Por Zoé Valdés/El Debate.
El acto de homenaje a las víctimas de la tragedia provocada por la dana dio vergüenza; ni una pizca de compasión, ni de prioridad a la esperanza, ni una concesión a una vida mejor. Todo muy cutre, frío, manchado por los politiqueros y la politiquería, o sea, esterilizado por ellos. Ni una palabra dedicada a Dios, ni un padrenuestro, ni un avemaría. Vamos, un mitin más, de los de andar por casa. Sentí vergüenza, sentí asco, tanto que hasta el último momento no sabía si debía escribir sobre el tema. Verán el porqué decidí hacerlo…
También me he sonado sin respirar las cinco horas de inauguración del nuevo Museo de Egipto. Y mientras la charranada del acto de la dana me pareció extremadamente largo por mediocre y aburrido, el acto del museo –pese a su duración– se me fue como agua. Cuánta elegancia, qué gusto, la belleza prevalecía. ¿Y saben por qué imperaba la belleza? Porque pusieron la fe, la sabiduría y la compasión en el sitio de honor, en su trono, sin complejos de ningún tipo.
Es cierto que no pudieron faltar las cagarrutas que empañaron la ceremonia: el Petro Cacas, vestido de blanco palero (brujero) y la maniquí comunista gallega, que al parecer ya no se dedica a planchar. Según se puede interpretar la plancha se la prestó momentáneamente a Rosalía, esa señora que dice en una de sus canciones que Dios es un stalker, o sea, un acosador.
En fin, el Popolo derretido con Rosalía, que sin resuello entona el rastrojo de ópera alemana que se le ocurrió mientras plancha y tal, y para colmo comenta en otro clip que Dios acecha. Fíjense, no que Dios la cuida, no que la protege, no, qué va… Dios la acecha, o sea, la acosa.
Entretanto, en Egipto, las cantantes, de primera, de un nivel excepcional, muestran un respeto, una grandeza, una visión de fe, con unas voces que ya quisieran cuatrocientas rosalías juntas. Al final todo es un problema de Fe, o de apostasía.
Mientras Occidente se hunde avergonzado de ser lo que fue, Oriente crece, se sublima, se agiganta, brilla con un esplendor que ya podemos considerar un espléndido futuro. Reitero, vean y comparen el espectáculo de la inauguración del nuevo Museo de Egipto con la basura acomplejada y siniestra de los Juegos Olímpicos en París, donde no solo no hubo ni rastro de fe y valores, por el contrario, notamos traición a esos valores, negación absoluta de la fe, nada de compasión y mucha fealdad. Fealdad a burujón, como para epatar a una burguesía cada vez más progre, pobre.
¿Por qué crece Oriente? ¿Porque vuelve a hallarse en su grandeza pasada, en el caso de Egipto? Pues porque toda la mierda mortífera nos la han enviado a Occidente. Y, Occidente la ha aceptado, para que los asesinen a puñaladas a diario; como acaba de suceder nuevamente en el tren del terror en Huntingdon, en Inglaterra. ¿Por qué ninguno de esos países archi riquísimos de Oriente aceptan a los inmigrantes ilegales? Pues porque conocen muy bien que son más que ilegales, o sea, son invasores, nada de inmigrantes inocentes; de ahí que sean enviados masivamente a empobrecer y a destruir Occidente, por la vía que sea.
Por otro lado, mientras la presidente (de origen judío) de México aprovecha cualquier escenario, ya sea toma de posesión u otro asunto público, para armar sus aquelarres con humo y paripés sacrificiales de incierta e ignota procedencia, porque ni azteca ni maya –los mayas quemaban copal, una resina, lo otro no son más que inventos suyos, como los penachos de los danzantes en el Zócalo, por cierto, me aclara un amigo que ya existe toda una escenografía falsa postrevolucionaria cansina para energúmenos–; el traidor de Napoleonchu Albares se dedica a suplicar perdones que no vienen al caso. No sé si arrodillado, porque dada la altura (no precisamente física) este personaje nefasto pareciera que nació arrodillado…
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