Por Pedro Fernández Barbadillo/La Gaceta de la Iberosfera.
«Los que saben», «los expertos», «los solidarios», «los científicos» llevan décadas advirtiendo de la inminente desaparición de hielo en el mar Ártico y en la isla de Groenlandia.
Un científico español, Carlos Duarte, Premio Nacional de Investigación 2007, declaró ese año que «ver el deshielo en directo es abrumador» y anunció que «veremos el Ártico sin hielo en 2020«.
El político y millonario Al Gore, autor del documental Una verdad incómoda, afirmó en 2009 que existía un 75% de posibilidades, según los numerosos estudios científicos que él había leído, de que en los siguientes cinco años el hielo en el Ártico desapareciera durante los meses de verano debido al calentamiento global causado por la actividad humana, como la suya, por cierto, cuando se desplaza en avión privado.
Como ocurre siempre que se habla de cambio climático, ninguna de las catástrofes anunciadas a plazo fijo se han cumplido cuando ha llegado la fecha. Por eso, los «calentólogos», que nunca reconocen sus equivocaciones, van aplazando el fin del mundo con la esperanza de seguir recibiendo subvenciones y, quizás, acertar. Ya se sabe que dentro de cien años, estaremos todos calvos.
Uno de los últimos fiascos de estos profetas laicos del desastre está siendo la temporada de cruceros a Groenlandia para que los ricos contemplen osos polares y ballenas, o paseen por las orillas antes de que toda esa naturaleza quede destruida, agostada o sumergida. Varias de las travesías, que comenzaron a finales de mayo y durarán hasta entrado septiembre, están siendo perturbadas por un fenómeno inesperado: el hielo.
En los primeros días de junio, el crucero Carnival Pride, de 88.000 toneladas y con más de 2.100 pasajeros a bordo, suspendió de su ruta el atraque en dos puertos de Groenlandia, Nanortalik y Qaqortoq, debido al mal tiempo y a la inesperada presencia de icebergs…
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