Cultura/Educación

Variación óptica de la escatalógica muerte de Loló Soldevilla

Frente a este retrato de Fidelio Ponce de León pintado por Loló Soldevilla jugábamos ajedrez Poncito, el escritor Reinaldo Bragado Bretaña y yo, turnándonos.

Por Zoé Valdés.

Yo estuve allí. Lo viví. Loló Soldevilla, la pintora del arte óptico y escritora, ex mujer del líder sindicalista Eusebio Mujal, ya entrada en años, se había casado con Poncito, mi vecino en Mercaderes 2 e hijo del pintor Fidelio Ponce de León y pintor y artesano él mismo, para evitar que lo metieran preso por mariquita.

Esa noche yo, que estaba de visita en uno de aquellos cuartos del piso de arriba pues todavía no residía allí como sucedió más tarde, bajé a jugar ajedrez con Poncito. Mi ‘anfitrión’, al que yo visitaba arriba, estaba de viaje por provincias.

Loló se hallaba tirada en su sofá preferido todo descuarejingado y al que ella llamaba triclinio griego, se acababa de zampar un caldero de arroz amarillo que sólo contenía bijol, porque no había nada que echarle. Nos pusimos a jugar ajedrez Poncito y yo y al rato Loló dijo que iba al baño, el baño era colectivo.

Pasó el tiempo, y nos olvidamos porque estábamos absortos en el juego, de pronto oímos un chillido del Argelino que vivía a la entrada.

-¡Poncito! ¡Corre, Loló está ahí cagando que no para de tirarse peos y me mira de una forma rara, pero no me responde!

Corrimos allá.

El Argelino prosiguió procaz:

-¡Iba yo a cagar y me encontré con esto, del susto el mojón se me ha metido para dentro hasta el pecho, tengo ahora mismo el mojón en el medio del pecho!

Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo. Poncito, muy calmado se acercó a Loló, la tocó. Se volteó hacia mí y me dijo sereno:

-Mira que le advertí que el bijol era malo para todo…

Y yo, que no entendía, era muy joven, le pregunté ingenua:

-¿Se siente mal?

Poncito frió un huevo en saliva:

-Niña, ojalá se sintiera mal, para mí que cantó el manisero. Oye, pero mira que Loló es cabezona, le dije que el bijol a esta hora tan tarde era fatal…

Fueron al policlínico frente al parque Aguiar a buscar la ambulancia, que tardó horas. Por fin llegaron los médicos legales y confirmaron que Loló había fallecido de una pancreatitis. Preguntaron si ella se había sentido indispuesta por alguna causa.

Y Poncito adujo, mientras chupaba el cabo del cigarro enrollado con papel de Biblia, literalmente de la Biblia:

-Ella nunca se sintió indispuesta, para nada, Loló es muy saludable; pero le dio hoy porque quería comer arroz amarillo con pollo, sin pollo, claro, y le puso mucho bijol, porque a falta de pollo, bijol. Se le fue la mano con el bijol… -el médico alzó la vista y dejó de anotar.

-Y menos mal que consiguieron bijol, porque por mi barrio hasta el bijol está desaparecido… -comentó despreocupado del asunto que lo había llevado allí.

Yo no sabía dónde ponerme, porque de buenas a primeras me entraron unas desatadas ganas de soltar una carcajada como la adolescente que llevaba en mí.

Y, para colmo, el Argelino que de súbito soltó:

-Caballero, ¿se van a demorar mucho todavía? Acábenla de sacar de ahí que el mojón me ha bajado de nuevo, y yo me estoy cagando hace horas, que ya no puedo aguantar…

-Pues tendrá que esperar, porque cuando la levantemos de ahí van a ver mierda regada como jamás en su vida habrán visto, un ‘regajero’ de terror y misterio. ¿O aquí nadie sabe lo que es morirse de una pancreatitis?

Poncito y yo negamos con la cabeza en lo que el Argelino se iba corriendo haciendo arcadas, con ganas de arrojar, y aguantándose con un dedo el mojón en la punta del fondillo. Después supimos que había tenido que defecar en un cartucho dentro del cuarto, salir a los alrededores y lanzarlo al pie de un árbol en el Castillo de la Fuerza, pero con tan mala puntería que el cartucho fue a parar y explotó contra uno de los cañones a los que tanto iban a retratarse las camaradas soviéticas cuando visitaban de excursión La Habana Vieja.

