Por Minervo L. Chil Siret.
Sin embargo la reacción de la comunidad internacional, especialmente de las democracias occidentales, ha sido, una vez más, demasiado timorata. Mientras los Estados Unidos y la Unión Europea sigan con la blandenguería que tienen, Putin va a seguir haciendo lo que le dé su real gana. La anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 fue la mejor prueba de la falta de voluntad y de valor, y por tanto, de la incapacidad de Occidente de evitar el expansionismo ruso. Y ese hecho creó un precedente fatal.
Y ahora, ante las nuevas amenazas del ex-oficial de la KGB, lamentablemente ya convertidas en hechos consumados, la reacción de las democracias occidentales vuelve a ser tibia, por no decir cobarde y miserable. Las condenas y sanciones económicas insuficientes y limitadas, unido a las declaraciones en el sentido de que no van a responder militarmente a la invasión rusa a Ucrania, a la que han abandonado a su suerte, más allá de la retórica de los discursos, sólo envalentona aún más a Putin, quien no sólo se ríe de esas condenas y sanciones sino que incluso se da el lujo de amenazar directamente a Europa y los países miembros de la OTAN, advirtiéndoles que si intentan frenarlo en su avance expansionista, enfrentarán consecuencias nunca antes experimentadas por ellos, haciendo alusión a su arsenal nuclear.
El débil liderazgo y la cobardía de las democracias occidentales solo alienta a los enemigos de la libertad en el mundo entero. El incremento progresivo y sostenido del desafío a la comunidad internacional por parte de China, Corea del Norte e Irán así lo están demostrando. Y por supuesto, siempre cuentan con el apoyo de todos los dictadores y aspirantes a tiranos que existen en el mundo. No es casual que sean precisamente estos países, junto con Cuba, Venezuela, Nicaragua, Siria y Bielorrusia, los principales apoyos de Rusia en su invasión a Ucrania.
El buenismo y la corrección política, impuestos desde lo peor y más extremo del espectro ideológico, han hecho muchísimo daño a las instituciones internacionales que supuestamente existen para garantizar la paz mundial o la defensa de los derechos humanos, las cuales desde hace muchísimo tiempo dejaron de utilizarse para el fin que fueron creadas y se han convertido, de facto, en espacios para el blanqueamiento y la defensa de los dictadores.
La comunidad internacional, especialmente las naciones democráticas, deben retomar la coherencia que alguna vez tuvieron. Le sobran las palabras y le faltan las acciones efectivas.
No se puede seguir tratando a estos regímenes despóticos como si fueran gobiernos democráticos, respetuosos de la libertad y los derechos de sus ciudadanos. No se puede seguir haciendo negocios y tener como socios comerciales a quienes no solo excluyen y reprimen a sus nacionales sino que además constituyen una amenaza para la paz internacional. No se puede seguir teniendo como interlocutor válido y fiable a los matones que encabezan estos regímenes dictatoriales.
Hay que tratarlos como parias. Excluirlos de todas las instituciones internacionales. Hacer que sientan que son unos apestados. Como en su momento se hizo con el régimen del apartheid de Sudáfrica. Y cuando llega el momento, como ahora, hay que frenarlos también militarmente.
Hoy es Ucrania, ¿mañana quién será? Debiera ser la hora de parar de una vez por todas a Vladimir Putin. Desafortunadamente, el dictador ruso no se detendrá ya ante nadie. A Putin hay que detenerlo. Pero para ello se necesitan valor y determinación, algo que lamentablemente Occidente parece haber perdido. El propio Presidente de Ucrania Volodimir Zelenski se lamentaba públicamente de que «nos han dejado solos (…) Todo el mundo tiene miedo, pero nosotros no tenemos miedo».
Dios tenga piedad del pueblo ucraniano.
Minervo L. Chil Siret
Miembro del Secretariado Ejecutivo del Movimiento Cristiano Liberación
A pesar de tratarse de una potencia nuclear, a Rusia con su tirano Putin hay que darle un escarmiento militar, y no las tibias medidas económicas que nada valen para evitar sus ansias expansionistas. El comunismo es fuente de todos los males que acechan a los países democráticos de Europa y de todo el mundo.