Por Ray Luna.
Fantasmagórica la silueta, decrépita la voz, lívida la mirada; un cuadro, en definitiva, extravagante, estrafalario, espeluznante. Ridículo. Las últimas apariciones de Fidel Castro en la televisión argüían —apodícticamente— en favor de la obsolescencia programada. Supongo que no hay nadie tan viejo que crea no poder vivir otro año más. Pero nadie, por fortuna, ha podido tampoco vencer la edad.
A Carlos Alberto Montaner parece sucederle justo la misma cosa. Circunscrita, por mandato de su cuerpo, al reducido espacio físico de su despacho floridano, su mente rechaza la indolencia.
«Tomorro’s fertilizer», reconvendría Dwight Schrute.
Me pregunto si los cubanos —los venezolanos— lo detestan por terco.
A mí, en lo particular, no me molesta que haga mancuerna con, por ejemplo, Reinaldo Escobar, un periodista mediano que ya clama por un segundo deshielo. (Aparentemente, ahora sí va a funcionar. Por favor, no se ría.)
Ni tampoco el que asegure con tono ex cathedra que Trump perdió las elecciones. No, lo que en verdad me mortifica es que cargue contra el Colegio Electoral.
Tilda ahora de «antigualla» a la venerable institución.
Siguiendo la lógica del incrementalismo gramsciano que Montaner nos propone, donde se sostiene lo viejo como estándar de lo malo, ¿qué hacemos con él?
Como diría Fray Luis de Granada: «¡Dame paciencia, Señor, de raíz!»
En otra parte he hablado sobre el decadentismo democrático que vive Occidente:
Valga mencionar que el agnosticismo de esta clase política ante el declinismo democrático de Occidente me escandaliza. Esta clase política dícese enemiga del fascismo, el nazismo y el comunismo; aunque, por otro lado, no acepta el hecho de que todas esas ideologías son una reductio ad absurdum de la democracia. Parecen temer a Hitler, mas no al 51% que votó por él. Con seguridad aborrecen el nacionalismo blanco, mas no al 55% que mantuvo a raya al 45% de los negros —a base de soga y candela— en los estados sureños. De los ladridos de las turbas que apoyaron el Terror Francés ni se acuerdan. En cambio, nos hablan de una masa grotesca, de un terror patrio, pero nunca de la “tiranía de las mayorías”.
¿Cuántos tiranos no vimos llegar al poder mediante el voto estulto de las masas? Lenin, Mussolini, Chávez…
Las ideas detrás del colegio electoral nunca pasarán de moda. Al contrario, no nos estamos sirviendo de ellas lo suficiente. No crea que el colegio electoral es algo exclusivamente americano, otras naciones, como Suiza, y entidades supranacionales, como la Unión Europea, por ejemplo, usan este mecanismo, conocido como doble mayoría. A menudo, las gentes no comprenden muy bien por qué existe una institución como el colegio electoral, pues, se olvidan de que EUA es un cuerpo de estados independientes y no un estado unitario.
El objeto primordial del colegio electoral es impedir que un puñado de estados, mucho más poblados que los demás, se haga con el control de la Confederación. Se necesita un mecanismo para salvar esa disparidad demográfica, que empareje el suelo. De lo contrario, los estados con menos habitantes estarían siempre a merced de los, tal vez no tan extensos, pero sí tupidamente poblados.
¿Quién quiere vivir en un país en donde todas las decisiones políticas y electorales se tomen en California, Texas, Nueva York y la Florida?
¡No way, Jose!
Sea como fuere, la mayoría numérica no otorga el derecho de imponer tendencias políticas a nivel nacional en abierta contradicción con las necesidades y preferencias locales.
Ayn Rand dijo: «No existe el derecho a tiranizar.»
Deshacerse del colegio electoral significa centralizar aún más el poder político en Washington. ¡Ojalá y este sistema pudiera ampliarse a las elecciones estatales!
Aun sería deseable que el sistema de mayoría múltiple que, obviamente demanda un mayor apoyo electoral, se extendiese a la toma de decisiones económicas.
Infortunadamente, en el Congreso y el Senado estadounidenses, hoy, es posible aprobar —por mayoría simple— aumentos de impuestos en porcentajes que ningún monarca europeo se hubiera atrevido jamás a exigir. Sobre todo, porque para tales ocasiones estaba previsto el tiranicidio.
