Por Zoé Valdés/El Debate.
En Cuba naces, creces lo que puedes, cumples con tu proceso de robotización comunista asignado, y mueres. Morir es lo más fácil. Porque el único logro verdadero del castrismo fue eso de matar a un pueblo de hambre e instaurar el entierro gratis. El morir es el objetivo principal de toda existencia cubana, aunque no aquel bel mourir tan callando de Jorge Manrique en Coplas por la muerte de su padre. En Cuba todo es hambre, bajeza, a veces algarabía, es un dejarse ir al muere mediante el reguetón o la bulla, que es lo mismo que ahorcarte con un rollo de papel sanitario, en caso de que hubiere papel sanitario; –en esto incluyo a una cierta oposición.
Si en algo ha coincidido la oposición y el exilio de terciopelo reguetonil con Pedro Sánchez es en su obsesión por los Lamborghinis; recuerden que este cantante cuya triple personalidad viene expresada desde su nombre de pila bautismal, yo-tu-él, el que un día le confesó a Jordi Évola que no se bañaría nunca más porque Fidel Castro le dio la mano, mucho antes me ripostaba en un programa de televisión que él lucía los mejores y más blancos dientes del mundo debido a la leche de Ubre Blanca, la única vaca creada por Fidel Castro (a la que le erigió un monumento a la carrera en mármol de Carrara), más tarde compuso tribalmente ‘Patria y Vida’, una frase pronunciada por Fidel Castro en 1999 (busquen en YouTube), también compuso un Lambo en Varadero; o sea, para este señor la máxima aspiración de todo cubano a día de hoy debiera ser, aun agonizante de hambre, un Lamborghini en la playa de Varadero. No duden del porqué, pese a tantos héroes gloriosos que han dado su vida por aquella mierda y en contra de aquella mierda, estamos como estamos.
En los años ochenta rodaba un refrán en Cuba que rezaba, y se burlaba del hambre del cubano: «Coma mierda, tantas moscas no pueden estar equivocadas». El caso es que el chiste se convirtió en seguidilla popular, en dicharacho, tanto que hasta un empresario francés comebolas que le dio por vender en Francia langostas cubanas enlatadas hizo una publicidad con la gracieta, y no duró ni un fin de semana en la isla. Nada, como decía el gran Álvarez Guedes: otro comemierrrrrrrrda, y esta vez galo. Que también los hay a montones.
Hago esta larga introducción para aclararles que el comemierda ya florece sato como el marabú en el campo juanense, con lo de Venezuela estoy viendo a un burujón de comemierdas idénticos a los cubanos, que no entienden que al comunismo para vencerle hay que entrarle como mínimo con más de cien años de experiencia y ventaja; miren en Corea del Norte, que llevan casi ochenta años, Cuba le sigue detrás, con casi dos décadas de diferencia, nada, mucho cantico, llantico, dependen de la ocasión, pero aquello no se cae ni a salivazos de dragones chinos…