Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.
Desde el 7 de octubre del 2023 he pasado por varias etapas, altibajos psíquicos y físicos, que mi cuerpo no consigue controlar; somatizar los disparos de claridad, o por el contrario de tenebrosidad, que me envía la mente me dañan en lo más profundo. He debido detenerme decenas de veces antes de escribir lo que no podía ni imaginar que me vería obligada a escribir en pleno siglo XXI, por vergüenza y compasión. Entonces no queda más que preguntarse: ¿Cuál Yo acuso habría escrito Émile Zola si viviera en esta época con lo que estamos viendo y padeciendo? ¿Qué pensaría Anne Frank si estuviese viva…?
Los actos de solidaridad resultan poco numerosos frente a las desvergüenzas que provienen de las acciones de apoyo a la barbarie de Hamás, y que constituyen a mi juicio y a estas alturas también acciones de deshumanización.
De otra parte, la indigencia mental y la mala idea prevalecen. A todo el que apoye a Israel lo clasifican de inmediato de extrema derecha, mientras en el Parlamento Europeo, su presidente por un período de seis meses, además de ser presidente de España, Pedro Sánchez, quien perdió las elecciones en España y que con siete votos de separatistas, golpistas, terroristas, y de nacionalistas de extrema etnicidad, no sólo exige, en momentos tan graves, un Estado palestino, para colmo se inventa un nuevo ministerio de Infancia y Juventud, cuya ministra nombrada y ya en funciones es una señora presuntamente simpatizante de Hamás, de origen Palestino, Sira Abed Rego, alguien que ya había estado en Cuba, fotografiada fundida en un abrazo con el títere que oprime mi país (imagen publicada en las redes sociales, donde se ve sonriente y orgullosa de aparecer con quien encarceló a 39 menores de edad tras las manifestaciones del 11 y 12 de julio del 2021, y que en la actualidad tiene 1069 presos políticos, la mayoría jóvenes).
El horror se manifiesta cotidiana e impunemente, no siempre ensangrentado, el horror también puede ejercerse con acciones y palabras, con caos y odio, un odio instrumentalizado e institucionalizado ya, un odio gubernamental, impuesto en las instituciones internacionales. ¿Qué es la ONU si no, con países como Cuba y Arabia Saudí como grandes observadores desde puestos relevantes? El asco me invade de sólo escribirlo…
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