Todos los días vemos cómo en el Congreso se aprueban partidas presupuestales para educación, el correo postal y otros muchos servicios de pésima calidad. Nuestros dineros se van por el caño y no podemos hacer absolutamente nada. Y, como si eso no fuera suficiente, tenemos que tolerar que cualquier presidentillo imponga sus caprichos a base de decretos (órdenes ejecutivas). En este sentido no existe diferencia alguna entre un tirano y un presidente. Entre un Raúl Castro y un Obama.
El colegio electoral podría, además, funcionar como ente regulador de la Corte Suprema, en caso de que caiga en manos de uno de los dos grandes partidos.
En respuesta a esta centralización del poder político, el colegio electoral debería ampliarse para funcionar como un veto a las legislaciones, las órdenes ejecutivas y los fallos de la Corte Suprema.
De extenderse el sistema de mayorías múltiples a otras áreas legislativas, ya no les sería tan fácil, los legisladores se verían obligados a negociar, ya no entre los de su casta, sino con el soberano. Una nueva y absurda regulación, pongo por caso, que no consiga un apoyo geográfico generalizado sería automáticamente desestimada.
Por supuesto, las élites de Washington pretextarán que este sistema de participación pública es engorroso y muy costoso en comparación con las «sabias» decisiones de los «expertos» e intelectuales que esa misma élite compra para legitimar sus canalladas.
Tal vez Carlos Alberto Montaner no comprenda, como tampoco lo hacen los medios que el pasado sábado dieron por ganador a Biden —sin la potestad legal para hacerlo—, que no basta ser electo por una mayoría. Los Estados Unidos de Norteamérica no son una democracia, sino todo lo contrario. Los padres fundadores se hicieron muy bien cargo de impedir que el gobierno haga lo que a la gente le dé la gana, de aislar sus actividades de las presiones democráticas. Pues la idea era poner el mayor número de recursos en manos de los más capaces.
Tal vez no comprenda que el proceso electoral norteamericano nunca tuvo la intención de ser democrático, que por eso los primeros presidentes fueron nombrados por las élites aristocráticas, no elegidos por las masas.
Trump ganó mayor número de votos electorales; Hillary ganó el voto popular, el voto de la masa. Este hecho a Montaner lo molesta demasiado.
A juzgar por las últimas noticias, pudiera ser que esta vez el hombre naranja gane ambos.
En todo caso, digo con Kuenhelt-Leddihn: «Me siento más libre bajo un hombre que no es la elección de nadie que bajo el nombramiento de una mayoría que sigue ciegamente sus calenturientas emociones».
Ray Luna Rodríguez es filólogo, ex académico de la UNAM y bloguear reaccionario.
Pingback: República, sí; democracia, no. Por Ray Luna – Zoé Valdés
pOR ESO YO SOY MONARQUICO. Decia Huxley que Ël sentido comun, no siempre es el buen sentido”, y lo que opine la mayoria, me resbala. Un rey iluminado puede tener mas razon que una masa que generalmente es ignorante. Baste como ejemplo, los Reyes Catolicos, que contra toda logica financiaron el viaje de Colon. Ademas, los reyes, por la sabia estructura de la monarquia SABEN que hay poderes mas altos y se cuidan mucho de no fallar a ese alto poder que te la puede dejar en la mano si no te comportas debidamente con tus subditos. Los reyes malos suelen pagar con sus cabezas los errores. Tambien hay reyezuelos auto escogidos, de pacotilla y corona carnavalesca, como los de la monarquia cubana, y esas monarquias populistas tambien se van al traste. La monarquia la tenemos en los genes, como los animales evolucionados: abejas, hormigas, leones, elefantes, etc. ES ALGO NATIURAL, por eso nos vamos a las tiranias y los fanatismos. La sangre nos lo pide. La gente abstrusa ve en Castro, Chavez o Hitler, al rey presentido. Entre los contendientes por el trono de USA tambien se ha generado cierto fanatismo, cierta irracionalidad. En cambio el factor sicologico y magico de las monarquias autenticas crea una armonia mas equilibrada. No perfecta, por supuesto, pero puede dar resultados sorprendentes como los de Reino Unido. En el futuro, volveran los reyes, esta prescrito y predicho. La famosa utopia teocratica es EL REINO DE DIOS. El resto es mierda. Amen.
Totalmente de acuerdo mi amigo. Entonces, eres un REACCIONARIO como yo. Si te interesa profundizar más en el tema puedes leer al autor que cito al final, su obra se puede encontrar en la red. Pero hay un libro que demuestra por qué la monarquía (real) funciona siempre mejor: DEMOCRACIA, EL DIOS QUE FRACASÓ de Hans Hermann-Hoppe
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