Por Liliana Pertierra
Tanto cariño le tengo a este personaje que en torno a él gira mi novela “Alejandra”. Pero siendo consecuentes con este siglo que vivimos, desprovisto de imaginación, hoy NO sería ninguna hazaña cruzar las estepas del Asia Central en la Edad Media. Solamente (A Marco Polo) lo podrían atacar las tribus salvajes, morirse de sed y hambre en el desierto de Gobi y quién sabe qué calamidades más. Sin embargo, lo que tendría que sufrir el personaje histórico no sería nada comparado con la epopeya que tendrá que hacer un pobre argentino para irse de vacaciones.
Todavía, en pleno octubre, un argentino común, no sabe si lo van a dejar salir y en cuál transporte se le permitirá llevar a su familia que hace siete meses que está encerrada en su casa sin contacto con el mundo.
El automóvil, ese que con tanto sacrificio adquirió, quién sabe si le arranca de tanto tiempo parado en la calle.
Argentina pasó a ser una nación encarcelada. Todavía no hay transporte público ni privado de ningún tipo. Cada provincia y municipio está poniendo sus requisitos y condiciones propias, sin basamento lógico ni médico, pero de lo que estoy segura es que aquí no se detendrán… Ya se les van a ocurrir muchísimas más.
Hoy son las Aplicaciones las que imponen el mandato del sentido común. La app es fundamental para todo, sobre todo si su teléfono es del tamaño de un container de cuarenta pies y aguanta una app más, porque ya tiene un montón que nos obligan a descargar de todos lados.
El isopado lo van a tener que hacer todos, incluso el perro, si es que al pobre “Colita” lo dejan salir con su dueña. La abuela que se quede en casa, total se va a morir pronto y la pobre vieja “es de riesgo” para estos nuevos paladines de la salud pública. A este ritmo de vida, más propio de un Gran Hermano orweliano, probablemente tengamos los argentinos que sacar un salvoconducto para toda la familia, que ni siquiera a los nazis alemanes se les ocurrió para dominar más a los no arios.
Los gendarmes de la política en esta nación están legislando a sus antojos y a sus anchas. El seguro para todos, por ejemplo, dicen que será imprescindible -quién sabe para qué porque los hospitales públicos son gratuitos en Argentina-. Cuando advertimos de cómo nos rebanan las libertades individuales o los derechos, basado en una infección respiratoria que no es no tan letal ni tan contagiosa como otras que hemos padecido, entonces pasamos a esa categorización peligrosa de ser negacionistas. O con ellos o con nadie.
Ya se impuso una normativa social en este experimento pandémico. Falta nada para que una ley nos obligue a que las autoridades tengan el derecho de revisar los papeles a cada rato y nos midan la temperatura en todos lados. Comer afuera solo será en la calle, no importa si hace frío o calor. Quién sabe si alguna vez volveremos a comer tranquilos en el interior de un restaurante.
Al final de esta telenovela lo único que harán a la nación es sumarnos un montón de gastos. El gobierno dice que no hay de que preocuparse porque nos devolverán una parte de nuestros gastos por encierro, pero hasta que no lo vea, al menos yo, no lo creeré. En la Argentina del “nunca jamás” todo queda en promesas.
Muchos ni piensan salir, ya se acostumbraron a la seguridad de la cueva. El miedo de la muerte les va a durar el resto de sus vidas. El peligro en la calle es tan grande que no tiene sentido salir. Entonces ¿Para qué vivir si se puede vegetar en casa? Vivir, por cierto, con la televisión que nos dice todo el día que se “aguante y se quede en casa” mientras le pasa por enésima vez un capítulo de CSI o el “Terminator” de Schwarzenegger.
La pileta de plástico en el balcón es casi lo mismo que un resort en el Caribe y se pasa muy bien y no hay peligro. Con el tapaboca y un traje plástico se puede proteger bastante del smog.
Alquilar una casa en las afueras de su ciudad, ¡ni hablar! Están cobrando 4500 dólares por una en un barrio cerrado donde no lo van a dejar que se mueva en libertad, solo la casa, mientras los vecinos los miran con miedo de que los contagie. Y termina uno pensando para sí: Mejor quedarse en casa, es seguro y más barato…
Liliana Pertierra es escritora argentina, empresaria y profesora universitaria de economía y contabilidad.