Cultura/Educación

El Triángulo del Diablo. Un libro Made in USA

Por Gloria Chávez Vásquez.

Parece que estaban proyectando un film sobre Kavanaugh, y el libro los agarró por sorpresa. Después de todo, no se supone que los conservadores se defiendan y mucho menos tomen la iniciativa. M. Judge.

Brett Kavanaugh y Mark Judge

El Ministerio para la Seguridad del Estado, más conocido como la Stasi, fue el nombre oficial del aparato represivo en Alemania Oriental durante cuatro décadas (1950-1990). Como la de la KGB su función era mantener la autoridad del régimen sobre la ciudadanía. Su lema: La espada y el escudo del partido”.

En Estados Unidos la maquinaria represiva funciona de manera más informal, cortesía del partido demócrata y sus aliados. Conformada por políticos, periodistas e investigadores radicales (a los que se añaden los partidistas de las agencias gubernamentales) son los que manejan la propaganda fabricada por, entre otras bases, Washington y Hollywood.

El periodista y autor de El Triángulo del Diablo ((The Devil’s Triangle), Mark Gavreau Judge lo llama la Nueva Stasi.  El libro es un exposé de cómo, a fuerza de intimidar y manipular testigos, este cartel trató de evitar la confirmación (2018) de Brett Kavanaugh como juez de la Suprema Corte.

El caso Kavanaugh no era el primero ni será el último. Con igual saña y con la misma acusación se había tratado de torpedear a Clarence Thomas. El juez afroamericano conservador, que ha servido en la C.S. desde 1991, fue acusado, durante su confirmación, de asedio sexual, por una activista feminista y profesora universitaria.

Comparado con el clásico de la Guerra Fría, Oscuridad al Mediodía de Arthur Koestler, el de Mark G. Judge es una denuncia al ataque descarriado de la política de izquierda contra la cultura popular. El fin justifica los medios, parece ser su lema desde (por lo menos) la década de los 60s.

La Nueva Stasi en acción

Mark G. Judge fue obligado a presentarse en corte, después de que Christine Blasey Ford, acusó a Kavanaugh de asalto sexual en su adolescencia (años 80s). Blasey Ford testificó que Judge era uno de los que estaba en el cuarto cuando ocurrió la supuesta violación. Los políticos y periodistas partidarios de los demócratas, presionaron a Judge para que testificara contra Kavanaugh. Con ese fin fue acusado de haber estado presente en 10 violaciones en pandilla y de comprar y vender cocaína. Todo esto por personas que nunca había conocido.

Los testimonios de la defensa, desmontaron las horrendas tácticas de difamación y, exonerado, Kavanaugh fue finalmente confirmado. Pero a partir de ese momento, Gavreau-Judge se convirtió en presa de los medios nacionales quienes invadieron su privacidad y la de sus familiares y amigos: La prensa lo desacreditó, los demócratas lo etiquetaron de alcahuete, recibió anónimos y amenazas de muerte, se convirtió en el blanco de las burlas de comentaristas y fanáticos. Para completar, fue desprestigiado nacionalmente por Matt Damon, el poster boy favorito de la izquierda, a través del programa de televisión Saturday Night Live.

Temiendo por su vida y traumatizado por la dantesca experiencia, Judge pasó un año en Maryland lavando platos para sobrevivir. Durante ese tiempo se dio cuenta de que la campaña de denigración no era exactamente contra él, sino contra su amigo, para, de ese modo, impedir la entrada en la Suprema Corte Estadounidense, de un conservador político y cultural, y de paso destruir su reputación y la de sus allegados. Entonces fue que decidió escribir el libro.

La trampa de miel

El Triángulo del diablo ya había salido a la luz exitosamente cuando su autor recibió la invitación de un renombrado productor de Hollywood. “Tengo tu libro” le dijo, invitándolo, (todos los gastos pagos) para reunirse en Nueva York y hablar de un proyecto. Sin hacerse ilusiones, (Judge supuso que no debía ser para una película, pues como cuenta la verdad de los hechos, Hollywood no estaría interesado), decidió darle el beneficio de la duda. Su agente publicitario, lo alertó. Resultaba muy raro que un productor excluyera la presencia de su representante en las conversaciones. Era como excluir a un abogado.

