Por Carlos Manuel Estefanía.
El pasado 19 de febrero dejé el siguiente comentario bajo el artículo publicado en ZoePost, titulado “EN VIVO – Guerra en Ucrania: Marco Rubio habla de «oportunidades extraordinarias» para las relaciones entre Estados Unidos y Rusia si termina el conflicto”[i]:
Si la revolución nacional libertaria norteamericana se consolida en alianza con el régimen cristiano ortodoxo ruso, Estados Unidos y Rusia, unidas, podrían poner fin al globalismo y, de paso, ganar al mundo.
Posteriormente, descubrí que el término «revolución» también se utiliza para referirse a lo que está ocurriendo en Norteamérica, en un artículo del analista Héctor A. Rodríguez, titulado La política exterior de la Segunda Revolución Americana, el 16 de febrero en Ego de Kaska[ii].
Aseguro que llegamos a una conclusión parecida por caminos paralelos, pues no había visto ese artículo cuando escribí mi nota en Zoe Post. Me alegra que seamos varios los que nos percatamos de que estamos ante una revolución, mientras que muchos otros, aun viviendo en Estados Unidos, no parecen darse cuenta. Aun así, puede que no tengamos exactamente la misma perspectiva, por eso aprovecharé este espacio para caracterizar ese proceso, tal como lo veo en estos momentos.
Comencemos por reconocer que Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión, inmerso en una transformación profunda que redefine su identidad y su papel en el mundo. Esta metamorfosis, que denomino «revolución nacional libertaria», se caracteriza por un pragmatismo radical, una reconfiguración de alianzas y una fusión sin precedentes entre el poder empresarial y la inteligencia artificial (cuyo protagonismo me ha hecho notar mi amigo y analista Germán Díaz), en oposición al viejo régimen de la burocracia estatal despilfarradora y abiertamente maltusiana. Esta última boicoteó, tanto desde afuera como desde adentro, al primer gobierno de Trump, arrebatándole incluso la posibilidad de ser reelecto mediante lo que pareció ser un golpe de estado electrónico, similar a las tácticas empleadas por el chavismo en Venezuela. Sin embargo, por algún fallo en el sistema, Trump volvió al poder, ahora más radical, con la lección aprendida, y sin perder tiempo se ha embarcado en la tarea de cambiar el sistema con una velocidad comparable a la de la Revolución Norteamericana, la francesa o la rusa.
Pero, a diferencia de las revoluciones tradicionales, marcadas por la violencia y la ideología, esta revolución se gesta desde un poder obtenido a través de la vía electoral, si bien enfrentada con instituciones y cuerpos del estado obsoletos, sin más objetivos que frenar el interés de los electores, beneficiar a sus paniaguados y servir a la agenda de lo que se ha dado en llamar globalismo. Es contra esta fuerza inmovilista contra la que se está enfrentando una revolución cuya vanguardia no se disfraza de proletariado, sino que se desplaza públicamente por los pasillos del poder económico y tecnológico. Sus enemigos la acusan de ser un pacto de millonarios, como si no los hubiera del lado contrarrevolucionario, ignorando que solo estos potentados tienen la capacidad de enfrentar algo tan poderoso como es el estado y esa burocracia que, aliada a la banca, tiene acceso a todos nuestros datos; sin que haya molestado a esos que ponen el grito en el cielo cuando Elon Musk echa mano a su motosierra americana, cercenando las ramas secas de la burocracia estatal en favor del interés nacional.
Pero no todo es color de rosa. Como cualquier otra revolución, esta tendrá sus víctimas colaterales, y esto no hay que justificarlo. Por ejemplo, cuando se deporta no solo a criminales, sino a personas honradas, cuyos únicos crímenes son los haber nacido en países sistemáticamente devastados por sus gobiernos. Así mismo, la disposición a pactar con cualquier actor, sin importar su ideología, y a tomar decisiones siempre y cuando favorezcan al pueblo norteamericano es una manifestación de este pragmatismo, que deja en la estacada a las víctimas de estos nuevos aliados, sea en Rusia, Iberoamérica o en el Cercano Oriente.
Reconfiguración de Alianzas: Un Mundo Multipolar
El viejo poder se afianzaba en lealtades forjadas por las élites europeas reconstruidas tras las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de gran parte de Europa por las fuerzas angloamericanas. El nuevo gobierno de Estados Unidos ha redefinido amigos y enemigos. Uno de los adversarios más significativos es el régimen chino, efectivo en lo económico pero autoritario en lo político, lo que le ha permitido convertirse en una auténtica amenaza para Estados Unidos. En segundo lugar, está una Europa que se ha desarrollado, primero gracias al Plan Marshall y luego a la costumbre de dejar a Norteamérica con la máxima responsabilidad y gastos en la protección de sus fronteras. Europa ha osado enfrentarse a Rusia, eligiendo no la paz en Ucrania, sino una beligerancia innecesaria, especialmente cuando el escaso avance del ejército ruso recuerda su debilitamiento durante las guerras contra Finlandia en el siglo pasado. Esto hizo que Hitler creyera que invadir Rusia sería un paseo, algo que pudo haber sido cierto si Estados Unidos e Inglaterra no hubieran apoyado al zar Stalin, dotándolo de recursos que, sumados a su exceso de soldados, le permitieron llegar primero a Berlín.
