Por Elías Amor.
Desde que Fidel Castro, muy en contra suya, se viera obligado a abrir las puertas del turismo internacional en Cuba en tiempos del período especial, ha llovido mucho. Y ciertamente han cambiado muchas cosas, pero otras permanecen igual.
Por ejemplo, ha cambiado bastante el perfil del turista que viaja a Cuba, el número y sus cualidades, así como las preferencias, los métodos de pago, los alojamientos, los servicios, los aeropuertos, incluso se ha autorizado la apertura de un modesto sector privado que lucha por abrir espacios frente al dominio del monopolio estatal y sus oscuros grupos de GAESA o Gaviota, entre otros.
Sin embargo, hay algo que sigue sin cambiar y que arroja sombras de duda y sospecha sobre la política turística del régimen comunista. Las autoridades cubanas continúan adjudicando a grupos internacionales la explotación de los activos de propiedad estatal, y lo hacen sin concursos o algún otro tipo de subastas públicas y transparentes, que permitan obtener una información de lo que gana el pueblo de Cuba por facilitar la gestión de los activos que, en teoría son de su propiedad, por parte de grupos internacionales.
La noticia acaba de saltar a los medios cuando se ha conocido que el régimen comunista ha cedido la operación de todos los centros de hospedaje y otras actividades extra turísticas de Cayo Largo del Sur, una paradisíaca isla al sur del país, al grupo hotelero canadiense Blue Diamond.
Y es que también se ha sabido que, en agosto, Blue Diamond (que a su vez está asociado con el grupo Marriott, uno de los mayores a nivel mundial) tomará también el control del hotel Paseo del Prado, inaugurado poco antes de la pandemia en la céntrica avenida de Prado en la capital cubana, que pasará a ser Royalton Habana y que se quiere sea el buque insignia en la capital de este grupo Royalton a nivel internacional.
La cuestión es que el hotel antes estaba gestionado por el grupo ACCOR, y hay no pocas dudas sobre este cambio de gestor. El grupo hotelero, Blue Diamond, que controla 10.900 habitaciones en Cuba, ha ganado terreno en el sector turístico de la isla, en tanto que el grupo español Meliá se mantiene con el mayor número de hoteles (40). Todo muy turbio y oscuro.
Muy bien, hágase la luz. ¿Cómo se cede esta gestión hotelera? ¿Qué tipo de concursos, cláusulas, reservas hay que cumplir para acceder a los negocios con el estado cubano? ¿Qué contraprestaciones recibe el régimen a cambio? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué cláusulas rigen después la prestación de los servicios? ¿Qué beneficios se destinan al propietario de los activos? ¿Qué ofertas realizaron otros potenciales concursantes y en base a qué criterios, técnicos o políticos, se decidió por Blue Diamond?
Y así, se podría continuar con un sinfín de cuestiones relativas a un trámite administrativo que el régimen comunista cubano olvida y desprecia. Ante los ojos de millones de cubanos, hace y deshace negocios con grupos internacionales, sin que los órganos de control presupuestario como la Contraloría, digan algo al respecto.
Se tiene la impresión de que estas cadenas internacionales que reciben del régimen los encargos de gestión se acaban convirtiendo en activos portavoces de la causa comunista cubana, y desprecian las continuas prácticas de represión que ejerce la dictadura sobre el pueblo. No les interesa. Solo hablan de negocios. En una república socialista o comunista que abandera el igualitarismo a la baja a nivel mundial.
De hecho, este grupo Blue Diamond, a través de algún portavoz, ha dicho algo así como que, “para nosotros es muy importante porque como cadena vamos a tomar de forma integral el cayo a nivel de explotación, a nivel de comercialización, no solo los 11 productos hoteleros que tenemos, que son siete villas y cuatro hoteles, sino a su vez nos vamos a hacer cargo de la gestión extra hotelera de áreas comerciales en playas”. Tremendo negocio.
Asociado a estos contratos, sin duda millonarios, hay una política atenta y respetuosa de los poderes económicos que sustentan al régimen dentro del ejército y la seguridad del estado. Se priorizan las inversiones para que todo salga bien, aunque luego no se hagan en sectores vitales para la economía cubana. De hecho, a principios de julio fue inaugurada la nueva pista del Aeropuerto Internacional Vilo Acuña en este cayo, así como rehabilitada la torre de control y otras instalaciones para el relanzamiento de este centro turístico caribeño de 37,5 kilómetros cuadrados, con un criadero natural de varias especies de tortugas.
Y para asegurar el negocio, nuevos vuelos desde Toronto, Montreal, Quebec, Ottawa y Halifax se han planificado en los próximos meses. Los planes son que los turistas italianos empiecen a llegar en octubre y en noviembre los canadienses, para potenciar el negocio en la temporada alta. No quieren perder tiempo para hacer caja.
Todos estos movimientos en la oscuridad, llegan en un momento en que el turismo a Cuba parece querer remontar el vuelo, con un aumento del 500% en los primeros seis meses del año en curso, que, no obstante, supone dejar todavía las cifras un 70% por debajo de los resultados de 2019, último año normal antes de la pandemia. Además, sobre el sector se ciernen lúgubres amenazas internas y externas que parecen no preocupar a los dirigentes, convencidos de que se cumplirá el plan previsto para 2022. Ya veremos.
Elías Amor Bravo (La Habana, 1958) es un destacado y reconocido economista cubano. Delegado de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana en Europa, y Presidente del Observatorio Cubano de Derechos Humanos.
Su carrera profesional ha tenido que ver con la gestión y la dirección de las Administraciones públicas y las entidades sin ánimo de lucro. Profesor de Economía en la Universidad de Valencia, actualmente es profesor en la Universidad ESIC Business School.
Habitualmente publica sus textos y análisis de opinión en medios digitales, tales como, por ejemplo, Diario de Cuba, Cubaencuentro, Cubaliberal, entre muchos otros. Fue miembro del consejo editorial de la Revista Hispano Cubana y también es autor del blog CubaEconomía. En 2010, la editorial Aduana Vieja reunió la mayor parte de los estudios económicos de Elías Amor hasta esa fecha en el volumen Economía cubana: La oportunidad perdida.
El final de los sueños. Cien años de una familia en Cuba, prologada por Carlos Alberto Montaner, es una incursión en el terreno de la narrativa autobiográfica. En esta, su primera novela, asistimos no solo a la construcción y caída de los sueños económicos y sociales de de una familia, sino al derrumbe de Cuba como una construcción de país y de Estado, tras el fracaso de la revolución de 1959.