Antes de comenzar la reunión, el hombre le pidió firmar un acuerdo de confidencialidad. Como esto no es común en Hollywood, la propuesta resultó sospechosa. ¿Cuál era el proyecto? El tipo se negó a discutirlo. Al escritor le sonaron las alarmas. El productor lo citó a otra reunión, pero esta vez Judge no aceptó.

Mr. Hollywood había producido American Made (2017) con Tom Cruise, la historia de Barry Seal, un piloto de la TWA que traficó droga para el cartel de Medellín, en la década de los 80s y luego se convirtió en informante de la DEA. El director de la película, Doug Liman, la llamó “una mentira divertida, basada en una historia verdadera.” Liman admitió en una entrevista, que, durante el film, había inventado situaciones graciosas para hacer más “amena” la historia. En realidad, muchas de esas escenas estaban dirigidas a burlarse del presidente Ronald Reagan, quien aparecía sentado con su esposa, Nancy, en una escena, diciéndole a los niños que dijeran no a las drogas. El segmento los hacia aparecer ignorantes y, sugería, que ellos aprobaban el negocio de armas y drogas de Seal. El propósito era hacerlos ver como hipócritas.

Los contratos, acuerdos y firmas son una manera de restringir opositores e inventar teorías de conspiración que tienen los radicales en Hollywood. Pero como dice Judge, a menudo les sale el tiro por la culata. La verdad sobre la vida de Barry Seal fue plasmada en el libro Final de un traficante: La vida y muerte de Barry Seal escrita por el ex agente del FBI, Del Hahn, quien jugó papel clave en la operación en Baton Rouge, Luisiana y ahora trabaja como detective privado.

Los hacedores de imágenes de Hollywood son expertos, además, en imponer ideologías, como la más reciente del Wokismo, y presentar a los ciudadanos conservadores como racistas, explotadores, ignorantes y peligrosos, mientras, —comenta Judge, —pasan por alto o blanquean el historial de violencia de los de izquierda. Como ejemplo menciona los documentales orquestados acerca de las protestas del 6 de enero (2020) en el Capitolio, “pero no existe uno solo sobre James Hodgkinson, un seguidor del senador comunista Bernie Sanders, que intentó matar a un congresista republicano (Steve Scalise). La noticia reciente del asesinato de una joven congresista (afroamericana) del GOP en New Jersey también pasó desapercibida para los paparachis en Washington.  Hollywood tampoco se ha molestado en producir un documental sobre Nicholas Roske que vino a Washington, D.C en junio para asesinar a Kavanaugh. Y si lo hiciera, sería para presentar a Roske como la víctima y para personificarlo, elegirían a Chris Evans, el actor de Capitán América.

El resplandor de la verdad   

“En una voz que evoca a J.D. Salinger —dentro de una narrativa que trae a la mente Los Hombres del presidente (All the President’s Men) —Mark Gavreau Judge cuenta la verdad, en toda su brutalidad y todo su esplendor” comenta el escritor y crítico social Eric Metaxas quien aparte establece un paralelo entre los temas de El Triángulo del Diablo y Matar un Ruiseñor:

En la novela de Lee Harper, una mujer acusa falsamente a un hombre de la raza negra, de violarla. Metaxas pregunta: ¿Qué motiva a alguien a cometer semejante injusticia a sabiendas de que destruye una vida?

En El Caso Kavanaugh, documentado por Judge en El Triángulo Del Diablo, es muy obvio. Se trata de avanzar una agenda ideológica, aunque en el intento se destruyan muchas vidas.

Mark Judge, —concluye el comentarista —fue señalado para su destrucción por el mismo diablo, pero vivió para contar el cuento, si tan solo para que reconozcamos las fuerzas oscuras que funcionan en esta nación.

 

Gloria Chávez Vásquez, escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.

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