Cultura/Educación

Luis de la Plaz: Bajo la piel de la memoria

Por José A. Albertini.

 

Nunca entiendes realmente a una persona

hasta que consideres las cosas desde su

punto de vista, hasta que te metes en su

piel y caminas con ella.

Harper Lee.

 

Una vez más el prolífico escritor Luis de la Paz con su reciente libro titulado: “Bajo la memoria” (Ediciones La gota de agua 2024) coloca al lector, en “El filo de la navaja”, recordando el nombre de la famosa novela, llevada al cine en dos oportunidades, del escritor W. Somerset Maugham. Y cito la obra del autor inglés  no porque las historias  agrupadas en “Bajo la memoria”, tengan similitud con el texto mencionado.

Sin embargo, es innegable que personajes y situaciones que pueblan los diez cuentos, tres microrrelatos y seis minirelatos de este volumen crecen, se desarrollan y pueblan el borde cortante de la existencia. Existencia que, de una u otra forma, invariablemente discurre por senderos de situaciones inesperadas, llenos de remembranzas heredadas y nutridas, en todos los aspectos, por los giros del camino, no siempre deseados,  y el accionar propio al que llamamos libre albedrío y que la pluma de Luis de de la Paz  saca de lo que consideramos, o son, lógicos altibajos de la vida que a veces, humanamente, se tienden  a eludir, recurriendo al recurso del olvido.

“Parecía levitar”, texto  que inicia la obra discurre en la ciudad de Filadelfia. La pareja, ya mayor, en caminatas frecuentes, termina sentada en un banco cercano al cauce de río Schuylkill. La vida, aunque ambos tenían historias diferentes, les había unido. Una alfombra tejida a mano propiedad de un comerciante persa les deslumbra al punto que terminan adquiriéndola. La manera en que estaban atados los nudos indicaba la delicadeza del trabajo y la antigüedad del telar. ¡Una verdadera obra de arte…!  Como lector pienso que, algunas noches de luna llena, el tapete, con su carga de ancianos rejuvenecidos, levita sobre la ciudad. ¿Acaso  así no cuentan algunas historias milenarias de  “Las mil y una noche?”.

Y, saltando el orden de los relatos, como ejemplo del fardo de coyunturas existenciales que agrupa este volumen, tomo el cuento “A San Nicolás de Bari” donde la opresión del régimen castro-comunista que, en  trazos blancos y negros, delinea esta historia el lector vuelve a la opresión no resuelta. Al solar de Zalaya, en el que nació la madre de Luis de la Paz y murió  de tisis una tía, no conocida,  que se prende de la evocación familiar. Al niño que olfatea el perfume femenino de la libertad y al esbirro abusador que le prohíbe disfrutar, a plenitud, del oxígeno patrio.

Exilio duro; no deseado. Amores que se hacen y deshacen saltan de las páginas de “Los recién llegados”. Luego, más adelante, en la carretera del tránsito  terrenal encontramos, racismo y rechazo enquistado contra los matrimonios interraciales y descendencia, en la desasosegada lectura de  “Nuestra familia”.

Desasosiego, en honor a la verdad, es el término que se impone cuando se lee la obra total  de Luis de la Paz, sea cuento, poesía o novela. Luis es cronista fiel del tiempo material y emocional que le ha tocado respirar y sigue inhalando con sofoco de “Un verano incesante” que explora “El otro lado” de un “Tiempo vencido” que trepa “Por las paredes” que le dicen no “Salir de casa” porque “Al pie de las montañas” aguardan, a lo mejor, las “Imperfecciones del horizonte”…

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