El distanciamiento de Europa de sus valores—es decir, su rechazo a la familia tradicional, a la religión cristiana y a la moral que se le asocia, a la libertad de expresión y a la razón al negar los fundamentos naturales del sexo o la defensa de la vida en todas sus etapas—ha llevado, por carambola, al acercamiento de su población más conservadora a figuras como Vladimir Putin. Ese mismo camino está siguiendo muchos sectores de Estados Unidos, los mismos que llevaron a Trump a la presidencia; no es de extrañar la inversión total de la retórica que venía desde la Casa Blanca contra Vladimir Putin. Este, aunque controvertido, tiene el mérito no solo de mantener a raya a los comunistas rusos, sino también de haber rescatado, mediante la preeminencia que otorga a la Iglesia Ortodoxa (ciertamente salvada por Stalin, pero Iglesia al fin), los mismos valores que Occidente olvida.
La política del gobierno norteamericano, más que un enfrentamiento de filosofías responde a una lógica clara: la búsqueda de socios estratégicos que permitan a Estados Unidos mantener su hegemonía en un mundo multipolar. Esta reconfiguración de alianzas no implica necesariamente una ruptura total con el pasado, sino más bien una adaptación a las nuevas realidades geopolíticas. Hay antecedentes claros en el acercamiento de Nixon a la China de Mao, un genocida, peor de lo que podría ser Putin. Entonces, pocos protestaron al ver cómo se debilitaba el llamado Campo Socialista. Hoy, está pasando otro tanto, y quienes critican el tratamiento que Trump está dando a Putin deberían reconocer ese pasado.
Se trata de reconfigurar las alianzas globales que definirán el futuro: solo hay dos opciones, una con Rusia sometida a China, más por las sanciones que por amistad, o una alianza norteamericano-rusa capaz de poner de rodillas al actor más importante de esta serie, que nadie menciona, salvo por otro nombre: el globalismo, que no es más que el imperialismo británico de siempre. Este es el mismo que Trump ha prometido arrebatarle a Norteamérica, que aún le pertenece bajo un manto de independencia que es Canadá, y cuyas faltas de libertades fueron denunciadas abiertamente por Vance durante su contundente discurso en Múnich.
No es sorprendente que, apenas iniciadas las negociaciones de paz, Inglaterra amenace con boicotearlas enviando tropas a Ucrania.
Vance: El «Canciller de la Dignidad»
James David Vance, con sus mensajes contundentes dados recientemente en Europa[iii], se convirtió en el «Canciller de la Dignidad» de la Revolución Nacionalista Libertaria Norteamericana para el viejo mundo. La Unión Europea se ha visto involucrada en una pelea entre hermanos esclavos que no le correspondía. El mérito fue del gobierno demócrata estadounidense, de dudosa legitimidad, hoy derrocado democráticamente por el pueblo. Ahora, cuando Trump quiere liberar a los europeos de la tragedia ucranio-rusa, no falta quien tiemble como hacían los viejos secretarios de los Partidos Comunistas de Europa Oriental, cuando desde Moscú comenzaron a soplar los llamados a hacer más humano y eficiente al socialismo. Así, la casta política de Europa occidental se niega a escuchar consejos, se queja de tener que financiar su defensa y, peor aún, apuesta por seguir idealizando al régimen de Zelensky (que no es un santo) mientras sataniza al de Putin, al tiempo que le tiende el manto a otros diablos. Lo más absurdo es que desde la Unión Europea, y sobre todo desde sus medios de comunicación, se haga hasta lo imposible por prolongar la guerra fratricida entre Ucrania y Rusia, así como sus nefastas consecuencias para los países colindantes. ¡Qué mentalidad tan neocolonial prevalece en este viejo mundo!
