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Los Reyes Magos castristas

Gracias a Pixabay

Por Víctor Fernández.

Cerraban todas las tiendas, empapelaban los escaparates, y cuando los destapaban días después, estaban llenos de juguetes preciosos venidos de China, verdaderos esperpentos llegados de la URSS, más algún despojo de producción nacional. Los padres llevaban a los niños a ver escaparates por el centro de Holguín, donde toda la zona comercial estaba alrededor de sus parques, en unas doce manzanas aproximadamente. ¡Era un espectáculo! Los niños gritábamos y saltábamos llenos de ansiosa ilusión, ¡quiero ese! ¡quiero aquel! Pero solo teníamos derecho a comprar tres juguetes: uno básico, otro no-básico, y uno dirigido. Entonces llegaba el momento de la verdad: ¿Cómo se accedía a comprarlos?

En Cuba, al estar todo racionado (la comida y la ropa), cada familia tiene una Libreta de Racionamiento (aún en vigor). Por la libreta se sabía si había niños en el núcleo familiar. Si mal no recuerdo, doce años era la edad límite para tener derecho a adquirir juguetes. A cada libreta le asignaban un número; con ese número ibas a una cancha deportiva municipal donde se celebraba un sorteo con un bombo, que a veces duraba hasta la madrugada. Como por milagro divino, las familias más pobres con muchos niños sacaban los números más bajos. Tenías que ir a comprar a la tienda asignada por la libreta, un día específico, con el número obtenido. El juguete básico podía ser una peonza, una pelota, o unas canicas; el no-básico era alguno soviético, es decir, horroroso; y el dirigido podía ser chino, que eran los mejores porque se trataba de cochecitos eléctricos, trenes, aviones que hacían ruiditos y encendían las luces. O sea, el primer baño mata-ilusiones de realidad socialista te lo daba la dictadura a la más tierna edad, cuando te tocaba el número 4500, y entrabas a la tienda para comprar los rastrojos que quedaban, a veces solo un trompo, o un silbato. Todos aquellos saltos y gritos de ilusión ¡Quiero ése! ¡Quiero aquél! quedaban asesinados en ese momento. Las familias más pobres que obtenían los números más bajos en el sorteo, vendían sus tickets para comprar leche y pan para sus niños.

Con los años los juguetes desaparecieron del todo. Los niños cubanos que tuvieron juguetes los recibieron desde el extranjero, pero a mi generación aún le tocó el proceso ilusión-desengaño.

No es necesario tener estudios de psicología infantil o de pedagogía, para saber la importancia que tiene el juego durante la infancia. Tan es así, que las actuales corrientes ideológicas con las que anda la izquierda imponiendo sus ideas -cápsulas de cianuro envueltas en caramelo y papel celofán-, donde primero han mordido para apropiarse del cerebro y el espíritu de los niños, es precisamente en los juguetes, aplicando esa creencia oscurantista y alienante que ellos llaman “Ideología de género”, al cómo y con qué juegan los niños. Esas mismas personas que promueven que los niños tengan tipos específicos de juguetes -siempre según sus intereses ideológicos-, con el falso argumento de su “preocupación por la infancia” son quienes, con su simpatía, su silencio, y su apoyo a la dictadura castrista, consiguieron dejar a generaciones enteras de niños cubanos sin juguetes. También aplaudieron y callaron como hizo y hace la UNICEF, que los niños cubanos fueran esclavizados a partir de los once años, y hasta que terminaban el bachillerato por la dictadura castrista, siendo enviados durante 45 días -obligatorios-, a trabajar al campo sin salario ni retribución alguna; labores de las que muchos simplemente no regresaron.

En estos días que con tanta ilusión miles de millones de niños -y adultos- en todo Occidente esperan la llegada de los Reyes Magos (incluso a pesar de saber desde temprana edad que simplemente son sus padres), mi pensamiento no puede sino detenerse, por un instante, en los culpables de que los niños cubanos, junto con el vasito de leche para desayunar que lleva la dictadura 61 años prometiendo y nunca ha llegado, no hayan tenido juguetes; espero que en vez de carbón, les dejen en las sedes de sus partidos y organizaciones políticas montañas de boñiga de camello. Lo merecen.

Víctor Fernández es escenógrafo y director de escena, historiador de la ópera, galerista, y profesor de inglés.

3 Comments

  1. Ilona Selmeczi

    A colourfull story!

  2. Sencillamente espectacular.

  3. Carlos Bacallao soto

    Excelente como siempre Victor 👏👏👏

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