Por Carlos Manuel Estefanía.
Hay algo que no se dice, pero se siente. Se huele en los titulares, se percibe en los susurros editoriales, en los silencios estratégicos y, sobre todo, en los ataques disfrazados de curiosidad histórica o profética. Hablamos de la posibilidad de que el próximo Papa sea africano. Y no cualquier africano, sino uno de sólida doctrina, férrea tradición y valentía espiritual como el cardenal guineano Robert Sarah.
La sola mención de su nombre incomoda a los arquitectos de la modernidad eclesial. A los que, con aplausos y fuegos artificiales, celebraron cada gesto de apertura del Papa Francisco. A los que, con sus teclados, pretenden rediseñar una Iglesia a la medida de la moda, no de la fe.
África, tierra de mártires y de iglesias rebosantes, representa hoy el corazón palpitante del catolicismo. Mientras Europa cierra (o deja quemar) templos, África los inaugura. Allí vive el 20% de los católicos del mundo, y todo indica que la cifra seguirá creciendo. Y no solo crece el pueblo fiel: también lo hace el número de cardenales africanos con derecho a voto, hoy 18 sobre 135. Puede que aún no sean mayoría, pero su voz ya no puede ser ignorada.
Entre ellos, Robert Sarah destaca como la figura más conservadora, o, mejor dicho, más fiel a la tradición. Quienes lo conocen saben que no teme al qué dirán. Que defiende la liturgia sagrada con la misma pasión con la que denuncia los errores del relativismo moral. Que ha sido, desde la Congregación para el Culto Divino, un guardián del alma de la Iglesia.
Y justo cuando crece la expectativa en torno a su posible elección, aparecen… las profecías. Sí, ha leído bien: Nostradamus.
El Diario de Nueva York, medio hispano que habitualmente se alinea con la agenda progresista, publicó recientemente un artículo titulado «La predicción de Nostradamus sobre el próximo Papa resurge tras la muerte de Francisco«. La pieza repasa cuartetas del siglo XVI como si fuera un análisis político-religioso del siglo XXI. Se cita, por ejemplo, a un joven de piel oscura que llegará al trono de Pedro tras la muerte de un Papa anciano y cuya elección podría traer crisis a la Iglesia, como si con Francisco esta no existiera.
¿Casualidad o advertencia disfrazada? ¿Curiosidad histórica o estrategia mediática?
El artículo evita nombrar a Robert Sarah, pero no hace falta ser un experto en semiótica para entender a quién le apunta. Sarah es africano, es de piel oscura y, aunque ya no sea «joven», es visto por muchos como una amenaza al «progreso» dentro del Vaticano.
Este tipo de publicaciones no informan: preparan el terreno. Pretenden inocular en la opinión pública la idea de que un Papa africano y conservador sería, poco menos, que el fin del mundo. Que su elección no sería un acto de justicia con una región pujante, ni una reafirmación de la fe de los orígenes, sino el cumplimiento de una oscura profecía medieval.
¿Es esto serio? ¿Es esto justo?
El problema no es África. El problema es que África nos recuerda la fuerza de un catolicismo sin complejos. Uno que no se arrodilla ante la corrección política, que no sacrifica la verdad en el altar del consenso. Y eso, justamente eso, es lo que asusta.
Por eso urge levantar la voz. Porque detrás de la bruma de las profecías y del sensacionalismo barato, se esconde un miedo real: el miedo a que la Iglesia vuelva a ser lo que siempre fue. Y quizás, solo quizás, eso comience con un Papa africano.
Carlos M. Estefanía es un disidente cubano radicado en Suecia.
—
”La vida es una tragedia para los que sienten y una comedia para los que piensan”
Redacción de Cuba Nuestra
Visita las secciones de Cuba Nuestra en
https://tertuliastockholm.wixsite.com/tertulia/inicio
http://cubanuestrasecciones.wordpress.com/
https://www.youtube.com/user/CubaNuestra
https://www.facebook.com/CubanuestralaprimeradeEscandinavia
http://www.ivoox.com/podcast-podcast-cuba-nuestra_sq_f177460_1.html