EDITO

LGI. Diferencias

Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.

Hubo una época en la que ser un inmigrante significaba riesgo, aventura, incertidumbre, trabajo, gran esfuerzo, finalmente frutos y sustanciosas ganancias. Numerosos fueron los inmigrantes españoles que desembarcaron en Iberoamérica, Argentina, Venezuela, Cuba, donde se forjaron admirables destinos. Principalmente en Cuba, que es el caso que más domino, donde alcanzaron un bienestar quizás ni siquiera imaginado, e inclusive llegaron a amasar fortunas con las que luego lograron (los indianos, por ejemplo) originar una arquitectura que los distinguía como triunfadores. Hasta en la música dejaron imborrables huellas como aquellos hermosísimos cantes de ida y vuelta, además de piezas muy individuales y reveladoras cual diamantes de cincuenta y ocho facetas, me refiero a la canción El emigrante de Juanito de Valderrama. Sí, porque también existió una época en la que las palabras tomaban la forma de sí mismas, y de ninguna manera eran silueteadas hasta apagarles su verdadero sentido por ideologías extremas. El emigrante era sólo un inmigrante cuando llegaba a su destino. Lo de migrante ha venido después, y de eso intentaré hablarme a mí misma y a ustedes mediante esta columna. Migrantes son las aves, de ninguna forma los seres humanos. Las aves migran, los hombres (por cierto, género que engloba a hombres y mujeres) emigran. Los primeros lo hacen por instinto, los segundos debido a urgencias y anhelos…

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2 Comments

  1. Ya Giovanni Sartori escribió un valioso ensayo en 2001 -La sociedad multiétnica; pluralismo, multiculturalismo y extranjeros-, en que denunciaba algunos vicios de la izquierda de EEUU que habían terminado importándose a Europa, entre los que figuraba la política suicida de abrir las fronteras a la inmigración ilegal y masiva de inmigrantes que jamás se integraran en nuestra forma de vida occidental. Y con razón señalaba que el problema de la inmigración no se podía reducir a un discurso populista de buenas intenciones que convierta automáticamente al inmigrado en ciudadano dispensándole una ciudadanía, así como que es un error intentar integrar al inmigrante inintegrable (que él denomina contraciudadano): o sea al que aspira a la prosperidad material que le brinda la sociedad que lo acoge, pero desprecia su civilización, sus instituciones y sus valores.

    Y con razón, Sartori hacía hincapié en que la dificultad de integración aumenta cuando el inmigrante pertenece a una cultura teocrática que no separa el estado civil del estado religioso y que identifica al ciudadano con el creyente, que es el caso de los musulmanes que reconocen la ciudadanía a pleno título sólo a los fieles, sujetos a la ley coránica, donde no sólo la mujer es un ser inferior, sino que son igualmente inferiores los infieles, es decir, todos aquellos que no comparten su religión.

    Han pasado más de dos décadas desde que se publicara este ensayo, todo ha ido a peor a una velocidad vertiginosa y las estadísticas lo confirman diariamente. En una entrevista muy reciente, Hermann Tersch daba unas cifras escalofriantes relacionadas con esta situación en Barcelona, y en el resto de Europa.

    Con relación al tema de Cuba, para los que nacimos después de la llegada del comunismo, 1980 fue el año en que se hizo evidente la naturaleza mas grotesca y totalitaria del régimen, al contemplar aterrados como los chivatos señalaban en cada barrio a los que se irían del país en el éxodo del Mariel y las turbas revolucionarias acosaban y apedreaban en cada barrio a los vecinos, que hasta el día anterior se saludaban y trataban con todo afecto… Asimismo fue al año en que infinidad de cubanos se quedaron esperando que los vivieran a rescatar los familiares que había podido escapar anteriormente para los EEUU y que se comenzó a incubar un desafecto creciente por todo lo que representaba aquel sistema y por todos los que lo apoyaban o simpatizaban con él.

    En cualquier caso Zoe, es un magnífico artículo y siempre es un gusto leerte.

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