Por Zoé Valdés.
Llevo todo el tiempo, casi toda mi vida, pues nací bajo una dictadura que lleva ya más de sesenta y dos años en el poder, observando y estudiando a la prensa. La prensa que responde a los regímenes totalitarios es siempre la misma: actúa a favor de la ideología que la sostiene, maniobra chantajeada, silenciada, y comprada mediante míseras prebendas que allá, en mi país, se llaman estímulos socialistas o comunistas. Nunca denuncian nada, jamás plantean ni siquiera una interrogante frente al sistema que oprime al pueblo, sólo enumeran logros y cantan loas a la heroicidad comunista. Como los cantantes protesta cantan contra todo lo malo del mundo, pero jamás contra lo malo de su propio país, el mejor ejemplo es Silvio Rodríguez.
La prensa hace rato perdió la cabeza, Cuba fue una de sus innegables víctimas, cuando aquella guerra que se dio por perdida para España en medio de la desinformación y de un rifirrafe de grupos de prensa norteamericanos; en uno de ellos estuvo nada más y nada menos que Winston Churchill, como corresponsal de guerra; se comenta que enloqueció de amor por Cuba y por el pan con timba, el pan con guayaba. Al menos eso pude leer en una de sus biografías. Luego, mucho más tarde, llegó Herbert Matthews, el corresponsal del New York Times y cumpliendo órdenes del Cuarto Piso y del comunismo internacional mintió descaradamente sobre Fidel Castro y su producto de marketing: la revolución cubana. De aquellos truenos estos lodos.
Veo a España en el mismo camino, con una prensa SERvilista a más no poder. SERvida por un grupo de prensa social-comunista que viene poniendo y quitando héroes desde la época en que fue creado y manejado por, inclusive, varios ex franquistas que como buenos cambia casacas se convirtieron a la religión marxista en cuanto vieron la oportunidad y la magua (sumas de dinero en argot cubano).
Todos estos años observando y advirtiendo que, gracias a esa prensa, o mejor, culpa de esa prensa, entreguista, cobarde y domada, España caerá en el social-comunismo más peligroso y roñoso, ese que delata en lugar de denunciar, ese que fusila en lugar de juzgar mediante un sistema de justicia constitucional, ese que modifica su sistema de seguridad y lo convierte en un sistema de vigilancia y de operaciones traficadas desde el mismísimo ministerio del interior.