EDITO

La doble moral: desconexión entre palabra y acción

Por Gloria Chávez Vásquez.

 

La hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud.

François de La Rochefoucauld (1613-1680) Autor Francés

 

Gran revuelo internacional desató la noticia de que varias corporaciones patrocinadoras de los Juegos Olímpicos de Invierno 2022 en Pekín, como la Procter & Gamble y la Coca Cola entre otras 12 compañías, han permanecido en silencio ante la violación de derechos humanos, tráfico de órganos, la limpieza étnica, persecución de cristianos y el genocidio de musulmanes en Uigur (región de Sinkiang) en China comunista.

La indignación surgió a raíz de que dichas corporaciones han financiado causas políticas criticando entre otras cosas, el racismo y el uso de la tarjeta de identidad para votar en Estados Unidos. Ambas posiciones tienen una motivación económica, y es la de no perder dinero. Las compañías han sido acusadas de doble moral al querer apaciguar a la vez a sus consumidores y al gobierno chino. Como dice el dicho: quieren estar con Dios y con el diablo.

Pero los relacionistas públicos corporativos no son los únicos que navegan en esa doble moral. Leemos a diario los conflictos de interés de gobernantes, medios de comunicación, deportistas, celebridades, y otros, cuya influencia pública les hace autoproclamarse voceros de la moral. Entre más reducido su intelecto más grande es su capacidad para gritar.

La prensa rosa se hace eco de las causas y continuas protestas contra la discriminación y la pobreza de vedettes y actores ultra famosos como Ricky Martin y Jennifer López. Los divos puertorriqueños emulan a Madonna, que va de país en país comprando villas y castillas, encargando pizzas de un continente a otro, en busca de un lugar donde poder gozar en paz con sus millones. Tácticas publicitarias para llamar la atención y simpatía de un público que ya no cree en su doble moral.

Pero, ¿es que queda alguien en este mundo capaz de vivir a la altura de un código moral?

Repasando el griego, el término “hypokrisis” significa “aquellos que actúan en un escenario.” En la vida cotidiana, la doble moral o hipocresía implica la desconexión entre palabra y acción; se trata de un simulacro o falsedad en la forma en la que uno actúa. El hipócrita finge un sentimiento contrario al que experimenta.

En su imperfección, la doble moral siempre ha sido un hecho de vida para el ser humano, ¿Quién, en su infancia, no se enojó cuando se vio obligado a seguir reglas que los mayores mismos quebrantaban? Los adultos decían una cosa, y hacían otra. Luego argumentaban que ellos sabían lo que era correcto. “Haz lo que yo te diga y no lo que hago”. Aun pululan en nuestra sociedad, aquellas personas que dicen respetar su hogar y se vanaglorian de tener amante o de frecuentar los prostíbulos. O los narcos que pagan diezmo a la iglesia para aplacar la ira divina. O aquellos que por miedo o por conveniencia se hacen cómplices del crimen. De ahí nuestra doble moral al cuestionar el caos social.

El caos vigente ha alcanzado el nivel de supervivencia y por tanto resulta urgente eliminar de una vez por todas, la hipocresía que se ha infiltrado en proyectos de supuesto altruismo como en la lucha contra la pobreza y la desigualdad social. En EE.UU. el racismo a la inversa bajo el eufemismo de acción afirmativa, más que hipocresía es una ofensa social, como lo son el pretender borrar la historia, destruir monumentos o inyectar lemas y doctrinas en la educación. Igual de inmoral es el proclamado cambio climático, a cuyas cumbres viajan periódicamente los multimillonarios del mundo envenenando la atmosfera con las sucias emisiones de sus aviones privados y sus tramas de nuevo orden.

¿Existen lugares más hipócritas que Washington o Hollywood? Probablemente la cadena de televisión CNN cuyos presentadores atacan en el aire a sus oponentes, mientras, detrás de las cámaras pagan millones a sus víctimas por difamación o abusos sexuales. Organizaciones internacionales como la ONU o la OMS que se suponen neutrales, pero empoderan regímenes inhumanos mientras desperdician sus recursos en “matonear” países que no están de acuerdo con sus siniestras políticas.

