EDITO

Once

Por Ulises F. Prieto.

“Once” es la palabra en inglés con la que empiezan los cuentos. También es la primera palabra del poema del Cuervo de Edgar Allan Poe “Once upon a midnight dreary”. Once significa “una vez”. En español es una cifra. Es el 11, que aparece en ciertas fechas históricas:

22/11/1963, asesinato del Presidente John F. Kennedy en Dalas, Texas. (22=11X2).
11/09/2001, ataque a tres torres del World Trade Center, en New York.
11/03/2004, explosión de varios trenes de cercanías en Madrid.
03/11/2020, el mayor fraude electoral en la historia del Continente americano.

No creo que haya habido ninguna voluntad a priori por parte de los perpetradores de estos crímenes, en que hubiera tal coincidencia. Más bien he sido yo quien ha escogido los hechos  apropiadamente. De hecho hay un par de sucesos más que quiero mencionar y que no contienen un 11 en ninguna parte:

18/07/1994, atentado a la AMIA, en Buenos Aires.
18/01/2015, asesinato del fiscal Alberto Nisman, encargado de investigar dicho atentado.

No es por la cifra 11 que pongo junto todos estos hechos. Lo que tienen en común son las cuentos infantiles que se crearon para confundir a la población y hacerles creer lo inverosímil. Evidentemente en ninguna de estas ocasiones la población en general se creyó esas trolas imposibles, simplemente eligieron fingir que las aceptaban. Tal vez soy injusto al incluir al fraude electoral en América dentro esta lista de ignominias, porque a día de hoy no hay una conclusión sobre cómo reaccionará la población y sus élites ante la mentira.

Entre los crímenes mencionados, los atentados de los trenes de Madrid y el fraude electoral son los que he vivido en persona. En el primero, el pueblo español y sus élites de entonces se permitieron negarse la realidad. Se permitieron la cobardía de olvidar a sus propios muertos, y culpar a las víctimas de lo ocurrido. Quizás tenían la esperanza de que la ignominia no iba a tener consecuencias, o tal vez que ellas demorarían más allá de su generación. No fue así. La situación lamentable en la que está sumida la España actual, su falta de libertades, y por lo tanto de oportunidades de progreso personal para los españoles, no se puede explicar correctamente sin mencionar los atentados de Atocha y de aquel olvido voluntario. Tal vez aquí también esté siendo injusto, porque la historia nunca termina, y siempre hay tiempo para despertar.

La historia recoge algunos otros crímenes en los que también se tenía el propósito de intimidar a la población, y tras humillarla con mentiras, amputarle la libertad y el futuro. Perdón por el pleonasmo. Al principio parecía que los liberticidas se iban a salir con la suya, pero después de  un tiempo demasiado prolongado, el pueblo y sus elites terminaron reaccionando. Un ejemplo  bien conocido fue el asesinato de Cesar, durante los sagrados idus de marzos en el año 44 antes de Cristo (44=4 X 11).  A los conjurados contra César no les bastó con matarlo. Tenían que matarlo en un lugar público, de ser posible en el Capitolio. Una vez cometido el magnicidio, todo el pueblo de Roma debía ser testigo del sacrilegio. Para ello salieron al Foro mostrando sus manos ensangrentadas. Matar a César era lo de menos. El crimen era una muestra de poder para intimidar. La gente debía saber que no había nada que hacer. Si somos capaces de desafiar a los dioses y a las instituciones de la República (en aquellos años se confundían las dos abstracciones) tenemos todo el poder sobre ti. Así el miedo haría el trabajo por sí mismo. Algunos intentarían no creer lo que estaba ante sus ojos, otros lo justificarían, y casi todos se concentrarían en lo inmediato. Tal vez César lo merecía. Los escribas y dramaturgos hablarían durante siglos, milenios, más de las motivaciones del crimen, que del horror en sí mismo. El sacrilegio se iría aliviando y con el tiempo se convertiría en un recuerdo ligeramente incómodo. Para qué pensar en ello, si algún día el lugar del crimen, El Capitolio, sería sólo piedras para visitantes, nadie recordará los nombres de los conjurados, incluso la Religión de Roma algún día será otra. Los dioses de Roma serán expulsados,  y tal vez ni siquiera Roma exista. Para que una conjura triunfe tiene que hacerse evidente. Mientras más se vea, menos se hablará de ella. Con el tiempo llegará sus efectos a todos, pero la gente culpara a lo cotidiano. Nadie querrá recordar que sus males vienen de aquel crimen… Por fortuna los romanos no esperaron los efectos finales. Reaccionaron tarde, pero a tiempo, y los conjurados murieron suicidándose ante la humillación de ser derrotados y acusados de traidores.

Este artículo es la introducción de una serie (espero que sean menos de once), en la que describiré cómo recuerdo aquellos meses alrededor de los atentados a trenes de cercanía en Madrid. Los sucesos extraños anteriores, los posteriores, la farsa llamada juicio, algunas mezquindades de ciertos personajes relevantes de la sociedad española de entonces. Obviamente también mencionaré las actitudes dignas.  Al ser tan pocas, creo que no olvidaré ninguna. El motivo por el que emprendo este proyecto podría ser alguna ligera esperanza en mi de que al final la verdad prevalezca, pero tampoco me gusta mentirme. La razón última es que la mentira tan extendida no me inunde. Hablando de cuentos: en el Talmud hay una historia sobre un hombre, que cuando ya estaba decidida la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra, él seguía predicando la virtud a sus habitantes. Un niño se le acercó y le advirtió de lo inútil de su prédica. Nadie sobreviviría a ese día. El hombre le contestó que él no predicaba para convencer a los hombres de que abandonaran el pecado, sino que lo hacía para que los pecadores no lo convencieran a él.

Ulises F. Prieto es Profesor de Matemáticas y escritor. Jefe de Redacción de ZoePost.

 

7 Comments

  1. Pingback: Once – – Zoé Valdés

  2. Edmme Baguer

    Magnífico edito. Espero con gran interés los, que continuarán.

  3. Roma aun existe mas complotista que nunca, mas corrupta que nunca con una corte suprema aun mas corrupta y mejor ni hablo del senado En Esta Roma puttana, no hay un gobierno que dure porque los golpes de estados blancos estan un año si y otro no, y el 11 no cuenta seria el caso de decir Once upon time in Italy largo 2773 (19)años pero llegaremos al 2 veces 11 al tiempo

    • Silvia Méndez

      Espero tu testimonio, no hay nada mejor para conocer los hechos. Por otra parte seguimos muy de cerca el asesinato de Nisman. Su muerte fue un golpe para los que buscan verdad y justicia.

    • Ulises Fidalgo

      Roma, la ciudad Eterna. 11 X infinito. La referencia infinita.

      • Ulises Fidalgo

        Seguí la muerte de Nisman, y cosa extraña, a sabiendas de que iba a pesar de que pasaría lo que pasó, una esperanza humilde me hizo creer que tal vez esta vez sería diferente. Pero no. La confusión cobarde triunfó una vez más.

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