El sicario de Jada

Por José María Arenzana.

Que ya sé que no es el tema, pero también lo es… porque lo cierto es que si el chiste de la Teniente O’Neill se lo llega a hacer a John Travolta, el del tupé reconvertido en alopécico, ahí no habría sucedido otra cosa que jijí y jaja… Y ya puestos, añado que si Will Smith modificó sobre la marcha su reacción, parece que lo hizo inducido (exigido/obligado/ordenado/forzado…) por el careto de su mujer, que era un poema.

Digamos que, por orden cronológico, la primera víctima del chiste fue el que se arrancó por la puerta de toriles, azuzado por la hiper matriarcal de su santa esposa empoderada exigiendo a su santo que se inmolara. Todo un tratado de vieja antropología en vigor que el feminismo más beligerante desea ocultar para que no se les vea de dónde procede a menudo cierta clase de violencia a la que quizás convendría llamar “vicaria”, “mandatada” o “interpuesta”, como cuando alguien alquila los servicios de un sicario pero que ni siquiera se moleste en que parezca un accidente… A Jada Pinkett le podrían encomendar el papel de Bernarda Alba y no necesitaría ningún disfraz…

En fin, como solución al jeroglífico, yo propongo que, si hay una próxima vez, el tal Sr. Smith le tuerza el gesto a su señora si trata de implicarlo y, en último extremo, la invite a que sea ella misma la que suba al escenario y le arree un guantazo al presunto ofensor.

José María Arenzana es escritor y periodista español. Fue corresponsal en varios conflictos internacionales. Autor del libro Ruanda. Cien días de fuego.