Por Carlos Manuel Estefanía.
En un contexto global donde la militarización avanza a pasos agigantados, resulta particularmente inquietante observar cómo la izquierda, históricamente vinculada, al menos en su retórica, con la lucha por la paz y la justicia social, ha sucumbido ante la tentación del militarismo. Polonia emerge como un punto paradigmático de esta contradicción, donde la Nueva Izquierda ha abrazado sin titubeos la lógica del rearme y la confrontación, relegando cualquier discurso pacifista a un rincón casi inaudible de la política.
El Consenso Militarista y la Ausencia del Pacifismo
Desde el inicio del conflicto en Ucrania en 2014 y su intensificación en 2022, Polonia ha asumido un papel de liderazgo en la llamada remilitarización de Europa. El gobierno actual, bajo el liderazgo de Donald Tusk, se ha convertido en un ferviente defensor del rearme, anunciando expansiones significativas en el ejército y la decisión de retirarse de tratados internacionales que limitaban el uso de armas letales, como las minas antipersona. Lo que debería provocar un amplio debate en una sociedad democrática, parece escasamente generar resistencia en el espectro político polaco.
Sorprendentemente, la Nueva Izquierda, que forma parte de la coalición gubernamental, no solo acepta pasivamente esta deriva militarista, sino que la respalda de manera activa. Su diputada Anna-Maria Żukowska ha justificado la necesidad de aumentar el gasto en defensa hasta el 3% del PIB, alineándose con la retórica predominante que glorifica la fuerza militar. De este modo, un discurso que alguna vez rechazó la compra de armamento extranjero en favor de mayores inversiones en el bienestar social ha sido suplantado por una aceptación acrítica de la militarización.
Una Izquierda Atrapada por el Miedo
La historia de la izquierda europea ha estado marcada por un vaivén entre el pacifismo y la aceptación del militarismo en función de las circunstancias. Antes de la Primera Guerra Mundial, muchas agrupaciones de izquierda apoyaban el aumento del gasto militar, con solo unos pocos, como Lenin o Rosa Luxemburgo, alzando la voz en oposición. Actualmente, en Polonia, encontramos un escenario similar: el miedo a una agresión rusa ha silenciado cualquier crítica relevante a la escalada bélica.
El argumento que prevalece sostiene que Polonia debe estar lista para defenderse, lo que ha generado una especie de consenso nacional sobre la necesidad de reforzar la defensa militar. Sin embargo, este enfoque ignora por completo cualquier alternativa fundamentada en la diplomacia, el desarme progresivo o la construcción de estructuras de seguridad colectiva que no dependan exclusivamente de la fuerza armada.
La Contradicción Ideológica
La aceptación del militarismo por parte de la izquierda polaca no solo representa una claudicación de sus principios históricos, sino que también pone de manifiesto una flagrante inconsistencia en su discurso. Mientras en otros contextos la izquierda critica el intervencionismo militar y denuncia la venta de armas como un motor de conflictos, en Polonia parece haber olvidado estas cruciales convicciones.
Esta contradicción se torna aún más evidente al contrastar la postura sobre la guerra en Ucrania con la casi total indiferencia hacia otros conflictos, como el de Gaza. Mientras la bandera ucraniana ondea con orgullo en los medios de comunicación y el discurso político, la causa palestina se mantiene casi invisible en el debate público. Este doble rasero revela que el pacifismo no actúa como un principio rector, sino como una posición táctica que se adopta o abandona según la conveniencia geopolítica del momento.
El Silencio de los Pacifistas
En este sombrío panorama, las voces pacifistas son escasas y, con frecuencia, marginadas. Intelectuales como Tymoteusz Kochan y Roman Kurkiewicz han puesto de relieve la desconexión entre la retórica belicista de las élites políticas y el verdadero sentir de la población; esta última, si bien apoya a Ucrania, no necesariamente anhela un conflicto prolongado ni una Polonia cada vez más militarizada. No obstante, el temor a ser etiquetados como pro-rusos ha silenciado cualquier intento de articular un discurso alternativo a la lógica de la guerra.
El periodista Kurkiewicz resume con agudeza esta paradoja: «Ser pacifista hoy en Polonia es experimentar una sensación de total soledad». En un país donde la memoria histórica de la ocupación y la guerra pesa, el discurso predominante es el de la resistencia a cualquier precio, ignorando las consecuencias a largo plazo de esta mentalidad bélica.
En resumen
La militarización de Polonia y la adhesión de su izquierda a este proceso reflejan una crisis más profunda a nivel continental: la incapacidad de unos izquierdista controlados dede Londres para sostener principios pacifistas en tiempos de guerra. En lugar de buscar alternativas a la escalada armamentista, la izquierda ha adoptado el mismo discurso de sus adversarios políticos, validando así la lógica de la confrontación. Este camino, en que se prioriza una respuesta belicista por encima del diálogo y la cooperación internacional, no solo es perjudicial para la política interna, sino que también socava la estabilidad regional y empaña el verdadero legado de la izquierda.
Si la izquierda aspira a ser algo más que una variante «progresista» del statu quo, debe recuperar una visión crítica sobre el militarismo y el gasto en defensa. Debe posicionarse firmemente en favor de un enfoque que promueva la paz, la diplomacia y la justicia social. Esto implica articular un discurso que no solamente critique las armas, sino que además fomente una cultura de paz y solidaridad en lugar de glorificar la guerra.
El pacifismo no debe ser considerado una postura débil o ingenua, sino una respuesta valiente a un mundo en conflicto. La izquierda tiene la oportunidad de liderar un cambio significativo que proponga soluciones efectivas a los desafíos globales actuales, basándose en el respeto mutuo y la cooperación. Para ello, es esencial fomentar el debate y abrir espacios donde las voces pacifistas puedan ser escuchadas y valoradas. Sin un compromiso real con la paz, el futuro de la izquierda en Polonia, y en el mundo, no solo corre el riesgo de ser irrelevante, sino también de repetir los errores del pasado, atrapada en un ciclo de confrontación que solo perpetúa el sufrimiento humano.
Es vital que la izquierda polaca y europea, en su conjunto, replantee su relación con la militarización y el pacifismo. La urgencia de construir un futuro donde la paz sea prioritaria sobre la guerra nunca ha sido tan clara. Si no se realiza este giro decisivo, el riesgo será que una nueva generación de políticos y ciudadanos crezca convencida de que la única forma de construir un mundo más seguro es a través de las balas y no de las palabras. La verdadera fuerza de la izquierda radicaría en su capacidad para imaginar y forjar alternativas más justas y pacíficas para todos. Lamentablemente, una vez más, con su belicismo al uso, la izquierda europea, y en este caso concreto la polaca, salvo honrosas excepciones, demuestra estar al servicio de intereses espurios, no a los del derecho más elemental de un pueblo a vivir en paz.
Carlos M. Estefanía es disidente cubano radicado en Suecia.
Fuente: Amélie Poinssot, «La izquierda polaca, el pacifismo y la guerra», versión publicada en Nueva Sociedad, marzo, 2025, https://nuso.org/articulo/la-izquierda-polaca-el-pacifismo-y-la-guerra/
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