Por Zoé Valdés/La Gaceta de la Iberosfera.
Existe una gran diferencia entre hombres de poder y los caballeros, algunas veces el poder y la caballerosidad coinciden, pero con la época advenida en la que intentamos existir con un cierto decoro, cada vez menos esa conjunción resulta común, más bien es poco corriente.
Donald Trump es un hombre poderoso, no sólo porque es el hombre que ostenta el mayor poder a nivel mundial, sino porque debido a su riqueza construida por su padre, heredada de su padre, y multiplicada por él mismo, siempre ha ido con el puño económico como arma y escudo, ahora además hay que añadirle el político. ¿Es Trump un caballero? Definitivamente no, aunque tampoco se hecha a ver. Y es que eso tiene el dinero y la política, no están pensadas para exquisiteces. Ni creo que tampoco Trump haya sido elegido porque tuviese algo que ver con la hidalguía, la que describiría a un caballero.
Elon Musk, pues más de lo mismo, es un sabio, piensa como un sabio, pero no siempre los sabios son magníficos creadores delineantes de elegancia. Sí, con harta frecuencia los sabios lo son en su mente, pero a la hora de edificar y ejecutar resultan delirantes chapuceros. Musk es, a mi juicio, un sabio chapucero. Inventó todo lo que sabemos ha inventado, pero los diseños son espantosos, al menos para mi gusto. Sin contar que algunos empiezan a ser peligrosos, pues se ha dado el caso de que varios conductores de Tesla incendiados no han podido salir a tiempo del coche y han quedado más achicharrados que una croqueta de cualquier fritanguería miamense. Elon, desde luego, tampoco es un caballero, es el hombre más rico del mundo, y eso desdichadamente lo define con sus puntos a favor y en contra.
Creer que Trump y Musk habían familiarizado de la manera tan excéntrica como lo hicieron en plena campaña presidencial del primero, debido a una mera admiración mutua y por amor entrañable es comerse la tranca atravesada. No existe amor alguno en política, y con el dinero calculen… ¿Lealtad? En caso de que hubiere, cada vez más escasa.
Musk y Trump recién han brindado el peor espectáculo que puede dar una administración norteamericana, todo en apariencia relacionado con decisiones económicas del gobierno de Donald Trump, en el que Musk no debiera interferir, puesto que no forma parte del gobierno, su participación en el departamento creado por él, DOGE, ha culminado en el tiempo acordado entre ambos, y cualquier crítica debió hacerla desde la perspectiva del puesto que ocupó y desde el agradecimiento. Pero no lo hizo. Prefirió el escándalo, la infamia, la burla…