Indignado por las actitudes esquizoides de su época, el escritor Somerset Maugham (1874-1965) declaró un día, que “en tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo.”  Y a eso es que han reducido la moral aquellos que la tienen secuestrada. Para el dramaturgo Tennessee Williams (1911-1983), “La única cosa peor que un mentiroso, es un mentiroso hipócrita”. Y durante la masacre del Covid19 hemos visto a sus manipuladores con máscaras y sin ellas.

“No todos los que van a la iglesia son santos.” dice el proverbio italiano. Y es que, igual que el mitómano, el hipócrita se cree sus mentiras. Mientras se salta las reglas por el bien de todos, el hipócrita subestima a los demás. Quiere cambiar al mundo, pero utiliza la violencia y el engaño (responsabilizando a los demás del daño) para luego moldearlo a su imagen y semejanza. Un ejemplo es el maquiavélico George Soros, que lucra destruyendo sociedades y naciones con su Open Society disfrazado de filántropo. Es también la manera como el régimen de los hermanos Castro ha ido socavando la libertad, (comenzando por su país, Cuba), en Iberoamérica.

Aprovechando las plataformas sociales, el comunismo ha fertilizado el vicio y la doble moral como activismo en todo el continente americano. En Colombia, Chile, México, Perú como ocurrió antes en Venezuela y Bolivia, los mamertos prepagados con dinero de la droga, se lanzan a las calles a una orden de la mafia Internacional. Como dice el veterano periodista colombiano Juan Gossain, los mamertos no critican los crímenes de los regímenes comunistas de Maduro, de Cuba, Nicaragua, o China ni cuestionan la corrupción de sus líderes, pero se lanzan en manada a quien se atreve a decir o a escribir la verdad. Los guerrilleros salvajes y urbanos, dicen estar creado un mundo mejor, al tiempo que censuran, chantajean, secuestran, torturan y matan a sus víctimas. Luego denuncian las violaciones de los derechos humanos en sus países, a las organizaciones que hacen eco de esa doble moral.

La nuestra es una sociedad muy viciada por la mentira, el engaño y la hipocresía porque no hay talento o coraje suficientes para lograr las cosas por las buenas. Cierto que hay excepciones concretas a nivel individual, pero no son suficiente para lograr el verdadero cambio hacia lo positivo. Prevalece el matoneo y el miedo. Miedo a perder la seguridad, los bienes o la vida; miedo a la humillación, miedo a ver manchada la reputación; y en menor grado, miedo a ofender a los demás. Somos prisioneros de la doble moral,

Cierro con la reflexión de la filósofa española, Victoria Camps Cervera (1941)

¿Por qué es tan difícil que la ley moral dirija efectivamente nuestras vidas? ¿Por qué, entre las numerosas razones que condicionan la conducta, las razones éticas cuentan tan poco? Hay una respuesta sencilla y rápida a estas preguntas y es la siguiente: no basta conocer el bien, hay que desearlo; no basta conocer el mal, hay que despreciarlo. Si la respuesta no es equivocada, de ella se deduce que el deseo y el desprecio, el gusto y el disgusto son tan esenciales para la formación de la personalidad moral como lo es la destreza en el razonamiento.

 

Gloria Chávez Vásquez es escritora, periodista y educadora residente en Estados Unidos.

 

One Comment

  1. Hugo Hernán Aparicio

    Me colma de orgullo leer de una colombiana, de una nativa del Quindío, un texto de contundencia excepcional. Los ejemplos de inconsecuencia, de incoherencia entre discurso y acciones, se encuentran a diario por miles en todas las coordenadas del globo, pero los traídos a cuento por Gloria en esta ocasión, son bien escogidos para dar idea clara y precisa de su razonamiento. En el espinoso campo de los derechos humanos, por ejemplo, hay que ver la postura cínica de la izquierda internacional, haciendo exclusivamente suya la causa, mientras gobiernos, grupos armados ilegales, terroristas, afines a su ideario de odio y destrucción, los pisotean a diario sin mínima vergüenza. Gracias por este tremendo texto, Gloria.

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