Economía

Los trabajadores y el «socialismo real».

Por Mauricio de Miranda Parrondo.

Los fundadores del socialismo marxista lo concebían como un sistema caracterizado por el predominio de la propiedad social sobre los medios de producción en correspondencia con un alto grado de socialización del proceso de producción. Para ello confiaban en el carácter revolucionario de la clase obrera en su enfrentamiento con las fuerzas del capital y el sistema emergido de la revolución proletaria sería uno en el que esa clase detentaría el poder a través de una dictadura del proletariado como paso previo a la supresión de las clases sociales e incluso del Estado. Sin embargo, estas ideas no han sido ratificadas por el devenir histórico, ni del capitalismo, ni del llamado «socialismo real».

En este último sistema, establecido a partir de la revolución bolchevique de 1917, lejos de suprimirse, el Estado se fortaleció a partir de un régimen totalitario en el que la «dictadura del proletariado» ha sido asumida como dictadura de la burocracia, emergida como nueva clase dirigente, no propietaria de los medios de producción, pero usufructuaria de su control absoluto, excluyendo a la clase obrera y a la sociedad toda de la posibilidad de ejercer sus derechos como supuestos propietarios colectivos.

El régimen bolchevique y la «Oposición Obrera»

Desde los primeros años del régimen soviético, afloraron contradicciones entre la dirigencia del Partido y lo que entonces se llamó la «Oposición Obrera», que reclamaba el control de la producción por parte de los sindicatos de trabajadores, en contra de la labor administrativa impuesta por el núcleo dirigente del país. Ya en 1919, el principal líder de esta corriente, Alexander Shliápnikov, publicó en Izvestia, cuando todavía era posible hacerlo, una crítica a la política laboral del gobierno de Lenin. Aunque derrotados en el IX Congreso del Partido efectuado entre marzo y abril de 1920, esta facción continuó su denuncia del control burocrático de la economía y su reclamo del control directo de la producción industrial por parte de los trabajadores.

En respuesta, Lenin los calificó de «anarco-sindicalistas». Su visión del papel de los sindicatos era que estos debían convertirse en «correas transmisoras» de la labor del partido, mientras la «Oposición Obrera» buscaba la independencia de esas organizaciones respecto a las estructuras partidarias, de forma tal que mantuvieran su misión de defender los intereses de los trabajadores, en tanto que clase social que supuestamente ejercía una dictadura sobre los vestigios de las clases burguesas y terratenientes, suprimidas por la revolución.

Sin embargo, en el crucial X Congreso del Partido bolchevique, efectuado entre el 8 y el 16 de marzo de 1921, se puso fin a cualquier tipo de posibilidad democrática de disenso dentro del sistema soviético al prohibirse las facciones internas y se ratificó la ilegalización de todos los partidos y movimientos socialistas no bolcheviques. La reclamada «unidad» no sería lograda mediante el consenso de fuerzas revolucionarias y progresistas, sino como resultado de la imposición de una férrea disciplina desde el centro de poder, en el que, curiosamente, muy pocos eran líderes provenientes de la clase obrera…

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Publicado por mauriciodemiranda

La Habana, 1 de abril de 1958. Doctor en Economía Internacional y Desarrollo, Universidad Complutense de Madrid, España. Licenciado en Economía, Universidad de La Habana, Cuba. Profesor Titular del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, Cali, Colombia. Ver todas las entradas de mauriciodemiranda

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