Por Gloria Chávez Vásquez.
Hace falta paciencia cuando un dolor nos muerde el pecho, y nos arranca media vida.
Se pide paciencia cuando falta fuerza, para poder recuperarse, para seguir viviendo.
Se acude a la paciencia para mitigar la soledad, y sus vacíos.
Se exige paciencia cuando la cabeza está por explotar, el corazón por estallar.
Se tiñe de paciencia el tiempo que se vierte buscando el amor en una persona, en un punto.
Se esconde la paciencia frente a las travesuras constantes de una inquieta infanta, semilla creciente de mujer.
Bitácora del navegante
Acosada por sus pretendientes, que asumían la muerte de su marido, Penélope, prometió dar una respuesta cuando terminara de tejer el sudario del rey Laertes. Esperanzada en el regreso de Ulises, por espacio de 20 años tejió de día y destejió de noche. Su paciencia se vio recompensada cuando el héroe de la Odisea regresó al hogar.
El de Penélope es tan solo uno de los ejemplos de paciencia heroica en la historia humana. En su infinita sabiduría, la Madre Naturaleza asignó, como al resto de la Creación un ritmo preciso al ser humano. La ausencia de equilibrio en ese ritmo conduce a la desesperación. Por eso la aceptación, la paciencia y la resignación son los refugios de aquel que busca una vida tranquila y sin requiebros. Según la leyenda bíblica, Adán y Eva perdieron el paraíso por impacientes.
¿Aceptación? la de Job, ante la prueba de humildad a la que fue sometido por designio divino. Despojado de sus bienes, amigos y familiares, el santo varón sabía que era una prueba temporal y aunque larga, tendría un fin. Dios no se iba a ensañar en él. La paciencia de Job alimentada por la fe, fue pasiva; la de Penélope, derivada de la esperanza, fue activa.
Para el tecnólogo nipón-americano Guy Kawasaki (1954), la paciencia es el arte de ocultar tu impaciencia. La evangelista Joyce Meyer (1943) considera inútil rezar para pedir paciencia porque, asegura ella, la paciencia es un fruto del espíritu que crece cuando se pone a prueba, y solo mediante esas pruebas logramos aprender el arte de esperar.
Pero, ¿Es la paciencia un talento? ¿Una virtud? ¿Una disposición genética? ¿Un favor de los dioses? ¿Una disciplina? Hay personas que nacen ipso facto dotadas de ella. Otras, más nerviosas, padecen de impaciencia como de migraña. Solo pueden aspirar a aceptar o a resignarse, llegado el caso.
Mas que una virtud, la paciencia es un logro del que espera, pero, dice la escritora L. K. Hamilton (1963), hay momentos en los que debes dejar de ser paciente, agarrar al día por el cuello y sacudirlo. La paciencia, observa por su parte el aviador alemán y líder religioso Dieter F. Uchtdorf (1940), no es resignación sino una perseverancia pasiva. No es dejar de actuar porque tenemos miedo. La paciencia significa esperar de forma activa y aguantar. Lo que no se puede evitar hay que aceptarlo con resignación.
¿Van de la mano la paciencia y la resignación? ¿Es la paciencia la aceptación de la derrota?
El autor y conferencista David G. Allen nos informa que la paciencia es la aceptación de que las cosas pueden pasar en un orden distinto al que tenías en tu mente. Esta cualidad humana nos ayuda a superar la frustración, a asimilar las pérdidas, las separaciones, los sueños rotos y seguir adelante.
Ante el amor imposible, la resignación es la desesperación contenida. Es la lucha por aceptar lo inevitable, por admitir lo inesperado, lo indeseado. Aceptar es quedar en paz consigo mismo a pesar de la pérdida o el rechazo. A la larga es un acto de heroísmo.
¿Existe la paciencia colectiva? Aquellos que no tienen el carácter para vivir bajo sus propias reglas, se resignan a los términos que la vida les presenta. Los pueblos subyugados por sus gobiernos se resignan malamente. La resignación de los pueblos termina por convertirse en hábito. La gente resignada se acostumbra a las cosas como son, incluso si están mal.
Como estrategia, la paciencia es decisiva. Pero bien lo expresó en su tiempo, el historiador inglés Thomas Fuller (1608-1661), la paciencia abusada se convierte en furia. La paciencia tiene sus límites, señalaba otro inglés, el escritor y periodista Holbrook Jackson (1874-1948) Si se lleva demasiado lejos termina por convertirse en cobardía. Y es que, según el caricaturista estadounidense Kin Hubbard (1868-1930). la paciencia se confunde a menudo con la falta de ánimo.
La paciencia no se adquiere de la noche a la mañana. Pregúntele a una madre o a un maestro. Ejercitar la paciencia es igual que desarrollar un músculo. Requiere disciplina. Todos los días hay que ejercitarla para fortalecerla. Una madre paciente mantiene la calma sin importar lo que suceda. Un educador tranquilo transforma las experiencias en oportunidades de crecimiento. Ambos tienen la fe y la esperanza para creer que al final todo se solucionará mientras esperan.
La persona que espera ejerce la voluntad de quedarse donde está y vivir la situación, en la esperanza de que su deseo se manifestará al final, declaró en vida el abogado y político estadounidense, Roy T. Bennett (1939-2014). El secreto de la paciencia es estar haciendo otra cosa mientras esperas, puesto que ella es el producto de las ocupaciones, las preocupaciones, el gozo y el sufrimiento. No es una pérdida de tiempo porque nos ayuda a desarrollar cualidades como la fe, la fortaleza y la humildad, de acuerdo con el evangelizador mormón, Orson F. Whitney (1855-1931).
El individuo paciente tiene la habilidad de prevenir e imaginar, formula infalible de la creatividad. De ahí que siempre se ha creído que la paciencia es la madre de la ciencia y de las artes. El escultor francés Auguste Rodin (1840-1917) creía que es una forma de acción, mientras que el escritor y político inglés, Edward Bulwer-Lytton (1803-1873) la catalogó como una fuerza concentrada. Toda persona que ha logrado algo grande, ha sido consciente del trabajo que le esperaba y del tiempo y esfuerzo que tenía que poner en ello. Eso no se logra sin la acción. Como el que siembra lo sabe, hay un tiempo para sembrar y otro para recoger el fruto, un tiempo de espera y otro de acción. La clave de todo es la paciencia. Obtienes un pollo cuidando un huevo, no rompiéndolo, decía el empresario norteamericano Arnold H. Glasgow (1905-1998).
Y para concluir esta reflexión, debemos preguntarnos ¿Por qué es tan importante la paciencia? La respuesta nos la da el escritor brasileño Paulo Coelho (1947): Porque nos hace prestar atención. La paciencia es la aceptación activa del proceso necesario para obtener tus metas y sueños.
Dice un proverbio irlandés que cualquier viaje tiene un camino y un destino. Que si deseas llegar a tu destino deberás también andar el camino. Pero solo la paciencia puede conquistar ese destino.
Dime cuál es la diferencia entre tener esperanzas y esperar, porque mi corazón no lo sabe. Constantemente, se corta con el vidrio de la espera. Constantemente, se pierde en la niebla de la esperanza. Anna Kamieńska (1920-1986) escritora polaca autora de Asombros (2007) y Dos Oscuridades (1994).
Gloria Chávez Vásquez es escritora, periodista y educadora residente en EE.UU.
Excelente Gloria! Para reflexionar. Gracias.