Por Armando de Armas.
Días después de que los tanques aplastaran y ametrallaran al pueblo en Tiananmen, el dictador cubano Fidel Castro se curaba en salud haciendo televisar el juicio de la Causa Número 1 contra el general Arnaldo Ochoa y los oficiales Jorge Martínez, Antonio de la Guardia Font y Amado Padrón para mandarlos a fusilar apenas un mes después.
Ochoa era el general de división del Ejército de Cuba con más condecoraciones militares y uno de los primeros a los que Castro proclamó Héroe de la República de Cuba y jefe de las tropas isleñas en las guerras expansionistas de América Latina, África y Medio Oriente.
Nicaragua, Siria, Venezuela, Etiopia y Angola fueron algunos de los países en que Ochoa hizo sentir sus armas.
Era Miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y, tras el regreso de Angola con el acuerdo de paz entre Pretoria y Luanda iba a ser nombrado Jefe del Ejército Occidental.
Ochoa fue fusilado en las primeras horas del amanecer del 13 de julio de 1989 y su nombre expurgado de los libros de Historia. Había sido arrestado el 12 de junio y, según la dictadura, sometido a investigación por graves hechos de corrupción y manejo deshonesto de recursos económicos. Después en sus órganos de propaganda el régimen resumió esos supuestos delitos del general bajo el calificativo de operaciones de tráfico de drogas.
Parece ser que a los ojos del dictador Castro la falta más grave de Ochoa y los otros oficiales fusilados no sería tanto la corrupción y el narcotráfico como el haber estado expuestos a y probablemente simpatizar con las ideas y los vientos de cambio en el mundo que hacían metástasis en Europa del Este, la Unión Soviética y China.
Los acontecimientos del 4 de junio de 1989 en China fueron cuidadosamente ocultados por los sumisos medios de comunicación isleños. Oficialmente el tema apenas fue tocado por Castro tan tarde como 19 años después cuando en 2008 se refirió en Granma a los errores “que condujeron a las protestas de Tiananmen, donde se endiosaba a la Estatua de la Libertad, símbolo de un imperio que es hoy la negación de todas las libertades”.
1989 fue un año de aumento de la oposición en la isla así como también de represión gubernamental y crisis económica; crisis dentro de la crisis sistemática debida a la ineficiencia socialista.
Castro reaccionó con el encarcelamiento de líderes e intelectuales disidentes como Tania Díaz Castro, Samuel Martínez Lara, Huber Jerez Marín, Elizardo Sánchez, David Moya e Hirán Abí Coba. Por esa fecha grupos disidentes se expandían a lo largo de los municipios de la isla.
Tiananmen, los anticomunistas cubanos y la sangre que se fusiona con la sangre
Los anticomunistas cubanos y buena del pueblo en general se mantuvo al tanto día a día de los dramáticos acontecimientos ocurridos en junio de 1989 en China, por la excelente cobertura llevada a cabo por Radio Martí y los medios del sur de la Florida.
El ambiente era de una tensa calma vigilada por parte de las autoridades y de alegría apenas contenida entre los elementos contrarios a la dictadura, con celebraciones más o menos públicas, comentarios en corrillos en las esquinas, arrestos y expresiones aisladas de descontento a lo largo de la isla a tono con el espíritu de cambio no sólo en China sino en la Unión Soviética y Europa del Este.
Había en el ambiente una suerte de presunción de acontecimientos que pudiesen dar un vuelco a la sociedad y la política en la isla no sólo entre los elementos señalados como desafectos o contrarios al régimen sino entre la población y aún dentro de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior que se daba en una suerte de impasse donde, ante las muestras de manifestaciones antigubernamentales, muchas veces los miembros de las fuerzas represivas hacían la vista gorda o daban a entender a los opositores -como ocurrió al autor de este artículo- que a la hora de la verdad estarían de parte del pueblo o algunos dejaban claro que ellos no habían cometido abusos o actos contra la integridad de la personas.
A lo largo del país sucedían intentos de salida ilegal que se saldaban muchos de ellos con el hundimiento de las balsas con sacos de arena lanzados desde helicópteros o el ametrallamiento de los prófugos, motines, desacatos, desórdenes y protestas públicas que mostraban en una medida u otra el malestar popular.
Por esta fecha aconteció que una madrugada explotó el polvorín de la base aérea de Cienfuegos -la emisora local dijo en un breve comunicado que había sido un lamentable accidente pero la leyenda contestataria local asegura que fue un acto de sabotaje acometido por dos reclutas que después fueron fusilados- y hubo manifestaciones públicas espontáneas de celebración ante lo que creían una invasión estadounidense o de fuerzas del exilio, que fueron rápida y violentamente extinguidas en el asombro de la invasión que nunca ocurrió.
Luego cuando las ondas de Radio Martí dieron cuenta de la masacre y el fin de las manifestaciones a favor de la emancipación en China, cundió el desánimo, la frustración y la tristeza entre los anticomunistas cubanos en el convencimiento cuasi metafísico de que esa era también una derrota y una desgracia de ellos porque las llamas del fuego de un levantamiento libertario, una vez que se apagan abruptamente, sofocan en sangre, demoran décadas en revivir; cosa que por cierto parece que sabían al dedillo el dictador cubano y el dictador chino.
Muestra tal vez de ese desánimo, frustración y tristeza entre los cubanos que siguieron como suyos los dramáticos acontecimientos en la nación asiática sería el final de la novela La tabla -la obra más abarcadora del autor de este artículo- escrita en la isla por esa fecha al narrar una noche refugiado en el Cabaret Jagua de Cienfuegos: “y sucede entonces que Amadís se va llenando, inflando, deformando, desaforando, atarugándose de una rabia como de perro emboscado en su alma, poseído por el espíritu de un perro, perro de presa, perro de prenda, fumbi infausto, y esa cosa dentro crece y crece y CRECE y se manifiesta ahora mediante el vaso de ron que aprieta y aprieta y APRIETA en la mano sin dolor, sin importarle los picos de vidrio penetrándole los tendones como si fueran de plastilina, y acontece entonces que por entre los cuchillos transparentados y luminosos encajados en sus tendones ve discurrir con indolencia, como si ello ocurriera en otro universo, en otro universo y en otro siglo, una mezcla de sangre y ron que desciende hasta el codo y gotea en el piso como en un intento desesperado por perforar las losas afrancesadas y la corteza de la tierra infértil y la esfera misma y salir al otro extremo del mundo, quizás a la Plaza de Tianamen, sangre que se fusiona con la sangre, pero no hizo más que formar un charco, y de eso precisamente se trataba, ¡de brincar el charco!, que Amadís miraba con una sonrisa; medio-sonrisa, medio-mueca; casi feliz”.
Armando de Armas. Escritor cubano exiliado, autor en los géneros de periodismo investigativo, ensayo, narraciones y novelas. Entre sus libros destacan La tabla, una abarcadora novela sobre la sociedad isleña, y Los naipes en el espejo, un ensayo sobre la historia de los partidos políticos estadounidenses que augura además el triunfo electoral de Donald Trump en 2016 y un profundo cambio de época en el mundo occidental. Editor Educación/Cultura ZoePost.
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Cuanto horror en todos estos paises comunistas, cuanto dolor y sangre el dia que se cuenten las victimas con cifras CASI exactas espero que desaparescan de la faz de la tierra para siempre y con todo y esto ahi estan los mamertos y bitonguitos americanos que quieren comunismo cosas de locos adoctrinados . Buen articulo maestro, gracias