Una cosa debemos reconocer: si Estados Unidos, ya sea con el garrote de sanciones o la zanahoria de jugosos acuerdos comerciales, logra sentar en la mesa de negociaciones a Zelensky y Putin y mediar hasta que se establezca ese pacto de paz que la humanidad ansía, al margen de los peligros conjurados para otros países, el mejor beneficiado será Estados Unidos, ya sea cobrando todo lo invertido en accesos a tierras raras ucranianas, o reconquistando lo perdido en el suntuoso comercio con los recursos naturales rusos, algo que no parece agradar a esa parte del mundo que boicotea incesantemente las conversaciones de paz. Probablemente se producirá, además, una nueva división de zonas de influencia, con Rusia a cargo de Eurasia, como freno a China, y con un papel de gendarme de la Europa petulante, que malcriada por los anteriores gobiernos norteamericanos no ha hecho más que echar ramas al fuego de la guerra y que los nacional-libertarios norteamericanos consideran una carga, cuando no dominada por una legión de burócratas ingratos que, para colmo, apostaron políticamente por el caballo perdedor, ese partido demócrata que se refugia en la contrarrevolución más álgida en relación al proceso que vive Estados Unidos.
En cuanto a los países de América, que apenas combaten la delincuencia, pero que resuelven sus problemas desplazando a su ejército industrial de reserva a los mismos Estados Unidos, a cuyos productos ponen aranceles, la situación se puede complicar. No solo se verán obligados a recibir esa población sobrante y encontrarles ocupación, sino que el aumento de aranceles les impedirá el acceso que hasta el momento tenían fácil a los Estados Unidos. Esto no significa que esos puestos de trabajo vacantes sean ocupados por norteamericanos dispuestos a realizar trabajos duros; más bien, se utilizarán maquinarias automatizadas capaces de reemplazar al hombre en cualquier tarea, ya sea física o intelectual. Y si algunos logran salir beneficiados, serán los regímenes que mejor puedan impedir a esa población salir de sus fronteras, que son lamentablemente los autoritarios, ilegítimos como los de Cuba, Nicaragua o Venezuela, o amparados por la democracia interna como el de El Salvador. Nacionalista al fin, lo que menos le importa a la nueva revolución norteamericana es lo que pase con sus vecinos del sur. Así, el fin del subsidio a la prensa independiente cubana, al margen del wokismo que la había aprisionado, es un guiño a la dictadura, como lo es la disposición a recibir a sus expatriados dada y demostrada por Venezuela a la Casa Blanca. Algo que debería imitar, para su bien y desgracia de su pueblo, lo antes posible Díaz-Canel. Mejo que lo haga sin necesidad de que le advierta su gran hermano Putin, convertido de la noche a la mañana en el mejor aliado de los norteamericanos. ¡Cómo cambian los tiempos!
Inteligencia Artificial: Un Cambio Disruptivo
La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un actor clave en esta revolución. Su capacidad para procesar grandes cantidades de datos, automatizar tareas y tomar decisiones complejas la convierte en una herramienta poderosa para el empresariado. La fusión entre el poder económico y la IA está transformando la forma en que se toman las decisiones políticas y económicas, creando un nuevo paradigma de gobernanza.
El Nacionalismo Libertario: Una Ideología Contradictoria
El término «nacionalismo libertario» puede parecer una contradicción. Históricamente, el nacionalismo ha estado asociado con la intervención estatal y el proteccionismo, mientras que el libertarismo aboga por la libertad individual y la limitación del gobierno. Sin embargo, en el contexto de esta revolución, el nacionalismo libertario se manifiesta como una defensa de los intereses nacionales a través de la libertad del mercado interno y la innovación tecnológica.
Implicaciones y Desafíos
Esta revolución plantea desafíos importantes. La concentración del poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas podría tener consecuencias negativas para la democracia y la equidad social. Pero su peor enemigo para la supervivencia podría ser el sector encubierto de enemigos internos capaces de infiltrar sus agentes en los niveles más altos del gobierno. Un candidato difícil para esa la tarea podría ser el genio empresarial de Elon Musk, proveniente de esa tradición “afrikáner” que ha resistido al imperio británico como pocas en la historia. Otra opción más viable sería el propio vicepresidente; el abogado, periodista militar y político de profesión, J D Vance, no solo por su poderosa posición sino también por su innegable carisma manifestado en aquella arrolladora intervención en Múnich. Su discurso no solo fue impactante, sino también una alerta abierta sobre las intenciones para con los viejos cipayos de América en Europa de esta nueva revolución. Este sería el personaje ideal para voltear el proceso, precisamente por la confianza que inspira entre los revolucionarios, ideal para guiar el proceso; ojalá nos equivoquemos, pero por el momento, tengámoslo en la mira, como ya debería tenerlo el imperio británico.
Referencias:
[i] EN VIVO – Guerra en Ucrania: Marco Rubio habla de «oportunidades extraordinarias» para las relaciones entre Estados Unidos y Rusia si termina el conflicto – ZoePost
[ii] https://egodekaska.com/la-segunda-revolucion-americana/
[iii] https://zoepost.com/discurso-historico-de-jd-vance-en-munich-analisis-en-directo/
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Interesante artículo. Trata de varios puntos que resultan incomprensibles y oscuros para mí.Me hace meditar sobre ellos. Gracias por compartirlo.