EDITO

ED. Macronada versus Melotodo

Por Zoé Valdés/El Debate.

El viernes pasado el presidente francés Emmanuel Macron se dirigió a los jóvenes, habló con ellos —o eso pareció, en realidad aquello parecía otro aburrido monólogo—, con ese tono entre camaradería de eterno adolescente y al mismo tiempo paternalista profesoral al que tiene acostumbrado al pueblo-rebaño. Pleno de consignas repetitivas, anuncios de falsas expectativas y peores predicciones esperanzadoras, de lo único que consiguió convencer es de lo pésimo orador que es… O que son, porque uno de los problemas actuales más grave de los políticos, salvo casos raros, es que no saben hacer un discurso con un sentido verdadero, profesional, convincente y coherente. Macron escupió su bazofia y estoy segura de que al salir de allí ya nadie se acordaba de lo que había arrojado, pero todos llevaban el pecho henchido y con un síntoma victorioso que les carcomía por dentro, adoctrinados por una victoria no efectuada. Promesas, promesas, cantaba Dalida, una de las amadas por el socialista-socialité François Mitterrand, quien al menos era culto.

Macron en lo que sí jamás se equivoca es en la advertencia. Macron no da puntada sin hilo. Cuando Macron hable, observe usted, deténganse exclusivamente en las advertencias. Y de advertencias tuvimos sobradas. Por ejemplo, al igual que Pedro Sánchez advirtió que no se iría nunca del poder, que llegaría con su legislatura más allá del 2027, aunque con más elegancia y menor ringardismo que el socialcomunista, el francés aseguró que necesitaría de esa juventud en el 2027 y en el 2035; o sea, cuando ya esos jóvenes sean unos chamuscados y vencidos adultos enlatados en la agria salsa macronista. Pura agenda 2040.

Hizo su alarde de defensa a las Fuerzas Armadas, que en ese mismo momento se debatían, no en alguna guerra lejana, no, en no sé qué carretera de Francia, impidiendo la quema malvada de bosques, y siguió fingiendo que sumaba logros. Mientras tanto Pedro Sánchez actuaba más o menos con más de lo mismo en España, aunque rodeado de corruptos y sitiado por la corrupción en la que presuntamente estaría él mismo implicado.

En otra parte del planeta, no muy lejana, en Italia, una mujer, la primera ministra Giorgia Meloni, hacía un discurso que devino viral de inmediato en redes sociales, debido a su claridad meridiana, a la valentía con la que le habló a los italianos y a los occidentales. Tanto, que inclusive un escritor español parió un xuitalegando que le daban ganas de ser italiano; no entiendo por qué, en España existe Santiago Abascal, que no sólo sostiene un discurso idéntico, además fue quien llevó a España a Giorgia Meloni, le dio tribuna antes de que fuera elegida primera ministra, como mismo ocurrió con Javier Milei, presidente de Argentina; si los europeos supieron más acerca de ellos fue en buena medida gracias a Vox y a su líder…

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