Política

Si existiera un mercado político, Marion Maréchal, alcanzaría un precio máximo

Por Philippe Bilger/Causeur.

La cabeza de la lista de Reconquête!, encanta a más de uno… incluido nuestro colaborador, Philippe Bilger.

Este post no me va a dar la imagen de un intelectual de la política. Que nunca he sido, por cierto. Para mi gran vergüenza, siempre he estado más apasionado por la forma de los intercambios, la calidad de las expresiones y los enfrentamientos, el vigor y la inteligencia de los argumentos que por el fondo a menudo confuso de los debates de los que surgió en última instancia el hecho de que, a pesar de las apariencias a veces violentamente polémicas, las ideas desarrolladas no estaban tan alejadas entre sí, saliendo de su barniz obligatoriamente contestatario. En primer lugar, debido a esta relativa similitud de los programas europeos, con la excepción de LFI y los ecologistas acampados en un extremismo irresponsable o blando, que tiendo a apegarme, con infinita curiosidad y, lo creo, una verdadera objetividad técnica, a la naturaleza de las confrontaciones y a que revelan personalidades, dones, talentos y espíritus.

Nuestro colaborador se centra mucho en la forma

Podríamos agregar la mayor o menor incidencia que cada uno asigna a la vida política nacional a partir del objeto europeo. Está claro que se va a descuidar en su mayoría debido a la frustración democrática experimentada por los franceses desde la reelección de Emmanuel Macron. Y esto sobre todo porque, incluso si el líder de la lista del Renacimiento fuera bueno, no podría oponerse a la intensa corriente de hostilidad que lleva al presidente y a su primer ministro a un rechazo común.

Es fácil imaginar entonces cómo me deleito con los programas políticos que reúnen a los candidatos importantes, primero en LCI y luego, el 27 de mayo, en BFMTV, sobre todo porque nunca he sido de los visceralmente convencidos de que los ciudadanos eran mejores que sus representantes. Porque me permiten disociarme, dividirme, de tal manera que quien sabe por quién votará el 9 de junio se siente, además, totalmente libre de probar tal intervención, tal réplica – por ejemplo Raphaël Glucksmann, cansado, enviando en sus cuerdas una Manon Aubry repetitiva -, la oralidad desplegada brillantemente por una candidata en detrimento de los demás, el placer, sin la más mínima mala conciencia, de apreciar, de alguna manera por la estética y la densidad del verbo, una personalidad, su verbo, su alacridad, su poder de convicción. Incluso si está en las antípodas de mi elección por venir. Nada me da más felicidad que esta duplicación entre el ciudadano y el oyente, el observador.

Me gusta no sentirme atado por parcialidades que me impiden llegar hasta el final de mis impresiones o decepciones. Obviamente, no ignoro que mi subjetividad, mi temperamento no puedan desaliviarse totalmente de mi concepción del habla. ¡Una palabra sólo tiene sentido, para mí, si dice algo! Uno puede no ser nada mediocre en el ejercicio oral, pero sin embargo no saber qué es realmente el arte y la exigencia de convencer. Entonces entenderemos por qué, si defiendo más que nunca a François-Xavier Bellamy cuya inteligencia, vestimenta, cortesía pero con una pugnacidad muy reciente, el verbo y la dialéctica son notados y notables, me concedo el derecho a digresar. Para este último, lo hago con tanta más sinceridad porque es más o menos abandonado en la campaña por los líderes de plumas de LR cuando hay apoyos determinantes que deberían brindarse, en contra de las maniobras entre bastidores destinadas a preparar la futura candidatura de Laurent Wauquiez cuando todo todavía está abierto para 2027.

No nacido de la última lluvia

Marion Maréchal ya no es una revelación. Su puesta entre paréntesis de toda vida política (a partir de 2017) durante unos años le hizo mucho bien. De vuelta con Éric Zemmour, independientemente de las divergencias de fondo o tácticas entre ella y él – está claro que ataca más a François-Xavier Bellamy que a Jordan Bardella -, manifiesta, en los debates recientes, una densidad, una autoridad, una seguridad, el hilo impresionante de un verbo dominado tanto en la afirmación como en la contradicción, una ironía… Muestra un tono y una calidad de lenguaje que quita lo que su pensamiento podría tener de extremo y provocativo la astura de la que, por ejemplo, Éric Zemmour nunca se ha privado. Si tuviéramos, para la política, un diario como el Equipo para el Deporte, se beneficiaría de muchas estrellas. ¡Su transferencia sería demasiado cara! No soy de los entusiastas por incondicionalidad; sólo mido como a nivel técnico, la forma, su apariencia añadiendo a su expresión el lugar por encima del lote. Si la considero muy superior en sus actuaciones a Manon Aubry (ella recita), Valérie Hayer (tiembla) y Marie Toussaint (ella aburre), no es que sea misógino: creo, por el contrario, que hemos olvidado cuánto talento algunas mujeres podrían tener y cuánto otras podrían tener.

Cuando “sometí a la pregunta” Marion Maréchal el 22 de enero de 2021, ya me había sorprendido: su palabra es mucho mejor que la de su tía, menos aplicada y menos restringida que la de Jordan Bardella. Frente a ella, Emmanuel Macron habría encontrado con quién hablar. Habría estado menos seguro de su hecho, menos condescendiente. Ya no estará allí. Lástima, me hubiera gustado un poco de política-ficción. Entre ella y él.

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