Política

Una revolución no martiana

José Martí por Jorge Arche

Por Pedro Cornelio von Eyken.

Las terribles imágenes que muestran la prensa y las redes sociales desde el 9 de julio último sobre la brutal represión del gobierno cubano a las manifestaciones espontáneas de una población hastiada de seis décadas sin libertad, alimentos ni medicinas, me conducen hoy a la Cuba que soñó José Martí. El país que concebía el Apóstol debía tener libertad en una doble dimensión, la externa, entendida como soberanía e independencia ante cualquier otro estado, pero también la interna, la de los propios cubanos dentro de su país. Ambas son inseparables en un país realmente libre. Sobre esa doble dimensión me referí en un artículo académico de 2014 que me publicó íntegramente Zoé Valdés, en junio de 2014, en su blog zoevaldes.net (1). El presente artículo no es una remake de aquel trabajo. Contiene ingredientes nuevos. Recomiendo al lector más interesado y paciente la lectura del extenso artículo académico de 29 páginas.

Desde 2009, cuando dejé Cuba, la isla se quedó conmigo y parte de mi corazón se quedó allí. Si bien desde aquel año no regresé a “la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto”, como la describió Cristóbal Colón al descubrirla en 1492, siempre he seguid informado sobre ella, en especial a través de amigos cubanos que se quedaron allí o que emigraron. Varios se trasladaron a la Florida, EE.UU., y los he visitado algunas veces.

Si nos atenemos al doble concepto martiano de la libertad, expresado en la extensa prosa del Apóstol, Cuba fue libre solo de 1902 a 1959. Martí era un hombre obsesionado con la libertad de su país y su obra excede ampliamente la selección conveniente que desde 1959 proclama la Revolución Cubana cuando se autodenomina “martiana”. La obra de Martí abarca unas 12.500 páginas distribuidas en 26 volúmenes, según la edición digitalizada en 2001 por el Centro de Estudios Martianos de La Habana (CEM), aunque hay otras impresas de 27 y de 29 volúmenes.

A manera de digresión, ello me recuerda una invitación que recibí del Centro, creo que en 2008, para asistir a una conferencia relacionada con Martí. El CEM se halla en Calzada 807, esquina a 4 del Vedado y fue residencia de José Francisco Martí Zayás-Bazán, hijo del prócer. En esa conferencia conocí a Naty Revuelta, “los ojos verdes de la Revolución”. Natalia Revuelta fue amante de Fidel Castro y madre de su primera hija Alina, nacida en 1956, que huyó de Cuba disfrazada de turista española en 1993. Naty Revuelta permaneció en Cuba donde murió en 2015, a los 89 años.

Es verdad que Martí exaltaba la libertad como independencia y soberanía de Cuba. Lo expresó, entre tantos escritos, cuando se constituyó la Primera República Española en 1873, “hombre de buena voluntad, saludo a la República que triunfa, la saludo hoy como la maldeciré mañana, cuando una República ahogue a otra República, cuando u pueblo libre al fin comprima las libertades de otro pueblo, cuando una nación que se explica que lo es, subyugue y someta a otra nación que quiere probar que quiere serlo (…) ¿Cómo ha de haber republicanismo honrado que se atreva negar para un pueblo derecho que él usó para sí? (…) Mi patria escribe con sangre su resolución irrevocable. Sobre los cadáveres de sus hijos se alza a decir que desea firmemente su independencia (…) La República condena a los que la oprimen. Derecho de opresión y de explotación vergonzosa y de persecución encarnizada ha usado España perpetuamente sobre Cuba” (2).

En un escrito posterior de 1873, el gran poeta cubano insistía con la independencia de España: “Cuba tuvo que alzarse en armas para conseguir de España las reformas. La España monárquica ahogó en sangre las peticiones de Cuba, como la España republicana las ahoga ahora y esto es vergüenza e indignidad para la República (…) Lógico sea que Cuba pida su independencia ahora alzada sobre los cadáveres a que España ha arrebatado la vida porque combatían por la libertad” (3). A pesar de la desesperación que el estado actual de la isla condena a los cubanos sedientos de libertad y condiciones de vida dignas, aquellas frases –y muchas otras– alejan completamente del ideario martiano la posibilidad de Cuba como colonia de España o aún de Estados Unidos, en un estatus similar al de Puerto Rico.

Respecto de los recelos del Apóstol respecto de Estados Unidos, Luis Cino señala que “el castrismo se afana en destacar el antimperialismo martiano, a pesar de que ni el antimperialismo, y ni siquiera el imperialismo como tal, existían en la vida de Martí, sino que empezaban a configurarse (…) Las ideas de Martí, particularmente luego de ser esgrimidas por Fidel Castro, darían sustento al antimperialismo latinoamericano del siglo XX” (4). En la reiterada propaganda oficial castrista sobre el antimperialismo de Martí y su aprensión hacia EE.UU., se cita incesantemente la frase “Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas”. Recuerda Cino más adelante que, “sobre todo el fragmento de la carta inconclusa al mexicano Manuel Mercado, escrita vísperas de su muerte en combate, en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, donde dice: ‘Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas…’” (5).

