Por Miguel Pérez Pichel/El Debate.
Testigo privilegiado de la Transición, periodista de referencia de las últimas décadas del siglo XX y escritora superventas.
El Debate recibe en su redacción a Julia Navarro, que llega con su última novela, El niño que perdió la guerra (Plaza & Janés) bajo el brazo.
El libro es la historia de Pablo, un niño cuya familia, republicana, manda a Rusia en los últimos meses de la Guerra Civil ante la inminencia de la victoria de las tropas de Franco.
La familia de Pablo tiene intención de reunirse en cuanto pueda con su hijo en Rusia, pero en tiempos de guerra los planes son papel mojado, y el niño queda atrapado en la Unión Soviética.
Julia Navarro es una escritora práctica, que esgrime una prosa eficaz, sin florituras, pero muy precisa. En su estilo se nota su buen hacer como periodista, y ese sea, seguramente, el secreto que se encuentra detrás de su éxito entre crítica y público.
–El tema de la novela es el totalitarismo como enemigo del individuo. Los protagonistas viven atrapados entre dos dictaduras, la soviética y la franquista. Comunismo y fascismo, dos ideologías totalitarias que, sin embargo, la historia parece tratar de un modo muy diferente. ¿Existe alguna delgada línea que haga más aceptable una que otra?
–Para mí, no. Para mí todas las dictaduras son dictaduras, se pinten de rojo o se pinten de azul. Yo creo que hace ya muchas décadas que tanto el estalinismo como el franquismo son tratados como lo que han sido: regímenes totalitarios, regímenes que cercenaron la libertad de los ciudadanos y regímenes absolutamente terribles. Cada uno con sus características, evidentemente. Pero una dictadura es una dictadura, independientemente del color con que se pinte.
–El protagonista de la novela es Pablo, un niño al que la guerra en España separa de su familia y que termina exiliado en la Rusia comunista. ¿Es el trauma de los niños de la guerra el mayor mal de los conflictos bélicos?
–Los niños siempre pierden las guerras de sus padres y en aquel momento histórico a muchos niños españoles, para salvarles del horror de la guerra, sus familias decidieron enviarles a distintos países que se abrían a acogerlos. Como estamos viendo hoy en día: cuando hay un conflicto bélico hay países que dicen que pueden acoger a los niños.
El problema es que los niños que fueron enviados a la Unión Soviética no tuvieron retorno porque la Guerra Civil la gana Franco y no hay relaciones entre la España de Franco y la Rusia de Stalin. Aquellos niños que fueron enviados a Rusia se quedan atrapados allí y no pudieron volver…