Por Alejo Shapire/Seúl.
On Democracies and Death Cults: Israel and the Future of Civilization
Douglas Murray
Broadside Books, 2025.
240 páginas, US$ 15 (ebook).
Hay pocos intelectuales en estos días capaces de conseguir lo que Douglas Murray alcanza en su último libro, On Democracies and Death Cults: Israel and the Future of Civilization (Sobre las democracias y los cultos de muerte: Israel y el futuro de la civilización). Si el británico Murray lo logra es porque comparte con su extrañado amigo y compatriota Christopher Hitchens la misma erudición académica, una gran valentía iconoclasta y su gran talento como polemista. No faltan reporteros de guerra o literatos con formación en Humanidades egresados de casas de estudio prestigiosas (Eton y Oxford, en el caso de Murray) que descuellen en los debates culturales. Lo excepcional es dominar todas las áreas a la vez, conjugando el testimonio de la brutal inmediatez del conflicto bélico con el análisis político servidos con prosa precisa y elocuente.
On Democracies arranca con las primeras horas del 7 de octubre de 2023, la peor matanza de judíos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Murray, que estaba en Nueva York, Descubrió las dantescas imágenes del pogrom en las redes sociales y, un día después, asistió a las primeras manifestaciones en Manhattan. “No era una protesta contra los horrores del día anterior”, escribe en el libro. “No era una protesta contra los terroristas de Hamás. Era una protesta contra el Estado de Israel y los ciudadanos del único Estado judío del mundo”.
Y después continúa: “Algunos venían con pancartas caseras. En ellas se podía leer ‘Del río al mar’, ‘La resistencia está justificada’, ‘La resistencia no es terrorismo’, ‘Lucha contra la supremacía blanca’ y ‘Larga vida a la Intifada’. Uno de los carteles más escalofriantes decía ‘Por cualquier medio necesario’. Esto ocurría en un momento en que el mundo ya sabía que esos ‘medios’ incluían el abuso sexual masivo de mujeres y quemar vivas a familias enteras en sus casas. Mientras se desarrollaba esta protesta en Nueva York, las masacres seguían en el sur de Israel y los terroristas aún no habían sido repelidos. Este patrón se repitió en ciudades de todo Occidente”.
Ahí se disparan las preguntas que recorren todo el ensayo. La primera: ¿por qué esa falta de empatía en Occidente y, en su lugar, un apoyo a asesinos, violadores y secuestradores?
La masacre de israelíes, entre ellos peaceniks que abogaban por una convivencia pacífica con los vecinos de Gaza –activistas que se dedicaban a la ayuda humanitaria de palestinos, sobrevivientes del Holocausto, neo-hippies que bailaban en el desierto–, no resultaba merecedora de esa simpatía espontánea que va hacia cualquier grupo de civiles diezmados por la barbarie. No había celebridades pidiendo “Bring back our girls” como cuando los islamistas de Boko Haram secuestraron en Nigeria a alumnas de un colegio de mujeres. No existió el “yo te creo, hermana” de las feministas para solidarizarse con las indefensas chicas israelíes violadas por los atacantes palestinos. Ahí se disparan las preguntas que recorren todo el libro.
La primera: ¿por qué esa falta de empatía en Occidente y, en su lugar, un apoyo a asesinos, violadores y secuestradores? ¿Por qué los terroristas de Hamás y civiles palestinos, a diferencia de los nazis, no sólo no ocultaban su barbarie, sino que la difundían en tiempo real? “Himmler y sus SS se contaban entre las personas más malvadas de la historia de la humanidad, pero incluso ellos habían intentado encubrir sus crímenes. Aquí, en 2023, bajo la forma de Hamás, había personas que se jactaban de sus crímenes, estaban orgullosas de sus crímenes y, de hecho, querían difundir sus crímenes para que todo el mundo los viera”, escribe.
¿De dónde venía el obsceno éxtasis de los verdugos? ¿Cómo explicar que las universidades más elitistas de Occidente fueran el teatro de un cosplay de estudiantes disfrazándose de elementos de Hamás y Hezbolá, acosando a los alumnos judíos? Y todo, en medio de un espectacular alza del antisemitismo que no se veía desde el Holocausto y antes de que Israel empezara siquiera a responder a la masacre. De ahí viene otra pregunta, que arrastra el libro en los meses en los que Murray recorre palmo a palmo Israel, interroga a militares, a Netanyahu, entra en Gaza y Líbano integrado con el ejército israelí: ¿por qué no anticiparon el ataque y tardaron tanto en defender a los israelíes? Esta última pregunta quedará en suspenso hasta que una compleja investigación encuentre las causas, le responden. Lo que está claro es que muchas de las señales que anticiparon el ataque fueron ignoradas por haberse registrado ya en otros momentos sin que luego ocurriera nada y por “hibris”, cierta arrogancia de un ejército demasiado confiado en su superioridad armamentística y tecnológica. En cualquier caso, la clave del éxito de los verdugos residió en que la “start up nation” fue sorprendida por un ataque “low tech” mientras se preparaban para algo más sofisticado.
El mal en estado puro
Murray camina los kibutzim con la sangre aún fresca en las paredes de las casas de familias masacradas que intentaron pertrecharse en las safe rooms antes de ser baleados, quemados, violados, secuestrados. Repasa las imágenes que le muestran familiares de víctimas: el júbilo sádico de los terroristas, el pánico, la desesperación de quienes huían y sus seres queridos que seguían por las cámaras de los celulares de las víctimas sus últimos instantes, las filmaciones de los propios islamistas que usaban las redes sociales de sus presas para compartir a sus allegados la matanza. “El mal existe como fuerza en el mundo. De hecho, es la única explicación de por qué ciertas personas hacen ciertas cosas. El 7 de octubre de 2023, muchos israelíes se enfrentaron al mal en estado puro, 1.200 de ellos en los últimos momentos de sus vidas”, postula Murray.
El autor a menudo utiliza el término “necrofilia” para describir la ideología islamista e indaga en la ceguera de los occidentales ante lo evidente. “Incluso darse cuenta de por qué había surgido y se había extendido el movimiento favorable al culto a la muerte era darse cuenta de un hecho que sigue siendo innombrable en la mayoría de las democracias occidentales. Había patrones, sin duda. Pero nadie debía advertirlos, porque planteaban preguntas demasiado difíciles de formular”…
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