Mundo

Los desechables

Por Gloria Chávez Vásquez.

En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos;

en la indigencia, nadie puede conservar nada noble.

       Fiodor Dostoievski (1821-1881).

El indigente es el árbol del refrán, que nunca su rama endereza. De ahí que le resulte casi imposible su integración social, pues le exige una fuerza de voluntad que no tiene. Por otra parte, el indigente carece de una red de apoyo; ni familiares ni amigos lo asisten en su mal momento porque, seguramente ha herido a todos con su comportamiento irresponsable. Han perdido su confianza en él, porque en su carácter débil y personalidad tóxica y autodestructiva, la comunicación con él es inútil. Se rehúsa a escuchar. El indigente se refugia en la adición, droga o alcohol, lo cual lo enajena y empuja a vicios como la prostitución o el robo para costearla. La calle es su última opción. La final es la muerte. Ni siquiera puede conectar humanamente con otros como él, porque no existe entre ellos la empatía o solidaridad.

La ciudadanía percibe en el indigente una especie de parásito que chupa su sangre y su energía. Es ser un ser negativo, sucio, desaliñado, y en ocasiones peligroso. Vive en un submundo en el que lo único importante es sobrevivir el día a día. Su única contribución, es el miedo, el victimismo, que, como nube negra, es pronóstico de la tempestad del caos y la violencia.

Los Angeles, California, USA

Habitante de la calle es tan solo un eufemismo para indigente o desamparado palabras que implican una responsabilidad de la sociedad hacia el individuo que ha caído en la miseria. Pero hay muchas más personas positivas, que, en adversas circunstancias, cuentan con el apoyo de sus seres queridos, que los sostienen mientras se recuperan de una mala racha.

Para el indigente, la única esperanza real es un sistema de rehabilitación clínica, excesivamente costoso para la sociedad porque requiere un ambiente de sanación holística, con equipo médico que incluya psicólogo, psiquiatra y terapista. Es el camino de la posible reconstrucción de un ser humano que se ha desintegrado y quien debe renacer. Muy pocos encuentran la motivación para esa resurrección. Son, como dicen en inglés: “damaged goods” (artículos estropeados).

An unidentified person carries a blanket along Alvarado Street in Los Angeles, California on December 19, 2022. – A state of emergency over spiraling levels of homelessness was declared in Los Angeles on Monday as the new mayor pledged a “seismic shift” for one of the most intractable problems in America’s second biggest city.
Tens of thousands of people sleep rough on Los Angeles streets every night, in an epidemic that shocks many visitors to one of the wealthiest urban areas on the planet. (Photo by DAVID SWANSON / AFP) (Photo by DAVID SWANSON/AFP via Getty Images)

 

Éramos muchos y parió la abuela

Con la explosión demográfica, producto de la sexualidad irresponsable y la desintegración del hogar, explotó también el número de indigentes. ¿Se sorprenden? La mal llamada civilización no ha logrado superar el subdesarrollo de la imaginación. Ha traído consigo las psicosis y ha exacerbado los delitos contra el individuo y la sociedad, facilitados por los falsos líderes.

A fines del siglo XX, la apatía y la flojera demócrata sumió a Nueva York en la decadencia. Los “desamparados” invadieron los parques, las plazas y lugares públicos; no por falta de refugios, porque el estado les provee de cama, aseo y alimento. Pero el complejo de culpa colectivo y el desconocimiento de la naturaleza de la indigencia les concedía el “derecho” a la vagancia y a perturbar el orden público. Se tomó un alcalde del calibre de Rudy Giuliani para rescatar a la ciudad de su miseria. Durante esos años se atendió a esa población en las clínicas psiquiátricas y centros de rehabilitación distribuidos por toda la ciudad. Se limpiaron y renovaron los parques y las estaciones de transporte y se acrecentó la fuerza policial. Fueron los años de mayor seguridad en la Gran Mazana. Hasta el regreso de la politiquería demócrata cuya prioridad es el voto ya sea del loco, del criminal o del drogadicto.

La política “socialista” ha destruido urbes otrora atractivas y luminosas como Los Ángeles y San Francisco y las ha convertido en campamento de indigentes donde se provee de jeringuillas y condones, promoviendo así la drogadicción, la promiscuidad y las enfermedades venéreas. Cientos de activistas les contribuyen con el alimento diario y las necesidades médicas, pero las imágenes del desorden y la suciedad, así como la degeneración humana, son patéticas.

