Por Rosalba Atilana Guerrero Sánchez.
Uno de los bulos filosóficos más difundidos, que corre de curso en curso y de siglo en siglo, es ese de que Platón expulsaría a los poetas de la República.
A ver. A lo poetas, no. A los malos poetas. La cosa es muy diferente.
Y decimos esto porque la política de España no puede dejar de recordarnos la teatrocracia denunciada por el ateniense. No es el poder del teatro, sino el del mal teatro.
Ya no es sólo que a los españoles nos estén entreteniendo con mala poesía (el teatro griego de hoy se ha multiplicado a través del cine, la televisión y demás “escenarios” donde actores profesionales nos hacen creer que lo que dicen es verdad) sino que la política se ha convertido en oficio de actores. Pero de malos actores.
Digamos que el texto de la obra sea la Constitución española, elaborada por los padres de la patria allá por el 78. Y que el argumento a desarrollar sea el acoso y derribo a la soberanía nacional mediante el reconocimiento de “nacionalidades y regiones” con ínfulas de independencia.
Pues bien, ¿alguien se cree aquí el reparto de papeles entre los malos (sean aquí los secesionistas) y los buenos (sea aquí el Gobierno de la Nación)? El desenlace aún está por ver, pero ya es difícil de admitir que los mismos encargados de garantizar el orden público sean aquellos que lo trasgreden. No puede haber peor poesía que aquella en que la metáfora ha perdido la referencia de la cosa real. Sea esta, aquí, la propia España.
Ni los indultados por el delito de sedición fingen estar arrepentidos, proclamando que volverán y repetirán los mismos actos por los que fueron condenados, ni tan siquiera aceptan haber cometido un delito; pero es que ni el Gobierno respeta al mismo Estado, ya que está dispuesto a retorcer la letra de la ley con tal de que los golpistas no tengan motivo para quejarse de un “Estado opresor”.
Hasta ahora, el público ha asistido a este vodevil pagando su entrada sin levantarse, digamos aquí, votando cuando corresponde. Pero antes de que caiga el telón, lo único que podemos hacer es reivindicar el buen teatro, frente al malo. Y que los actores, sean aquí los políticos que dicen defender o atacar la soberanía española, representen su papel con la verdad digna del personaje, de la máscara a través de la cual hablan ante los demás. Porque el teatro, como bien enseña Rubén Darío Comezaña, profesor argentino de este venerable arte, antes que en la hipocresía, está basado en la moral socrática: la verdad del personaje, ante todo.
Rosalba Atilana Guerrero Sánchez es filósofa española miembro de la Escuela de Oviedo.
👏👏👏
Este Gobierno hace mucho que me parece una mala compañía teatral, con Ivan Redondo de mal director de la obra; es todo puro fingimiento, buena parte de los ministros no tienen capacidad profesional ni moral para estar en los puestos que ocupan, hacen el papel de ministros, pero no lo son; son unos impostores . Me alegra encontrar una opinión similar.
Atilana, estoy de acuerdo en lo esencial, y ya empezando por la denuncia del bulo que simplifica la de todas formas “real” polémica esencial entre filósofos y poetas. Creo que bastante gente ha experimentado la sensación de que todo el sogenannte “proces” de nuestros pecados es, en efecto, una mala obra de teatro representada por malos actores. No sabemos todavía el desenlace, digo de la obra de teatro, pero ahora ya puede uno valorar como mejores actores a los que representan el secesionismo, frente a la pésima interpretación de los actores que representan al gobierno, y además al estado, garante de la Constitución. Que “representar”, por cierto, signifique tantas cosas en español, es un buen lío, un lío interesante.