Por Carlos Carballido.
Vivimos tiempos de fake news. La Gran Prensa ya no tiene escrúpulos en mentir descaradamente e incluso crear escenarios ficticios que imponen como moralmente verdaderos. Pareciera una característica del hoy cotidiano, pero no. Así han sido desde hace décadas.
En el 2019 se estrenó el filme Mr Jones, dirigido por la veterana cineasta polaca Agnieszka Holland y escrita por la periodista Andrea Chalupa, que sin llegar a ser una obra maestra conceptual del cine, es más bien un homenaje a esos periodistas apegados a la verdad sin importar las consecuencias. Esos que sacrifican un cómodo futuro o premios Pulitzer sencillamente por negarse a ser deshonestos, falsos o lacayos de quienes pagan para mentirles a los lectores.
Para quienes han conocido el comunismo en carne propia, el film será una historia brutal que rinde homenaje a esta figura olvidada de la historia, el periodista galés Gareth Jones, (interpretado por el británico James Norton) que consiguió llegar hasta Ucrania y ver los horrores que causó el hambre, así como los episodios de canibalismo que hubo entre la población para intentar sobrevivir.
Gracias a ese respeto por la profesión, Jones trasciende en la historia universal como uno de los poquísimos periodistas que desenmascaró la falacia del comunismo soviético para que el mundo pudiera conocer el llamado «Holodomor«, un episodio terrible que vivieron los ucranianos sometidos a una hambruna generalizada en esa región que mató a unos 7,5 millones de personas entre 1932 y 1933 bajo la mirada indiferente de Stalin y gracias al hermetismo y la censura en la información que hubo en la Unión Soviética y de la cual la prensa nacional y extranjera decidió ocultar por el servilismo al Soviet Supremo, una casi idéntica analogía de lo que sucede hoy con los medios que cohabitan felices con el Partido Demócrata para crear cualquier demonio en el bando contrario o conservador.
El mandatario soviético sabía cómo silenciar sus crímenes y para ello se valía de la prensa extranjera a la que permitía ciertos gustos hedonísticos y morbosos siempre y cuando le correspondieran con lealtad y silencio cómplices.
Uno de los periodistas que más contribuyó al silenciamiento de los crímenes estalinistas fue el premio Pulitzer, Walter Duranty (Peter Sarsgaard) quien fue jefe de la oficina del New York Times -¿Casualidad?- durante 14 años desde la victoria bolchevique hasta 1936. Duranty recibió el premio periodístico en 1932 por un racimo de artículos propagandistas en los que elogiaba al sistema soviético como el paradigma de las bondades sociales y los avances tecnológicos. Era considerado como el mayor «influencer» de la época y en Moscú llegó, incluso, a modelar y condicionar la opinión editorial de todos sus colegas, a favor siempre del gobierno comunista de Stalin. Tan vergonzoso ha sido su historial profesional que en la actualidad, el New York Times todavía recibe quejas para que le sea retirado el premio Pulitzer que logró sobre la base de la mentira y la complicidad con el gobierno soviético responsable de la hambruna que aniquiló a millones de ucranianos.
La coproducción polaco inglesa, se basa en una época en la que Gareth Jones, se desempeñaba como consejero del Ministerio del Exterior británico y alertaba sobre la posibilidad de que Hitler iniciará la 2da Guerra Mundial ya que había podido entrevistarlo meses atrás en un viaje de avión. Jones fue despedido debido a que sus afirmaciones, de las cuales se negó a retractarse, pusieron en un dilema diplomático a los gobiernos de Inglaterra y Alemania. Decepcionado decide viajar a Moscú para pedirle a Duranty que le facilitara una entrevista con Stalin que jamás sucedió al ser alertado por el propio periodista del New York Times. Jones tenía previsto indagar con el mandatario el origen del dinero que la Unión Soviética utilizaba para financiar sus costosos proyectos industriales, educativos y desarrollo armamentista. Años más tarde el propio Jones descubría que el gigante comunista lograba todos sus avances mediante la limitación absoluta de las repúblicas que componían la URSS sumiéndolas en absoluta pobreza y miseria.
Tras la frustración perder una entrevista con Stalin, Jones viaja a Ucrania donde su madre había sido maestra de inglés y se topa con el verdadero infierno comunista del hambre y la desesperación que años más tarde tras su expulsión de la Unión Soviética decide publicar utilizando las experiencias que de primara mano tuvo que padecer en esa inhóspita región en la que llegó a comer hasta corteza de arboles para poder sobrevivir.
Jones tuvo la valentía de derrumbar un mito como el soviético que antes de la Segunda Guerra Mundial había llegado a enamorar a la opinión pública norteamericana debido a los reportajes edulcorados que Walter Durarty tributaba para uno de los diarios de mayor tirada en Estados Unidos. La deshonestidad de estas grandes editoriales no es de estos tiempos sino que han estado presentes desde hace mucho con la expresa función de moldear estados de opiniones y fomentar la división en las sociedades que por lo general funcionan medianamente equilibradas. Lo que hoy vemos es sólo el colofón de este modo miserable de actuar del periodismo, no como profesión sino como instrumento ideológico de una élite que socava, poco a poco, las bases firmes en las que se erigen las naciones.
Como ya dije en la introducción de este articulo, el filme (disponible en Hulu) es más bien una pieza histórica de justicia a un periodista idealista y soñador que respetaba al máximo su misión como profesional para exponer la verdad ante el público. Como producto cinematográfico tiene puntos a favor como el uso acertado de los primeros planos, la fotografía de época y el tempo del cine polaco centrado más bien en la expresión de los actores. En contra, quizás un guion errático por momentos. Pero su mérito es indudablemente el homenaje merecido a profesionales como Gareth Jones, un reportero de raza, comprometido con la verdad y que casi siempre pagan con su vida semejante desafío. Tan así es que muere el 17 de Agosto de 1935 en Mongolia a manos de supuestos secuestradores que se sospecha eran agentes enviados por Moscú. Duranty, en cambio, muere tranquilamente en la ciudad norteamericana de Orlando, Florida, en 1957, quizás sin remordimientos por tanto servilismo recompensado y tanto daño creado por su pluma al servicio de las tiranías como la de Stalin y en detrimento de millones de víctimas del comunismo. Cualquier semejanza con la Gran Prensa de hoy, por supuesto que NO es mera coincidencia.
Carlos Carballido es periodista, productor de televisión y Vicedirector de ZoePost.
Magnifico articulo. Si hubieran mas hombres como este en los Estados Unidos y en el mundo! El periodismo esta muerto. Solo existen agendas socialistas.
Pingback: Mr Jones, un filme que rinde homenaje al periodista que destruyó el mito romántico del comunismo soviético – – Zoé Valdés
Estupendo artículo. Buscaré la película para verla y la difundiré.
Muy buen artículo. La actualidad en la postura de la prensa. Como si el tiempo no pasara.
Sencillamente magnifico!