Medias

El misterioso caso de Operación “Ruiseñor”

Por Gloria Chávez Vásquez

 

Sabremos que nuestro programa de desinformación estará completo cuando todo lo que el pueblo americano  crea, es falso.

William Colby

Director de la CIA (1981)

 

 

El código de la doctrina del nazismo, según admitió el mismo Adolph Hitler, aconsejaba: “Decir la mentira en grande, mantenerla simple, continuar repitiéndola. Eventualmente la gente se la creerá.”  No era la primera vez, ni sería la última, que un régimen manipularía la mente humana para adoctrinar y crear su propia realidad, el resultado de lo cual tuvimos una muestra en la II Guerra Mundial.  En efecto, es uno de los preceptos en el libro del revolucionario comunista. No es pues una sorpresa que la propaganda basada en la mentira haya permeado de tal manera a un país como los Estados Unidos. Uno de esos experimentos iniciado por la CIA (Central Intelligence Agency) durante la Guerra fría, tuvo como consecuencia el resultado de las pasadas elecciones.

Hasta hace solo unos años la información en Wikipedia acerca de la Operación Mockingbird (Ruiseñor) decía: “…es el nombre de un proyecto de la CIA que puede o no haber existido. Se ha mencionado en varios libros y sitios en la red pero su existencia no ha sido determinada o admitida. Algunos alegan que la operación es meramente una leyenda urbana o teoría de conspiración”.  Es obvio que la persona que escribía no sabía nada de ese programa o aparentaba no saber. Lo cierto es que, en la década de los 70, no bien cerradas las audiencias del Watergate, que culminó con la renuncia del presidente Richard Nixon a la presidencia de los EE.UU y depositó decenas de sus colaboradores en la cárcel,  Carl Bernstein, uno de los reporteros detrás del escándalo, reveló a la revista  Rolling Stone (1977) los detalles de la Operación Mockingbird.

Operación Mockingbird empezó como un programa doméstico en 1948, cuando Frank Wisner fue nombrado director de la Oficina de Proyectos Especiales, luego conocida como Oficina de Coordinación de políticas.  Lo primero que hizo Wisner fue reclutar a Philip Graham, el director del Washington Post, para manejar el proyecto dentro del periodismo. A mediados de los años 50, Wisner era ya el jefe de respetables miembros del New York Times, Newsweek, CBS y otros medios de comunicación.  Los periodistas controlados por la CIA, llegaron a escribir artículos para más de 300 periódicos, a la vez que le proveían información confidencial. El entonces jefe de la División de Organizaciones Internacionales de la CIA, Thomas Braden, repartía el dinero de los contribuyentes estadounidenses a diestra y siniestra no solo entre los periodistas mercenarios sino entre los líderes internacionales con quienes simpatizaba. Tampoco limitaba el número de agentes que podía contratar y los que se hacían pasar por periodistas en el exterior, ni las actividades que creía necesarias para su trabajo. La CIA se comportaba como una multinacional.

No conforme con comprar periodistas, Wisner reclutó estudiantes de periodismo y sobornó a académicos y líderes de sindicatos. Su argumento era que las agencias comunistas como la KGB, operaban del mismo modo. Ante la imposibilidad de que un congreso (más honesto en ese entonces), aprobara sus actividades, Braden optó por mantenerlas secretas. Bajo esa operación, que ha inspirado innumerables novelas y películas, cientos de periodistas, incluyendo ganadores del premio Pulitzer, fueron contratados por la CIA, para escribir noticias falsas, desinformar, y espiar para la agencia. A periodistas más honestos se les amenazó o chantajeó para que se convirtieran en “trinadores” (twitters) o “cantaran” como “ruiseñores”. A muchos otros se les dio a publicar información fabricada sobre las operaciones, para inspirar el apoyo a la CIA. Tras el asesinato de John F Kennedy, la agencia gastó sumas fabulosas para desacreditar a los críticos de la desinformación en el Reporte Warren. Asimismo, su inefectiva propaganda para contrarrestar el comunismo chino y soviético, le costó al pueblo estadounidense $265 millones de dólares al año.

