Por Ulises F. Prieto.
La última vez que visité Rowan Oak, la casa museo de Faulkner en Oxford Mississippi, fue con una pareja de amigos escritores que vino a visitarme. Me fijé en una foto del autor (el autor de verdad, no mis amigos) donde él estaba jugando al dominó alrededor de un banco que aún está en la plaza del pueblo. Hay muchos escritores que vienen a Oxford para visitar la tumba de Faulkner y derramarle whisky encima, a ver si así el espíritu del genio le brinda inspiración. Admito que, aunque no sufro del egoísmo suficiente como para que se me diagnostique la enfermedad de ser escritor, intenté alguna que otra vez encontrar su tumba en el cementerio de Saint Peter, pero siempre fracasé. El que diseñó ese cementerio debió de ser uno de los tantos escritores borrachos que deambulan por aquí, imaginándose en Yoknapatawpha. Así que decidí hacerle la ofrenda a Faulkner en la misma Oxford Square, justo en aquel banco.
Los días de julio son muy calurosos en el norte de Mississippi. Sentarse al sol puede ser muy peligroso, y con una botella de whisky debe ser hasta ilegal. No, no debe…es ciertamente ilegal. El delito se llama Open Container. Resolví hacerlo de madrugada. No es que a esa hora dejara de ser ilegal, sólo que no debería haber controladores. Me senté en el banco con cierta ceremonia. Me dejé acariciar un rato por una ligerísima brisa. Como pensé, no había nadie en la calle a esas horas, pero había un ruido desesperante. Un montón de insectos tratando de impresionar a sus hembras. – Eso es lo que nos diferencia de los animales – pensé -. Ellos no pueden superar sus instintos. Son presos de sí mismos. En cambio, nosotros… Nosotros tenemos amor propio, y si eres escritor tienes más. Tanto, que una masturbación apresurada puede ser ya considerada una orgía… pero no quiero divagar más. A lo que vine…
El caso es que Oxford completo estaba dormido. Ni un carro, ni un estudiante, ni una pareja de adolescentes furtivos. Nadie. Abrí la botella, y antes de homenajear a Faulkner, me bebí un trago. Cuando iba a echar el chorrito de Faulkner sobre su banco…. ¿dije antes que no había nadie en la calle, verdad? Bueno, apareció otro borracho, no sé si escritor, que reclamaba el chorrito para él.
– Es para el espíritu de Faulkner. – Intenté explicarle
– Yo soy Faulkner. – Se apresuró a contestar -. ¿Te ríes? Te lo puedo probar (si yo fuera un traductor riguroso, habría escrito “te lo puedo demostrar” en vez de “te lo puedo probar”, pero soy matemático y los matemáticos no usamos demasiado esa expresión.)
– ¿Sí, cómo? – Me daba risa la situación.
– Voy a empezar una historia y verás que tengo el mismo estilo de Faulkner.
– ¿Una historia inédita?
– Absolutamente, y además corta, para que no se evapore el whisky.
– Eso no demostraría que eres Faulkner, sino simplemente que eres capaz de imitar el estilo de Faulkner.
– Escucha y te convencerás.
– De acuerdo.
– No siempre tío Gavin – comenzó el supuesto Faulkner – desempeñó su cargo desde que lo designaron fiscal del distrito. En una oportunidad, hacía ya más de veinte años, interrumpió sus funciones durante un lapso muy breve, tan breve que sólo los viejos lo recordaban y, aun así, muchos de ellos lo habían olvidado. Porque en esa época le tocó actuar solamente en un caso, como abogado….
– Muy bien. – Lo interrumpí intentando ser brusco. – Mañana.
– Mañana no. Ahora. Quiero ese whisky ahora. Técnicamente ya es mañana.
– Mañana es el título del cuento. Y tú dijiste inédito. Hubieras traducido un cuento de García Márquez y te habría quedado mejor la mentira.
Algo de tristeza debía de haber en esa alma que estaba frente a mí. Ni siquiera en aquella situación ridícula se permitía sonreír. Escondió aún más su rostro bajo el ala del sombrero, y se deslizó a sentarse en el lado más oscuro del banco. Tenía el cuerpo amoldado a los asientos. No sería un fantasma, pero casi se confundía con su propia sombra.
– Me encanta ese cuento – dije. Eran palabras para evadirme del ruido de los insectos -. Sólo alguien del antiguo Mississippi puede escribir sobre la crueldad intrínseca de la ley, sobre la inhumanidad de ser rígidamente justo en todas las ocasiones. Nosotros, que ya vivimos en la corrupción, no podemos entender esas sutilezas. Hoy se escribe sobre la vergüenza de un mundo de mentiras. Es lo que sufrimos. Todo ha cambiado. Ya todas las calles de Mississippi están asfaltadas como las de Memphis. Los bosques están tupidos y no hay caminos para atravesarlos.
– No ha cambiado tanto. El mundo es el mismo. Aún puedo yo escribir sobre él.
– ¿Y por qué no lo haces? – Me permití la sorna.
– Estoy muerto. Soy Faulkner.
Aquel hombre no sonreía y tampoco se espantaba los mosquitos.
