encerrados en sus predios y ostracismo social y pérdida de empleos. Lo curioso es que el autor escribió Las moscas verdes antes de la implementación del plan de la pandemia, con lo que Abreu Felippe viene a confirmar la aseveración de que los artistas y hombres de letras fungirían como antenas o profetas de la sociedad que les toca en suerte. Por desgracia estos seres que ven lo obvio venidero que nadie ve no son creídos por la masa sumisa y terminan como la mítica Casandra.
Ese carnerismo candoroso lleva a la humanidad del libro a la Guerra de las 1 000 Bombas y a que la misma se divida entre los habitantes del mundo de abajo, el Arca, y los del mundo de arriba, el de la Unión Suprema Aliada Libre (USAL). Así el libro de relatos está dividido en dos partes tituladas: Crónicas antes de la guerra de las 1,000 bombas y Crónicas después de la guerra de las 1,000 bombas.
En el tiempo anterior a la carnicería de lo que parece ser una Tercera Guerra Mundial alguien describe feliz, esclavo feliz inmortalizado ya por Huxley, lo que no sería otra cosa que una ordalía para el abordaje de un vuelo transatlántico, según requerimientos de la dictadura sanitaria. “Era de admirar cómo nunca perdía su sonrisa mientras iba cumpliendo con la rutina de chequeo: huellas dactilares, escáner del iris ocular, pinchazo para verificar el grupo sanguíneo, etc… Muy contento seguí la línea amarilla, como me indicaron, para pasar al Área de Control Médico”
Las moscas verdes recuerda un poco a la película Don’t Look Up, 2021, del director Adam McKay, en ambas obras futurísticas la humanidad va a la catástrofe de la mano de la élite usurera, esa que nos cambió el oro y la plata por papel y al papel por una cifra en el ciberespacio y a la divinidad por un materialismo pedestre, y en ambas se le obliga a esa humanidad a no mirar a la realidad, realidad sustituida por una venérea virtualidad manejada por algoritmos que captan el pensar libre y el expresarlo como un atentado contra la demodesgracia, ese sistema en que una mayoría adoctrinada y descerebrada elige al títere de turno, el escogido por la élite y no otro, con el apoyo multitudinario y multimillonario de los órganos de prensa que no son otra cosa que órganos de propaganda; ateos por supuesto que, paradójicamente, se muestran adoradores del líder impuesto por los amos; casi siempre el más inepto.
Por si las dudas, leamos en el libro de Abreu Felippe:
“Al siguiente día, los medios masivos de comunicación no reflejaron nada de lo acontecido la noche anterior. En uno de los países se dijo que el jolgorio mundial no había sido más que un saludo efusivo y espontáneo por el cumpleaños de su Presidente Vitalicio. Tampoco en las redes se comentó nada. No se volvió a mencionar aquel extraño dios olvidado. Pasó el primer día de la creación. Y apareció la luna”.
¿Le recuerda eso el comunismo? No se me sienta paranoico. Dicen los gringos malos, es decir los buenos, que el hecho de que estemos paranoicos no significa que no nos estén esperando allá afuera arma en mano. Claro, por supuesto que tiene que recordárselo porque Ud. no es un morón. Ud se ha percatado que la demodesgracia y el democomunismo, degenerados ambos, demoniacos ambos, no son antitéticos sino complementarios pues, alas de un mismo pajarraco –esa abominable mutación genética que los cazadores y guerreros del Arca matan en arriesgadas incursiones iniciáticas a los predios de la Unión Suprema Aliada Libre -, fueron creadas por el mismo amo de la usura, el de USAL, de suerte que el segundo es el chulo de la primera y que al final, en el futuro, son indisolubles y no tienen otro camino que converger en un punto en el tiempo, el de Las moscas verdes.
Justo ese tiempo ha llegado.
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Armando de Armas. Escritor cubano exiliado, autor en los géneros de periodismo investigativo, ensayo, narraciones y novelas. Entre sus libros destacan La tabla, una abarcadora novela sobre la sociedad isleña, y Los naipes en el espejo, un ensayo sobre la historia de los partidos políticos estadounidenses que augura además el triunfo electoral de Donald Trump en 2016 y un profundo cambio de época en el mundo occidental. Editor Educación/Cultura ZoePost.
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