EDITO

Espejeras

Por Zoé Valdés/El Debate.

Si sólo fueran esos pechos caídos que rozan el ombligo y que se le marcan debajo de una blusa ligera de verano, si sólo fuera porque sabiéndose provocadoramente ridícula ella marcha con la espalda recta, sin ajustadores, o sostenedores, pisando fuerte y de frente, nariz de tucán, orgullo mamario en ristre.
Si sólo fueran las espejeras que deben nacerle entre piel y carne ondulante, con su respectivo mal olor provocado por este naciente salpullido de verano de los mil demonios, aroma emanado del grajiento sudor.
Si, en resumen, sólo fuera la imagen que quiere brindar, y la que en verdad proyecta, no impondría la repulsión con la que consigue intimidar, el rechazo que siembra, lo que ella por el contrario presiente como poderío.
Aquella se ha ido, tumbada por esta, ¿podemos respirar aliviados?
De ninguna forma, ésta es tan mala o peor como la que ella misma ha derribado de un tajo, después de decir que la quería y consentía hasta morirse de ternura por Irene.
Ésta lleva en la melena una especie de esponjosa suavidad que al descubrirle el perfil de púa se transforma en el vivo retrato del engaño, de la mentira, del trampantojo.
Sí, es el trompe-l’oeil que logró siluetearse mediante modelos agraciados de ropa, bajo tintes rubios de pelo antes grasiento, frases aniñadas, más bien ñoñas, gestos vaporosos, cual boxeadora que anhela devenir prima ballerina assoluta, en un charco para cuervos, y no en un lago de cisnes.
¡Quién la vio y quién la ve! Irreconocible, en su buen andar ñangareta (comunista en cubano). En su aspecto de tiñosa depredadora….

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