Cultura/Educación

Los Poseídos

Por Gloria Chávez Vásquez.

El novelista e historiador ruso Aleksander Solzhenitsyn se quejaba de que mucha gente había saludado el XX, como un siglo de razón elevada, sin imaginar los horrores canibalísticos que traería consigo. Daniel J. Mahoney, examina “la enfermedad del alma” que ha provocado ese canibalismo. En su ensayo, “Encontrando el espíritu de la negación revolucionaria” (2022) el escritor y profesor emérito estadounidense, toma como base, una de las novelas más exitosas de la literatura rusa, para encontrar una respuesta lógica a este problema que amenaza con destruir la cultura occidental.

Los demonios (1871) escrita por Fodor Dostoievski, gira en torno al dilema humano: ¿Si una persona se dedica al mal, es un demonio o está poseída por otro? Mahoney considera esta obra: un estudio literario oportuno y atemporal del nihilismo moral y político, en el que Dostoievski reúne todos sus poderes imaginativos y proféticos para enfrentarse al espíritu de negación radical que define el proyecto revolucionario moderno.

El título de la traducción al inglés de Constance Garnett en 1916, The Possessed o Los Poseídos, resultó controversial pues se argumentó que Bésy (Demonios en ruso) se refiere a “posesores” (activos) más que a “poseídos” (pasivos). Los demonios son individuos que actúan de forma criminal o inmoral mientras que Los poseídos asumen las ideas y actos de quienes influyen en ellos. Igual los convierte en cómplices de la maldad.

La inspiración

Dostoievski trabajaba en una novela filosófica titulada “La vida de un gran pecador” en donde examinaba las implicaciones psicológicas y morales del ateísmo, cuando leyó el capítulo del exorcismo, en El Evangelio según San Lucas. El escritor vio una analogía entre la locura del endemoniado y lo que ocurría en Rusia en la década de 1860 cuando entraron las legiones de ismos procedentes de Occidente: idealismo, racionalismo, empirismo, materialismo, utilitarismo, positivismo, socialismo, anarquismo, nihilismo y, dando oxígeno a todos ellos, el ateísmo.

Dostoyevski decide centrarse entonces en el amoralismo de uno de sus protagonistas, Nikolái Stavrogin, cuya capacidad de liderazgo está marcada solo por una habilidad sobrenatural de corromper. Su carisma seduce a la gente, aun cuando los manipula, les miente y mancilla sus almas. El relato tiene lugar en 1870 cuando una ciudad rusa se sume en el caos durante un intento por derribar el régimen zarista. La violencia es provocada por Piotr Stepánovich Verjovenski, hábil manipulador de masas que conspira para destruir a su paso y asesinar a sus oponentes. Sus seguidores conocen sus crímenes, pero le obedecen sin chistar. Están poseídos y se creen “más allá del bien y del mal”.

El círculo revolucionario de la ficción, está inspirado en una célula que operó realmente en San Petersburgo, responsable en 1869 del asesinato de Iván Ivanov, otro líder revolucionario que se negó a seguir el camino trazado por la psicopatía existente. El fundador y líder de la célula, el aristócrata Nikolái Spéshnev, inspiró el personaje cuya llegada a la provincia, da rienda suelta al mal.  Stavrogin viola y mata por venganza y por placer. Su indiferencia hacia el bien y el mal le hace sentirse superior. Pero Thikon, el obispo retirado, detecta en él, un corazón “herido de muerte”.

Amante de las elucubraciones sociológicas francesas y alemanas, la generación rusa de la década de 1840, facilita, sin saberlo, el poder de las fuerzas “demoníacas” sobre su país. Su ignorancia de la naturaleza del totalitarismo desciende al servilismo. Las impotentes autoridades se percatan de los revolucionarios como los desalmados dañinos que son, solo después de que asesinan, incendian y siembran la desolación.

Dostoievski enfrenta las acciones demoníacas, desenmascarando el rostro del mal que amenaza la integridad espiritual y política de los pueblos modernos. Sus personajes principales son portadores y están literalmente poseídos por el espíritu de negación, ese demonio destructor descrito en El Apocalipsis de Juan como “El Padre de la Mentira”. Según el escritor Jorge Serrano Martínez, autor de Dostoievski: Entre el Bien y el Mal, la “degradación moral rusa”, era ya visible en El Idiota, por lo que en Los Demonios el escritor entendió que debía dar un contenido más explícitamente político a su obra. Para Dostoyevski, la generación reformista de la década de 1860 —a diferencia de la suya— había cometido dos grandes errores: utilizar métodos violentos e incorporar los ismos occidentales que no eran aplicables en una Rusia fundamentalmente cristiana, campesina y con una burguesía subdesarrollada.