Los detalles de la debacle de ese proyecto, salieron a la luz después de que EE.UU. abandonó Vietnam. En 1976, el Comité Selecto para el Estudio de Operaciones Gubernamentales con Respecto a Actividades de Inteligencia, presidido por Frank Church, publicó el reporte del congreso. A raíz de esas investigaciones el nuevo director de la agencia, George W. H. Bush, anunció la terminación de Mockingbird.

Pero aunque desaparecido oficialmente del radar, las maniobras de la Operación nunca terminaron del todo. Es más, la administración Carter adoptó un cambio de política y los cañones en otra dirección: más flexibilidad con el enemigo y menos tolerancia en el país. Era una especie de revolución cultural, más benigna que la Maoísta. Después de todo, Nixon le había abierto las compuertas a la China comunista. Aparentemente reconstruida, y con personal renovado, la CIA continuó su labor de alimentar la nueva red internacional que proveía información a la agencia. Su objetivo de influir la opinión a través del periodismo mercenario continuaba. Como Moscú, Pekín y la Habana se dio a la tarea de adjudicar enormes sumas a organizaciones y editoriales para promover una ideología más “progresista”. La agencia continuó actuando de forma clandestina para conseguir información publicada inicialmente en los medios extranjeros y diseminarlos después en EEUU.

Según informes de The Education Forum, un grupo de educadores que monitorea la red, la   desinformación ha contaminado totalmente a las redes sociales. “La entrada más reciente en Wikipedia es perturbadora”, reporta EF. Wikipedia borró toda referencia al sitio que produjo la información sobre Operación Mockingbird y sacó el nombre de la mayoría de los periodistas que trabajaban en los medios y organizaciones en ese entonces. “Es obvio que OM todavía existe y está teniendo un impacto en la información en la internet”.  Tampoco hay duda alguna en que la agencia ha reclutado actores y directores de Hollywood como voceros de su propaganda. Basta escuchar las periódicas peroratas políticas de algunos influencers, etc.

La presencia de la CIA en la televisión se ha hecho más visible dado que muchos de sus comentaristas y consejeros son los mismos individuos que han sido o son funcionarios de la agencia, como John Brennan, su director (2013-2017). De otra parte, si usted mira a los supuestos periodistas que integran el cartel de las estaciones nacionales de televisión como CNN, MSNBC, ABC se encuentra con un enjambre de “ruiseñores” como Anderson Cooper y Brian Williams, reclutados en sus años mozos por la CIA; Según el mismo William Colby, la CIA es dueña de todo aquel que es alguien en la TV. Y para comprobarlo Mika Brzezinski, comentarista del programa Morning Joe en la cadena MSNBC afirma que como periodistas: “Nuestro trabajo es controlar lo que la gente piensa”.

 

 

 

Gloria Chávez Vásquez es escritora y periodista.

 

 

 

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4 Comments

  1. Pingback: El misterioso caso de Operación “Ruiseñor” – – Zoé Valdés

  2. ¡Muy interesante e informativo!

  3. Julio Soto Angurel

    Ya todo esto es agua pasada desde hace años.
    Queremos saber y conocer cuales son los nuevos planes de los centros de poder que se están usando actualmente contra el pueblo.
    No hay y no existen enemigos reales. El mundo tiene dueños y casi todos están puestos de acuerdo entre si.
    En realidad el verdadero enemigo es el pueblo, todos los pueblos.
    Nosotros, los hombres y mujeres de a pie somos vistos y percibidos por el poder como un enjambre de insectos y tal vez no les falta razón, pero, los poderosos realmente, nos ven como insectos y como tal nos tratan.

  4. Que me dice de John Brennan, consejero de Barack Hussein Obama, director de la CIA el cual en 1980 admitió haber votado en una elección presidencial a Gus Hall que representó al partido comunista estadounidense ? Uno de los grandes colaboradores de la mentira rusia-gate.
    El partido demócrata en conjunto con agencias de seguridad estadounidense deciden estabilizar el coup d’etat como una opción permanente de gobernar.

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