Por Denis Fortun.
Desde la fila el hombre me mira con insistencia. Apenas si le hago caso y continúo orientando a los pasajeros por donde moverse, lo mismo en inglés que en español. Ya próximo a mí, al parecer el sujeto por fin queda tácitamente convencido y se atreve a preguntarme, un tanto eufórico, algo que imagino ya suponía.
-You are cuban? ¡Coño! Este es mi primer viaje a Miami – me dice siguiendo su perorata en español, sin esperar a que le confirme mi nacionalidad-. Yo vivo en Suecia hace 14 años y estoy loco por oír hablar en “cubano”, comer frijoles negros, ropa vieja, platanito fritos, aguacate. Compadre, sentir la bulla, el calor de mi gente. Tomarme, aunque sea, una taza de buen café prieto y sabroso.
-Para eso, creo que lo mejor es que hubieses ido a Cuba, aunque dudo puedas conseguir un buen café, que no tenga chicharos, además, y la comida que me dices, pues mucho menos– le digosin mucho entusiasmo.
-Claro, mi Cubita- responde con evidente nostalgia-. Pero no, porque no me dejan entrar, y allá la “ropa vieja” está en las tendederas, y el café, tú tienes razón, le ponen demasiado chícharo, por lo que me quedo con esto.
No pude menos que reírme, recomendarle El Versalles, y después un paseo por la 49 del West de Hialeah. No me cabe dudas, eso lo iba a dejar con ganas de volver a Estocolmo un tanto saturado. Lo suficiente como para estar otros catorce años sin venir a Miami, y terminar adorando a los vikingos.
Denis Fortun es poeta y narrador.
El cubano no escarmienta y si va a Hialeah mejor se sentirà, despues de 14 años mi personal opinion deseando de nuevo la bulla y la pachanga es un inadaptado social