El caso es que después que se llevaron a la finiquitada para hacerle el trámite de la autopsia en la morgue, Poncito y yo nos miramos sin poder comprender todavía nada, enseguida nos dimos a la tarea de limpiar todo aquello con la ayuda de los del Trío de La Bodeguita del Medio, sin soltar una lágrima.

Años más tarde, qué digo, décadas, visité la Exposición ‘América Fría’ en Madrid, junto a una amiga muy querida, allí me topé con un cuadro de Loló Soldevilla. Me dio un inmenso placer que su obra estuviera entre los grandes pintores geométricos y ópticos; mientras observaba el cuadro las lágrimas brotaron a mis ojos, no pude aguantar el llanto que me oprimía el pecho, y cerraba mi garganta.

Pensar que esta pintora que había viajado a París a finales de los treinta, había conocido a los más grandes pintores de la época, en cuyo diario -que yo había leído- contaba sus conversaciones con todos ellos, que había muerto hambrienta en La Habana Vieja atorada con un arroz amarillo condimentado en exceso con bijol, de una vulgar pancreatitis provocada quién sabe si por la falta de condumio, ahora se exhibía en Madrid como una de las mayores artistas mundiales, a unos precios con los que se hubiera podido pagar en su época cientos de miles de almuerzos de arroz con pollo, y hasta comprarse una finca o varias donde criar pollos para alimentar a toda una generación y a unas cuantas venideras, ¡y todo eso con la venta de uno sólo de sus cuadro, de toda su obra…! Yo ya no sé, es que no sé…

Zoé Valdés es escritora y artista. Fundadora y Directora general de ZoePost.

En este vídeo que subí hace años a mi canal ‘lanadacotidiana’ de YouTube, cuya contraseña he perdido, se puede apreciar el cuadro detrás de Poncito en el documental ‘Havana’ de Jana Boková, en la época en que nos frecuentábamos.

8 Comments

  1. Pingback: Variación óptica de la escatalógica muerte de Loló Soldevilla – – Zoé Valdés

  2. Satira del drama cubano. Conoci el lugar y a Poncito.
    Que muerte! Pobre Mujer.
    Gracias.

  3. Félix Antonio R.G

    Brutal 🤘🇨🇺🤘

  4. Juan C. Mirabal

    Buenísimo, crítico, dramático, cómico, me encantó. Hoy no so pocos los artistas que han partado con la dictadura para convertirse en embajadores de la infamia y comer algo de lo que no puede comer el cubano

  5. Isidro Quiroga

    De niño vivi frente por frente a Loló y su familia. Ella estaba divorciada de Mujal y vivia alli en Miramar, con dos o tres de sus hijas, sus esposos y nietas. Su casa era grande y el terreno ocupaba casi una manzana. Por rumores entendí que era percibida como una persona iconoclasta. Se notaba que gozaban de una situacion económica bastante holgada. Cuando una de sus nietas estaba de cumpleaños, siempre me buscaba a mi y a otros niños de la cuadra para que formaramos parte de la celebración con piñata, coca cola, bocaditos y cake. No se exactamente cuando fue, pero un dia noté que poco a poco se habia vaciado su casa y nunca supe a donde se habian ido. Creo que esto coincidió con los primeros meses de la revolucion. Cuando me fui de Cuba en 1962, ya aquella casa parecia media vacia y sin el entra y sale que la caracterizó por muchos años. Por curiosidad he tratado de informarme acerca de su persona y su arte, pero he encontrado que se ha publicado muy poco.

  6. Ana C Escrich

    Como siempre la mejor. Gracias Zoe

  7. Me has vuelto allí. Recuerdo a Poncito y Jorge. Que destino trágico el de Lolo.

  8. Raul Dopico

    Wow, me ha conmovido la dolorosa jocosidad con la que cuentas la muerte de Loló. Me has llevado en un viaje al pasado. Me parece estar ahí escuchando a Poncito. Oyéndolo, con esa elocuencia tan suya, contar sus innumerables anécdotas de su vida. Un tipo divertido, un alma muy libre. Fue él quien me descubrió a John Updike, cuando me regaló un ejemplar de Corre conejo.

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