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Argentina. Ministro Berni, de la paranoia a lo payasesco

Por Joaquín Morales Solá/LA NACION/RZP.

Para la Justicia, la muerte injusta e innecesaria del chofer Daniel Barrientos es un caso más, aunque grave, de inseguridad en La Matanza cruel y abandonada a la mano de Dios. Para la Iglesia, se trató de la consecuencia de un territorio liberado a la acción mafiosa de los narcos, que tiene a los jóvenes como “soldaditos” para matar o vender estupefacientes. O como consumidores adictos de drogas. Sergio Berni abandonó el personaje de un “Rambo” solitario e ineficaz solo para hacer el papel de un desopilante bufón. “Nos tiraron un muerto”, dedujo después de que casi lo mataran a golpes en una manifestación de compañeros de trabajo de Barrientos. El ministro de Seguridad debería averiguar si la fractura de cráneo que le dejó la golpiza, según contó, no afectó también su cerebro. Imaginar que la policía de la Capital estuvo detrás de todo, de la muerte de Barrientos y de su propio avatar, es un acto que supera el diagnóstico de la paranoia. Pero no quedó solo: el gobernador Kicillof abonó en la noche del martes la idea de un complot e intentó vincular a la oposición con el crimen del colectivero.

Los primeros en no creerles son los choferes de colectivos, porque son las víctimas cotidianas de la inseguridad en el arisco e imprevisible conurbano bonaerense. Todos los días sufren, sobre todo en La Matanza, asaltos, golpes y robos a mano armada, delitos que incluyen como víctimas a los pasajeros. De hecho, una pasajera de Barrientos había sido desvalijada antes de que fusilaran al chofer. Los delincuentes se llevan lo que pueden canjear rápidamente por drogas: dinero en efectivo o celulares. Por eso, la muerte de Barrientos, quien ni siquiera se resistió al robo, provocó la acción exaltada y conmovida de sus compañeros. El lunes protagonizaron, en ese contexto, un hecho novedoso en la ya complicada relación de la política con la sociedad. Hasta ahora, los dirigentes políticos o funcionarios eran escrachados o insultados en el espacio público. La paliza a Berni cruzó un límite peligroso, como lo es la violencia física por parte de una multitud (eran una 200 personas) contra una persona indefensa. Es cierto que ningún buen consejero le hubiera propuesto a Berni bajar en su rambístico helicóptero en medio de una protesta de gente enfurecida. Pero Berni es un cultor de las soluciones mágicas. Así como dijo que él resolvería la gravísima situación de Rosario en solo quince días (nunca lo probará), el lunes creyó que su sola presencia acallaría la furia de quienes habían perdido a un compañero en manos de la delincuencia y quienes, al mismo tiempo, saben mejor que Berni que la inseguridad es la única certeza en esos barrios de La Matanza. El reino de Fernando Espinoza, que gobierna o lidera La Matanza desde 2005, es un territorio precario, invadido por el narcomenudeo y poblado por uno de los mayores porcentajes de pobres del país. Es también uno de los lugares del país donde el kirchnerismo practicó con más intensidad el clientelismo político. La Matanza es el lugar donde Cristina Kirchner tiene uno de los índices de popularidad más altos del país. ¿Es extraño o es la consecuencia del clientelismo?…

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