– No puedo escribir porque soy un espectro – continuó- y no puedo tocar las teclas de mi máquina.
– ¿Y cómo puedes beber whisky?
– Porque el whisky es una bebida espirituosa – no sé cómo traducir este juego de palabras al español-. Mira – continuó -, no te voy a contar ninguna historia inédita, pero sí te voy a esbozar el tema de la novela que estoy diseñando. Es la que le iba a dictar al próximo escritor que se asomara a mi tumba.
Sonreí.
– Es una novela sin conflictos – explicó-. Donde todos se llevan bien.
– Creo que será un poco aburrido. Más bien será un informe.
– No. Será la novela mejor escrita nunca. Es una lástima que no haya vivido en esta época para escribirla.
– ¿Crees que ganaría el premio Nobel si la escribo yo?
– Los premios hoy en día no se ganan. Se otorgan.
– Te regalo la botella entera si me explicas la diferencia.
– Déjala en el banco. No puedo tomar nada en mis manos del mundo de los vivos. Se caería. Cuando escuches el tema de la novela entenderás lo que quiero decir.
– Adelante, por favor.
– Es una novela de espías.
– ¿De espías y dices que no tiene conflicto?
– Como en todas las novelas de espías hay dos bandos enfrentados – continuó recostado sin hacer caso a mi comentario -. Uno es con el que simpatizamos y el otro es el de los malos. Poco a poco se van revelando los espías y el bando de los buenos va creciendo en detrimento de los malos que cada vez son menos. Al final te das cuenta que no hay nadie malo, sino que todos son buenos, y los que parecían malos eran simples espías que espiaban a un enemigo inexistente.
No pude evitar una carcajada, que apagué rápidamente para no alarmar a la policía.
– Hay otra versión más sorprendente – continuó -, y es que los malos sean espías buenos y los buenos sean espías malos, y al final de la historia todos se hayan cambiado los papeles.
– Ya casi me convences de que eres Faulkner – dije aguantando la risa.
– Te voy a dar más detalles. ¿Cuál es tu lengua materna?
– Español.
– ¿Español o castellano?
– Es el mismo idioma.
– No, nosotros hablamos inglés, mientras en el Reino Unido hablan británico.
– Bueno, entonces yo hablo español, como dije antes.
– ¿De Guatemala?
– No, de Cuba.
– Buen país. Ya sabes que han sacado a Cuba de la lista de países que promueven el terrorismo. Se supone que ya no tiene relaciones con terroristas de ningún país.
– Eso dice el informe. – No tenía ningún deseo de hablar sobre Cuba. Ya he hablado demasiado, tanto en España como aquí, y ahora otra vez está de moda.
– Es una buena situación para empezar una novela – sentenció él-. Imagina que mañana el gobierno llegue por fin a un acuerdo con Irán, y que ese acuerdo le permita a los dirigentes de Irán organizar actos terroristas por el Mundo. Técnicamente nosotros estaríamos promoviendo el terrorismo también. La novela podría empezar con una discusión en el Congreso sobre si Estados Unidos ahora podría ocupar el lugar en la lista de donde se ha quitado a Cuba.
– Eso es una locura – dije riéndome a carcajadas.
Le fui acercar la botella a aquel orate, pero me di cuenta de que ya estaba vacía. Hacía tiempo que no sentía los mosquitos, pero estaba lleno de ronchas. Sudaba por todas partes. Estaba mareado, y sin embargo los insectos ahora sonaban agradables. Levanté la vista y el fantasma había desaparecido. Quizás era el momento de visitar el cementerio. Tal vez ahora sí podría entender la lógica en la distribución de las tumbas. Finalmente resolví regresar a casa antes de que me amaneciera y me descubrieran sobre el banco con una botella de whisky vacía y sin dominó.
Ulises F. Prieto es Profesor de Matemáticas y escritor.
Muchas gracias a la escritora Zoé Valdés que ha publicado este cuento. Increíble, encontró la tumba de Faulkner. Yo, tres años viviendo en Oxford, Mississippi, nunca logré llegar. Really proud.
Me confundió! No lo escribió usted? De cualquier manera es una excelente historia. Saludos.
Creo que sí la escribí yo, pero nunca se sabe. Pasan muchas cosas extrañas en las noches calurosas y húmedas del condado de Yoknapatawpha.
Creo que sí la escribí yo, pero nunca se sabe. Pasan muchas cosas extrañas en las noches calurosas y húmedas del condado de Yoknapatawpha.
Magnifico! Me ha hecho reír, pensar, y lo más importante ha dejado un gusto muy agradable yo no quiero tampoco esa enfermedad de ser escritor pero porfavor páseme un poco de el antídoto que ha utilizado para usted!!!
Querida Amalia,
me encanta que te haya gustado el texto. Le envíe esto a Zoé Valdés después que Eliot Abrams dijera que María Corina Machado parecía un personaje del realismo mágico de García Márquez, y Zoé recodara que el realismo mágico en en verdad un producto en inglés empezado por Faulkner. Parece que Eliot Abrams parece preferir la copia en español de García Márquez que el original de Faulkner en su propio idioma.