Las frases fuera de contexto son propias del periodismo malintencionado o del historiador interesado en la deformación interesada de su materia, también son de uso en la propaganda oficial cubana desde 1959. Aquella famosa frase de “las entrañas del monstruo” debe contextualizarse. Para ello Cino afirma que, en realidad, “Martí, desesperado por recabar apoyos para la guerra por la independencia de Cuba, luego de recurrir infructuosamente al gobierno norteamericano, que no se decidía a poner en riesgo sus intereses económicos en la isla en un conflicto con España, había apelado al dictador mexicano Porfirio Díaz, con quien se reunió en julio de 1894. En aquella reunión, Porfirio Díaz le había expresado a Martí su temor de que los Estados Unidos se anexaran Cuba. Martí quiso avivar ese temor para que Porfirio Díaz se decidiera a apoyar la independencia de Cuba”. (6) Según Cino, fue menos difundida la carta que escribió el Apóstol “el 4 de agosto de 1892 a otro amigo suyo, Gerardo Castellanos, donde dice: ‘No procuramos, por pelear innecesariamente contra el anexionismo imposible, captarnos la antipatía del Norte, sino que tenemos la firme decisión de merecer y solicitar y obtener su simpatía, sin la cual la independencia sería muy difícil de lograr y muy difícil de mantener’”.

El artículo 1° de las Bases del Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado por Martí en Nueva York, en abril de 1892, dice: “el Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr, con los esfuerzos reunidos de buena voluntad, la independencia absoluta de la Isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”. (7) Respecto de la dimensión doméstica, interna de la libertad de los cubanos, el artículo 5 de esas Bases deja claro que Martí no fundaba un partido para aplastar las libertades públicas una vez alcanzada la independencia: “el Partido Revolucionario Cubano no tiene por objeto llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considere la isla como su presa y dominio, sino preparar, con cuantos medios eficaces le permita la libertad del extranjero, la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos y entregar a todo el país la patria libre”. (8).

Como dije, la dimensión interna de la libertad martiana es omitida sistemáticamente por la Revolución Cubana. Aunque las alusiones a esa libertad en su obra son numerosas, sólo citaré algunas. En su famoso discurso Con todos y para el bien de todos de 1891, pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, dijo Martí: “veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas –ya un cubano que las respeta (…) Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos por la dignidad plena del hombre” (9). No hay dignidad plena sin libertad plena. En el mismo discurso, dice Martí: “por la libertad del hombre se pelea en Cuba y hay muchos españolas que aman la libertad” (10). Agrega, más adelante: “¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla para la república verdadera” (11). Días después, en una carta dirigida el 5 de diciembre de 1891 a un compañero de lucha por la libertad de Cuba, escribió Martí: “sin mano ajena y sin tiranía puede ser y habrá de ser nuestra República, es decir sin miedo que la obra política que para el bien de todos se ha de fundar, ha de fundarse con todos” (12).

Son muchas más, desde luego, las alusiones de Martí a la libertad doméstica. Deseo incluir en esta apretada enumeración la gran desconfianza de José Martí hacia el socialismo, como lo entreveía en 1884, según se lee en su artículo La futura esclavitud: “La futura esclavitud se llama ese tratado de Herbert Spencer. Esa futura esclavitud, que a manera del ciudadano griego que contaba para poco con la gente baja, estudia Spencer, es el socialismo (…) So pretexto de socorrer a los pobres, dice Spencer, sácanse tantos tributos que se convierte en pobres a los que no lo son. La ley que estableció el socorro de los pobres por parroquias hizo mayor el número de pobres (…) Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una posición privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo (…) De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser siervo de los capitalistas, como se llama ahora, pasaría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquél que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominará la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo” (13).

Finalmente cito una frase en la que la libertad, para el Apóstol, alcanza casi el nivel de categoría religiosa. En sus escritos sobre norteamericanos ilustres, al comentar la vida de un prominente predicador protestante, escribió Martí: “el mejor modo de servir a Dios es ser un hombre libre y cuidar de que no se menoscabe la libertad” (14).

En estos días de persecución violenta a las que se somete a un pueblo que marcha espontáneamente en busca de una libertad auténtica que viene demorando sesenta años, creí necesario reiterar el doble concepto de libertad enunciado en 2014. El daño antropológico al pueblo cubano ha sido tremendo y el rencor acumulado por ese pueblo en seis décadas de represión y hambre es proporcional a ese daño. Los sobrevivientes del régimen lo saben y es también por eso que se aferran desesperadamente al poder. Es de esperar que se produzca algún día una transición hacia una Cuba auténticamente martiana. Quizá entonces el rencor pueda ceder parte de sus energías a la reconstrucción de este país, cuya tarea y dirección pertenece a los cubanos, con asistencia de la comunidad internacional.

(1) El concepto de libertad en José Martí

(2) MARTI, José, Cuba, Política y Revolución I, 1869-1892, Obras Completas, Volumen I, pp. 89-91.

(3) Ibidem, p. 109

(4) CINO, Luis, El Martí que no se cita, 6 de junio de 2019, Cubanet, digital sin paginar.

(5) Ibidem

(6) Ibidem

(7) Ibidem

(8) Ibidem

(9) MARTI, José, Con todos y para el bien de todos, Obras Completas, Volumen IV, pp. 269-279.

(10) Ibidem

(11) Ibidem

(12) MARTI, José, Carta a José Dolores Poyo, Obras Completas, Volumen I, p. 275.

(13) MARTI, José, La futura esclavitud. En: La América, Nueva York, abril de 1884, Obras Completas, Volumen XV, pp. 388-391.

(14) MARTI, José, Henry Ward Beecher, su vida y su oratoria, Obras Completas, Volumen XIII, p. 39.

Pedro Cornelio von Eyken es Doctor en Ciencias Políticas. Diplomático argentino retirado.

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