Por Carlos Manuel Estefanía.
Comentando el artículo “Los Juegos Olímpicos están poniendo en peligro a las atletas femeninas” de Lauren Smith.
El artículo mencionado arriba, escrito por Lauren Smith y publicado en spiked el 1 de agosto de 2024, expone de manera contundente los riesgos y controversias en torno a la inclusión de atletas con diferencias en el “desarrollo sexual” “en las competiciones femeninas, particularmente en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Smith comienza su análisis mencionando la reciente declaración de Lisa Nandy, la secretaria de Cultura del Reino Unido, quien expresó que no tiene objeciones a que hombres compitan en categorías femeninas si los organismos deportivos así lo deciden. Según Nandy, estas entidades conocen mejor los requisitos y deberían tener la libertad de establecer sus propias reglas respecto al sexo y género de los competidores.
La autora critica esta posición, argumentando que la indiferencia hacia las diferencias biológicas puede tener consecuencias catastróficas. Como ejemplo, Smith relata el incidente ocurrido en un combate de boxeo olímpico entre la italiana Angela Carini y la argelina Imane Khelif. Carini abandonó el combate después de recibir solo un par de golpes de Khelif, sufriendo una fractura nasal y cayendo de rodillas en lágrimas tras apenas 46 segundos de pelea.
Khelif no es una oponente ordinaria. En los Campeonatos Mundiales de Boxeo Femenino en Nueva Delhi del año pasado, Khelif falló una prueba de sexo y fue descalificada de la competencia por tener cromosomas XY en su ADN, lo cual sugiere una diferencia en el desarrollo sexual. A pesar de esto, el Comité Olímpico Internacional (COI) permitió su participación en los Juegos Olímpicos de París. Desde 2021, el COI ha eliminado las pruebas hormonales obligatorias y ha delegado a las federaciones deportivas la decisión sobre quién puede competir en cada categoría de sexo.
Smith subraya los peligros inherentes a esta política, especialmente en deportes de contacto como el boxeo. Cita estudios que demuestran que los hombres pueden golpear 2.6 veces más fuerte que las mujeres, incrementando significativamente el riesgo de lesiones graves. La autora insiste en que este no es solo un problema de equidad en la competición, sino una cuestión de seguridad para las atletas femeninas.
El artículo también menciona otro caso similar, el de Lin Yu-ting de Taiwán, quien fue descalificada de los campeonatos mundiales femeninos el año pasado tras descubrirse que tenía cromosomas XY. A pesar de esto, Yu-ting está programada para competir contra Sitora Turdibekova de Uzbekistán en los Juegos Olímpicos.
Smith critica la respuesta del COI a estas preocupaciones, describiendo su actitud como indiferente y peligrosa. Según un portavoz del COI, Mark Adams, las preocupaciones sobre la elegibilidad de Khelif y Yu-ting son parte de una “caza de brujas” y estos atletas son “totalmente elegibles” porque son mujeres en sus pasaportes y han competido durante muchos años como tales. Adams añadió que estigmatizar a estos atletas no es útil, ignorando así las preocupaciones legítimas sobre la seguridad y la equidad en la competición.
La autora recoge testimonios de otras boxeadoras, como la mexicana Brianda Tamara, quien luchó contra Khelif en 2022 y afirmó que nunca había sentido una fuerza similar en sus 13 años de carrera, ni siquiera en sus entrenamientos con hombres. Tamara expresó su gratitud por haber salido del ring sin lesiones graves, subrayando así los peligros de enfrentar a oponentes con ventajas biológicas significativas.
Smith argumenta que la insistencia en la inclusión a cualquier costo, promovida por los activistas de los derechos transgénero, ha llevado a los organismos deportivos a ignorar la realidad biológica. Esta tendencia, según ella, pone en peligro la seguridad de las mujeres y socava la integridad de las competiciones deportivas femeninas.
En conclusión, Lauren Smith advierte que la desastrosa pelea entre Angela Carini e Imane Khelif es un claro recordatorio de los riesgos asociados con priorizar la “inclusividad” sobre la dignidad y seguridad de las mujeres. Ella hace un llamado a reevaluar las políticas actuales para proteger la integridad de las competiciones deportivas y la salud de las atletas femeninas, insistiendo en la necesidad de mantener pruebas de sexo para garantizar la seguridad y equidad en el deporte.
Por supuesto, si de mi opinión se tratara, iría mucho más allá de las barreras ideológicas que se autoimpone la periodista con el eufemismo de “desarrollo sexual”. Salvo en la etapa embrionaria, no existe algo así como el desarrollo de un ser humano hacia un determinado sexo. Una vez nacemos con el sexo que nos ha dado la naturaleza, o en casos excepcionales con una ambigüedad conocida como hermafroditismo, solo puede haber una manipulación quirúrgica, psicológica y legal cada vez más extendida en pacientes con disforia de género. A estos pacientes se les hace creer que están siendo llevados a transitar hacia el género opuesto, lo cual es imposible con el conocimiento científico actual.
Hablar de “mujeres trans” es un sinsentido, especialmente en el ámbito deportivo, donde se ha comprobado lo catastrófico que resulta enfrentar a mujeres biológicas con hombres que se han sometido a procesos de feminización. En realidad, lo que se está haciendo es enfrentar a mujeres con hombres “amujerados” solo de manera superficial e “incompleta” , en un proceso imposible de culminar, aunque esto no se diga claramente en el artículo.
Carlos M. Estefanía. Disidente cubano radicado en Suecia.
Asi mismo como usted lo dice al final, y digo mas, esto forma parte del plan para disminuir hasta la poblacion mundial