Los habitantes de calle en Macondo

En un país “tercermundista” como Colombia, ahora en manos de los guerrilleros, la realidad es macondiana. Los indigentes son reusables como elemento de propaganda, o arma social para desmoralizar, desestabilizar y provocar al pueblo trabajador.

La solución de algunos alcaldes, como el de Cali, para limpiar las ciudades de “desechables”, es transportarlos en camiones como a “ganado”, con la promesa de “viajes turísticos”, para luego depositarlos como “basura humana”, en los departamentos aledaños. La política del mal vecino con escasa o perversa imaginación.

Según los números oficiales, hay más de 1.000 indigentes en Armenia, la capital, una ciudad de poco más de 300.000 habitantes. En Montenegro, donde se concentran los parques temáticos del eje cafetero, con unos 30.000 habitantes, el número de “pordioseros” pasó de 89 a 189 en un solo día. Daniel Mauricio Restrepo, alcalde de Montenegro reconoce en el fenómeno, “un atentando contra el derecho internacional humanitario” por parte de los desleales funcionarios.

No que la ciudadanía esté inactiva frente a la lenta respuesta de las autoridades administrativas. Pero la fuerza policial es insuficiente y la respuesta a la delincuencia es morosa, cuando no, inexistente. Hay toda clase de oficinas, secretarías y dependencias encargadas, que son inefectivas. El activismo para proteger los negocios y los lugares públicos surge siempre del sector privado.

Ciudadanos que toman la iniciativa de comprar sus propias cámaras de seguridad, protestan ante los robos frecuentes de las mismas. Jorge Torres el activista que restauró el Parque de Los Fundadores, se encontró con que, ni cortos ni perezosos, los okupas invadieron de nuevo el lugar para continuar el consumo y venta de droga, defecando entre las flores y las plantas, orinando en la fuente, y dejando, a la mañana siguiente, toda su basura y el parque hecho un desastre.

Los esfuerzos de los activistas comunales reciben poca cobertura de los medios y por eso la gente cree que nadie hace nada. Podía haber, eso sí, más solidaridad y participación de parte de los ciudadanos con los activistas. Muchos piensan que la seguridad consiste en encerrarse en casa y no escuchar las noticias.

Obviamente las autoridades civiles y eclesiásticas interpretan el problema como una cuestión de justicia social. Pero esta es una manera de ver muy subjetiva. Hay que ponerse las botas y asumir la labor o caminar en los mocasines del prójimo. La solución no esta ni en las limosnas, ni en calmar la sed o el hambre por un día. Hay que aprender más sobre la naturaleza de la indigencia y clasificar cuidadosamente para prestarles los servicios y entrenar profesionalmente a un número realista de las fuerzas del orden para proteger a los ciudadanos más vulnerables.

Ofrecer trabajo a un indigente, resulta arriesgado y en ocasiones peligroso para las personas bien intencionadas. No hace mucho, una señora mayor que empleó temporalmente a un habitante de calle, fue asesinada por el hombre, un esquizofrénico, con un destornillador. Es solo uno de los muchos casos.

La Cámara de Comercio de Calarcá, inició la campaña “no dar limosna” para desanimar a los pedigüeños que asedian a diario a millares de peatones y transeúntes. Los hay que son hostiles y agreden a quien no les dan limosna. Un “cuidador” de autos puede causar daños al vehículo. El que “limpia” vidrios los escupe cuando impone sin resultado la “limosna”. No hay que olvidarse del avivato que posa de indigente, pero que en realidad es depredador de incautos. Un montón de esos “agentes viajeros”, regresan en la noche a sus ciudades, para volver al otro día por más botín.

La Defensoría del Pueblo, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y las autoridades del Quindío, deberán investigar a fondo el abuso de los vecinos departamentos y desmantelar el tinglado de individuos que se prestan a ese tráfico ignominioso. Los Gremios del Quindío contribuyen con recursos para el centro de rehabilitación y el próximo 23 de septiembre se adjudica el contrato para el Centro integral de habitante de calle. El plan de choque para contrarrestar el fenómeno de los indigentes andantes, comienza con el número y lugar de procedencia de estas personas que hoy permanecen en territorio quindiano para así devolverlos a su lugar de origen y proveer más atención y recursos a los nativos.

 

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.  Es autora de varias colecciones de cuentos, ensayos y varias novelas, la más reciente de ellas, Mariposa Mentalis. En proceso de publicación.

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