EDITO

Las palabras y su repudio

Zoé Valdés – Foto Libertad Digital

Por Zoé Valdés.

El maltrato del idioma es uno de los peores episodios de esta época que debemos soportar, diría que casi estoicamente; ocurre a diario y de manera alevosa. Mientras veía un programa en la televisión argentina uno de los participantes reprochaba a otro de que el término «comunista» se usara para denigrar a alguien, lo que -según él- se hace con harta frecuencia. Es probable que esto suceda en Argentina, donde la corrupción comunista campea por sus respetos desde el gobierno mismo, y la gente tienda a denunciarla de la manera más rápida y precisa que encuentran, con todas sus razones. Y sí, comunismo es equivalente a crimen y a corrupción, aquí y en La Conchinchina.

Por el contrario, en Europa, de sólo abrir la boca y emitir una opinión contraria a la vulgar ideología imperante que todo lo puede y que todo lo domina, al punto mereces ser tratado de facha, o sea, de fascista. Y santas pascuas, no pasa nada, es más, nadie protesta, o pocos se atreven.

Me habría gustado tener enfrente al analista de marras, para preguntarle: ¿Por qué para usted «comunista» es un insulto que no debiera ser usado, y sin embargo, el término «facha», de fascista, contra alguien que piense distinto, es no sólo un ataque natural, además resulte bien visto y hasta sea considerado correcto para el que lo use? Puedo imaginar su respuesta, y de sólo imaginarla se me antoja, además de oprobiosa, una ráfaga de vómito.

Durante años -estudios mediante- se ha podido comprobar cómo el nazismo destrozó el idioma por ahí por donde hizo mayores estragos, asesinó, robó vidas. Sin embargo, también son pocos los que se han detenido a pensar en el inmenso mal que la ideología social-comunista ha hecho y sigue haciendo en contra del idioma, también por allí por donde dejó y sigue dejando más de 150 millones de víctimas.

Sí, es un estudio pendiente, que no sé si se pudiera llevar a cabo, o al menos estar apto para realizarlo, en medio de toda esta depravación del habla y de la escritura en la que nos ha sumido en buena parte el abismo cultural al que nos ha empujado el neo-izquierdismo y la tecnocracia.

Si bajo el castro-comunismo, en Cuba, el lenguaje sufrió acciones devastadoras, como fue lo de eliminar el «idioma decadente», se prohibió llamar «señor» o «señora» con respeto a alguien, para imponer el neo-lenguaje revolucionario cuyo trato fue y es todavía desde 1959 de «compañero» o «compañera», incluso para los esposos y esposas; con el advenimiento del neo-castrismo (término acuñado en el blog de Los4Gatos en el año 2012), las consecuencias son, no sólo nefastas, vergonzosas, de daño irrecuperable a estas alturas.

Oír a los cubanos usar festivamente el término «haiga» por haya, referirse a ellos mismos como «la voz del pueblo», en actuaciones desesperadas de horror vacui lingüístico y echar mano de espectaculares expresiones populistas que prueban el pésimo aprendizaje y la mediocre educación recibida mediante el adoctrinamiento ideológico, sólo indica lo siguiente: los regímenes totalitarios, tengan el carácter o la definición ideológica que tengan, destruyen lo más preciado del ser humano, su pensamiento, el idioma, la libertad de expresarse correctamente. Destruyen, en una palabra, al ser humano, a la inteligencia.

Entonces, ¿por qué repudiar que se llame «comunista» a un comunista probado, y aceptar por otro lado que se insulte a alguien que manifiesta desde la libertad su pensamiento al tratársele de «facha» o fascista?

En uno de esos programas donde lo que se privilegia como interesante es hacer coincidir a los personajes más improbables, un pianista inglés (no recuerdo su nombre, disculpas), se refirió al -según él- «insulto» que consistía en que una diputada española llamara al hijo de un terrorista, lo que entre otras cosas es: hijo de terrorista; obviando los insultos recibidos por esa diputada de parte del hijo del terrorista, y lo que es peor, obviando que frente a él tenía precisamente a una periodista al que el supuestamente insultado, también diputado de Podemos, que llegó a ser vicepresidente del gobierno español amenazó con fustigarla «hasta hacerla sangrar».

Lo curioso es que la periodista, también se quedó callada, como el resto de los participantes, y no porque debió de salir en defensa (por solidaridad femenina) de la diputada en cuestión que también, y que tal como dije, había sido acosada por este personaje, sino para salir en defensa propia… Sólo sea para respetar la memoria de los espectadores, pero por encima de todo, para respetarse y honrarse a sí misma.

Porque, el problema de las palabras, y no sólo, en los tiempos dictatoriales que corren, es también el problema de situar la verdad, la compasión, el honor, por encima de la mentira, del odio y del repudio, El honor siempre por encima… Cuando se tiene, claro.

Zoé Valdés. Escritora y artista cubana e hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

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2 Comments

  1. Víctor Fernández Calzadilla

    Cuando se le llama a alguien cuyo padre era terrorista, “hijo de terrorista”, en una observación pragmática. Si se ofende el interpelado es porque está de acuerdo con las acciones terroristas de su padre. Mi padre era mecánico, por ejemplo, si me lamaran “hijo de mecánico”, solo podría responder “a mucha honra”. Llamar a un comunista, “comunista”, es atenerse a la verdad: 150 millones de asesinados, millones de vidas destruidas, hambre, miseria, corrupción, esclavitud, países arruinados y destruidos, millones de exiliados, etc:”; si se ofende, pues una de dos: que no sea comunista, o que busque una hermosa maya de guao, y se rasque. Para el resto: mulsogar.

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