
Por Víctor Fernández.
Hay preguntas que a veces le vienen a la mente a uno, observando la prensa, de temas que a pesar de no ser considerados -en lo personal-, primordiales, no dejan de afectar el presente: ¿Es la moda un reflejo de la sociedad, o es esta última un reflejo de la moda?
Para un “outsider” de ese mundo como yo, cuyos conocimientos sobre el tema son los de cualquier persona promedio, la moda había sido a lo largo de la historia una vía de expresión de la sociedad relacionada básicamente con dos temas: posición económica o estatus, e interés por el mensaje que la imagen personal trasmite, inclinándose hacia la búsqueda, sino de la belleza, al menos de un mejor aspecto personal. Puesto que el primer contacto que se tiene con los objetos y las personas es la imagen, la moda dentro del tema “aspecto personal” vendría a ser una especie de tarjeta de presentación, un mensaje que de cierta manera explica ¿quién soy?, y ¿qué quiero que se piense de mí?
Visitando museos se entera uno de cosas tan curiosas como que los egipcios, en sus pelucas, solían entretejer bolitas de cera rellenas de perfume para que estas se derritieran con el calor, y desprendieran el olor (el olor es también parte de esa tarjeta de presentación). A lo largo de la Historia se usaron colores, encajes, brocados, minerales y piedras preciosas en el vestuario, que establecían de manera clara quién era el personaje. El interés por lucir mejor queda manifiesto en la pintura (obviamente, solo las grandes personalidades de las clases altas se podían encargar retratos muy en el pasado), por el hecho de que obligaban a los artistas a falsear la realidad, y pintarlos con aspectos muy edulcorados -algo de lo que se podría decir es el equivalente de los filtros digitales con los que las personas, en la actualidad, alteran sus fotografías-.
Coco Chanel fue la gran revolucionaria de la moda, que liberó con sus diseños a las mujeres del encorsetamiento en que a principios del siglo pasado, se encontraban aprisionadas, e influyó -parece ser-, colateralmente en la moda masculina. El siglo XX, como todos los anteriores, no fue ajeno a las tendencias sociales y estéticas. La moda evolucionó y reflejó la industrialización, la modernidad, la libertad sexual y, sobre todo, la independencia que la mujer fue consiguiendo poco a poco, su lucha por la igualdad y el reconocimiento. La moda masculina, aunque también cambiante, no es tan expresiva -en mi opinión- como la femenina que, en sólo un siglo, llegó a transitar del corsé y los vestidos largos, a la minifalda.
En cualquier caso, parece ser que la moda durante casi todo el S XX, se trataba principalmente de hacer que las personas lucieran mejor, más rellenas, delgadas, cubiertas, o expuestas, según los cánones de belleza del momento, pero siempre mejor; por lo menos hasta los años setenta. A partir de ahí comienza una tendencia de transgresión hacia lo radical, que poco a poco se ha ido politizando cada vez más, hasta llegar al presente, en que la moda parece haber abandonado por completo su sentido estético, o de la búsqueda de lo que hasta entonces se consideraba estéticamente atractivo, para convertirse en un instrumento únicamente ideológico, y político, en manos de un colectivo de personas muy interesadas en acarrear a la sociedad por los derroteros por ellos escogidos.
A principios del S XXI se consolidó la moda “trash” como radical, aunque en realidad es un reflejo de la prosperidad en la sociedad del bienestar, es decir, algo que se había hecho toda la vida a lo largo de la Historia, pero ahora con expresiones estéticas que pretenden “trasgredir” agresivamente, en una sociedad muchísimo menos sensible a la transgresión. Es decir, un pantalón a media cadera enseñando la ropa interior, o el nacimiento de los glúteos, en el presente no es motivo de escándalo, mucho menos lo es la ropa de aspecto viejo, desgastada, rota, como recogida de la basura. El mensaje es ambiguo: “Me respeto tan poco, valgo tan nada que me visto de basura” -lo cual indicaría infravaloración personal-, o “Lo que pienses de mí me interesa tan poco que me visto de basura”, -es decir, soberbia-. Este “desafío social” (que se da no solo en moda, se da en todas las manifestaciones del arte), no deja de ser cuanto menos gracioso, por naïve. Y es que a la sociedad realmente le interesa entre poco y nada, que salgas vestido como de un latón de basura con un zapato en la cabeza (ya lo hicieron los dadaístas, es decir, vas con casi un siglo de atraso), o de fraile franciscano con una cresta punk roja. Ya es tarde para todo eso. Ellos mismos lo dicen (las personas del mundo de la moda): “Está de moda lo feo”. Y esto último nos lleva a la siguiente encrucijada: Si está de moda lo feo, entonces su contrario sería la verdadera transgresión. Es una verdad de Perogrullo. Solo que el asunto deja de ser “inocente” y se convierte en perverso, cuando es usado en política, como es. La moda ha dejado de ser “algo ahí”, y se ha convertido gracias y por la izquierda, en un fuerte instrumento político con que manipular a la sociedad y criticar al disidente, es decir, al transgresor, que había sido tradicionalmente el celebrado por esa misma izquierda desde el siglo pasado.