El programa nihilista

Dostoievski detecta de inmediato hacia donde se dirige la revolución y da a conocer el programa nihilista en su novela Los Demonios. Piotr Stepánovich Verjovenski defiende los planes de Shilgalyov, un teórico revolucionario poseído por el fanatismo. La verdadera libertad, declara Shigalyov, sólo se encuentra en el “despotismo perfecto”. Todo debe ser nivelado, ya que las altas aspiraciones, espirituales o intelectuales, dan lugar a temidas desigualdades. La grandeza humana, la aspiración elevada y noble, debe ser aplastada y expulsada del alma humana. Verjovenski pronostica que 100 millones de personas perecerán a manos del despotismo igualitario y socialista. Predicción confirmada por El Libro Negro del Comunismo (1998). El filósofo Jacob Howland profesor emérito de la Universidad de Tulsa, en Oklahoma, cree que Verjovenski es uno de los dos personajes que se arrepienten con sinceridad y por ende son “sanados espiritualmente”.

Los “utopistas blandos” como los llama Reinhold Niebuhr ya son víctima del nihilismo moral y de la locura política: niños a los que sus maestros han enseñado a reírse de Dios, abogados que defienden desvergonzadamente las acciones de los asesinos por temor a no ser suficientemente progresistas, colegiales que matan “solo para ver qué se siente”, académicos que defienden el asesinato como un signo de locura o necesidad material, pero nunca de maldad. Son “nuestros”, compañeros de viaje e incluso soldados de infantería desconocidos del partido del nihilismo.

En efecto, muchos están “borrachos” con esta ideología; otros “se emborracharán aún más”, embriagados por el culto a la revolución, el ateísmo, el odio a todas las normas permanentes y a los cimientos sólidos, que es lo que distingue el bien del el mal. El proyecto destructor del alma para reemplazar a Dios y a la nación con la “voluntad propia” que todo lo consume y el esfuerzo nihilista de convertir al Hombre en Dios.

De joven, Dostoyevski participó activamente en un grupo radical clandestino por lo que debió pagar una condena de varios años en un campo de prisioneros en Siberia. En ese lapso no solo tuvo la oportunidad de reflexionar sobre sus actos, entre ellos su adicción al juego, sino que reconsideró tanto su visión del mundo como la de la naturaleza humana. Sus mejores obras fueron escritas después de que recuperó su libertad.

Los Demonios o Los Poseídos es una alegoría universal para aquellos que desean rescatar el alma del hombre “nuevo”. Con “la caída” en el abismo del nihilismo, aparece también la oportunidad de resistir espiritual y políticamente a estos demonios que han tomado forma humana para ejercer su maldad y poner el mundo al revés.

Daniel J. Mahoney considera que esta poderosa novela es a la vez un diagnóstico certero de la enfermedad del alma que impulsa la tentación totalitaria, así como un monumento literario inagotable al flagelo ideológico. El autor y profesor universitario, describe el wokismo como el totalitarismo impulsado por el mismo fanatismo moral que dio origen a los horrores del siglo XX. Sus protestas y disturbios extremistas van a por lo mismo: la destrucción de la civilización. Como Solzhenitsyn, Mahoney ve en Dostoievski un visionario que percibió las verdades profundas sobre el alma y la condición humana, y previó en todas sus profundidades demoníacas la tragedia totalitaria que vendría a marcar y a deformar el siglo XX.

En momentos de la Historia como el actual, cada individuo necesita grandes dosis de fortaleza espiritual, coraje y sabiduría para resistir y vencer los asaltos demoníacos. Por fortuna, añade Mahoney, nuestro gran patrimonio occidental nos ofrece estos recursos en abundancia.

A medida que nos enfrentamos a los huracanes del fanatismo moralista y del nihilismo tóxico, a medida que el repudio espiritual y cultural se ha convertido en moda obligatoria, y a medida que muchos jóvenes y pseudointelectuales se inclinan ante el culto a la revolución y la nostalgia cada vez más de moda por el comunismo, es hora de recurrir una vez más a la discordante obra maestra literaria y política de Dostoievski como una fuente de alimento espiritual insuperable y sabiduría intempestiva.

 

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en EE.UU.

www.gloria chávez-vásquez.com    https://www.hablemosescritoras.com

 

 

 

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