En España hace no mucho, la escritora de ultraizquierda Almudena Grandes, echó a los mares de la prensa una soflama incendiaria contra la jueza Mercedes Alaya, quien por esa fecha estaba llevando la instrucción del mayor caso de corrupción partidista cometido en España (los infames ERE de Andalucía), por su aspecto, “excesivamente pulcro tratándose de una madre trabajadora”. Es decir, para esa escritora una madre trabajadora no puede ser pulcra. Bien por ella, su opinión, su criterio. Lo que realmente consterna es que, más que una opinión, esa creencia se trata de una idea político-estética generalizada en la izquierda e impuesta en todos sus medios de prensa. El caso más paradigmático, que ha sacado a todo el mundo de la moda, incluidas las revistas de esa especialidad, del “armario político”, mostrándose como lo que son: militantes de la ultraizquierda más conservadores y extremistas que toda la sociedad, y la religión, a lo largo de la historia, es el del tratamiento que le han dado a Melania Trump. Consiguieron erradicarla por completo de toda la prensa especializada, y no, en moda; ¡una mujer que personificó la verdadera transgresión contra todo el encorsetado “trash” del presente! por solo una cuestión: política, ser la esposa de quien es. Y esto echa por tierra todo el discurso falsamente rompedor del progresismo: si celebran la transgresión, siendo tal cosa “lo que se enfrenta y lucha contra ideas preconcebidas”, ¿cómo es posible que a la única figura que trasgrede el acartonamiento -en este caso “progre”-, ninguna publicación de moda le haya dedicado una línea, más que para criticarle un sombrero por “colonialista” (Esto sucedió tal cual. Cómo puede un sombrero de explorador de toda la vida, de repente ser un símbolo del colonialismo, quedará para los historiadores y sociólogos del futuro como tarea de investigación científica).
¿De verdad vamos a seguir pensando que los “progres” luchan por la libertad y la igualdad de todos, todas, todes, y todus? ¿Hasta cuándo? Qué más han de hacer para que se les caiga por completo la máscara -que en mi opinión nunca han tenido-, ¿Quemar viva a alguien? Tan es así, tan falsos y extremadamente militantes de su causa ideológica son que, Kamala Harris aún no se sienta en el trono, y ya es portada de una revista de moda.
Víctor Fernández es escenógrafo y director de escena, historiador de la ópera, galerista, y profesor de inglés.
Me encanta tu forma de enfocar cada tema. Y coincido con tus puntos de vista. Melania Trump es una mujer que viste exquisitamente bien, y nadie puede negar que es muy distinguida. Enhorabuena Víctor por tu acertado análisis de la moda.
¡Gracias Alma!
la hipocresia de los izquierdosos en su maxima expresion , los jeans rotos aun cuando de son de «sinmarca» del ambulante pakistani son costosos pero siempre trapos son, la ex primera damo se viste como una cocinera(con respeto a las chef) para aparentar que ella no usa marcas sino vestiditos de ghimgan, a pois o con el siempre eterno twin set , pero le encanta soltar los zapatos y alborotarse las paciones y bailar freneticamente para recordar sus ancestros? o le faltaba y le falta aun el don de la gerarquia, ne.. la cosa es otra la clase no es agua es Don Perignon y Melania se las gasta y bien, bella culta educada, reservada y le resbala una paginita y para que le resbale mejor usa crema facial a base de caviar y estas no les llegan ni a los callos
Un artículo excelente que explica con claridad tanto la manipulación mediática que llega hasta a la moda, como la degeneración moral e ideológica que se ha producido en la sociedad actual, explícitamente trata la hipocresía “progresista” que de progreso no tiene más que su nombre y cómo han dejado fuera de los focos a la persona posiblemente más elegante de la vida pública en el globo terráqueo en estos momentos, Melania, utilizándola sólo para ataques a su persona y al presidente Donald Trump.
Congratulaciones por el escrito!
La izquierda es cutre, es enemiga de la belleza, del orden, del equilibrio, de la perfección, es desaliñada y prefiere el almizcle de una axila sudada a un frasco de Vetiver.
Víctor, siempre es un placer leerte.