Por Pedro Cornelio von Eyken.
La intención de este breve artículo es analizar la evolución de la deuda externa contraída por Cuba con la Argentina a partir de 1973, que actualizada asciende aproximadamente a 2.700 millones de dólares (aunque esa cifra se discute) y permanece impaga. Una circunstancia reiterada respecto de la deuda externa de la isla con diferentes países es que su disposición a honrarlas, así como la disposición de varios acreedores a exigir su pago, no obedece sólo a razones financieras. Desde 1959 es difícil despolitizar las acciones de Cuba en el ámbito internacional. Todo o casi todo en la isla pasa por el tamiz de la política antes que por el de la economía, sin importar si erosiona su credibilidad o la situación financiera de sus acreedores, que no es igual en todos los casos.
En un artículo de 2019, al cumplirse los 60 años de Revolución Cubana, el prestigioso economista cubano americano Carmelo Mesa Lago recordaba que “sin duda alguna, uno de los peores indicadores económicos cubanos durante el período 1958-2017 es la deuda externa. A pesar de lograr importantes condonaciones con acreedores extranjeros (…) la deuda externa de Cuba se ha incrementado hasta 190 veces en los últimos 59 años”. [1] Más adelante señala este autor que otros países condonaron con generosidad buena parte de la deuda cubana: “en los últimos años el gobierno ha logrado concesiones notables para reducir su deuda externa, en concreto se ha condonado el 90% de la deuda con Rusia, el 47% con China, el 70% con México y el 80% con los bancos japoneses. En 2015, La Habana firmó un acuerdo con 14 de los 20 países miembros del Club de París para renegociar la deuda acumulada desde 1986 y que ascendía a 11.100 millones de dólares”. En el mismo artículo, menos mal, el autor menciona mi país: “Con relación a Argentina, la deuda se encuentra pendiente por valor de 2.400 millones de dólares, que con los intereses y penalidades podría oscilar ahora entre 8.000 y 11.000 millones”. [2] En realidad, la cifra de US$ 2.400 millones era muy aproximada a la de 2009 y las dos finales difieren según los autores. Pero sí, la deuda externa cubana con Argentina se encuentra impaga hace 47 años.
En febrero de 1974, durante el tercer gobierno constitucional del General Juan Domingo Perón en la Argentina, se impulsó una movida comercial y política de fuste al dirigir el esfuerzo exportador argentino a los países socialistas. En mayo de ese año, el ministro de economía José Ber Gelbard, antiguo cuadro del Partido Comunista Argentino con buenos vínculos con Moscú, visitó la URSS, Checoslovaquia y Hungría. En la capital soviética fue recibido por Leonid Brezhnev. Pero meses antes de llegar a Europa Oriental el ministro Gelbard llegó a La Habana acompañado de una delegación de doscientas personas. El crédito había sido gestionado a mediados de 1973 y se materializaba con esa misión comercial. Recuerda el economista Ramón Frediani que el gobierno peronista de izquierda que precedió a Perón en 1973 “quería diversificar la lista de los países a los que la Argentina exportaba, para salir de la dependencia con nuestros clientes tradicionales, y por igual criterio también en 1973 y 1974 se promovieron exportaciones financiadas a otros países comunistas”. [3]
El General Perón, durante su primer mandato (1946-1952), había establecido las relaciones diplomáticas con Moscú. A partir de 1947 designó a los dos primeros embajadores argentinos en la URSS, Federico Cantoni y Leopoldo Bravo.[4] Según se lee en el libro De Chapultepec al Beagle del diplomático e intelectual argentino Juan Archibaldo Lanús, Argentina le otorgó a Cuba un crédito inicial de doscientos millones de dólares en bienes de capital, que luego se ampliaría a mil doscientos millones. El autor señalaba en 1984 que esa cifra “equivalía a unos seis mil millones de dólares de la actualidad” y que “era el mayor crédito otorgado por la Argentina a país alguno hasta ese momento”.[5] Entre los empresarios que acompañaron a Gelbard a La Habana había representantes de Ford, General Motors, Fiat y Chrysler.[6] Cuba había solicitado pedidos de cotización por mil quinientos automóviles a la General Motors, lo que colocaba en apuros a las autoridades estadounidenses que debían aplicar las disposiciones del embargo a Cuba dispuesto por Kennedy en febrero de 1962, pero luego cedieron. En alguna medida Argentina rompía el embargo norteamericano contra Cuba aunque ya se había diferenciado, en el plano político, de la mayoría de los países latinoamericanos: luego de hacerlo Salvador Allende en Chile en 1970, el presidente peronista Héctor Cámpora, electo en marzo de 1973, fue el segundo de la región en restablecer relaciones diplomáticas con La Habana después de 1962. Cámpora invitó al presidente cubano Osvaldo Dorticós Torrado a la ceremonia de su asunción presidencial el 25 de mayo de 1973, a la que también asistió Allende. [7]
Además del aporte de Lanús, cuyo libro analiza la política exterior argentina de 1945 a 1980, varios artículos se refieren a este crédito nunca devuelto por Cuba. Uno de ellos es el citado Frediani, para quien ese crédito otorgado a través del Banco Central de la República Argentina ascendería en la actualidad [2019] a una cifra multimillonaria. [8] El préstamo fue por 1.278 millones de dólares, pagaderos a seis años, al 6 % anual. Entre los bienes de capital se incluían automóviles, camiones, tractores y maquinaria agrícola diversa. Según Frediani, “si le agregamos sólo los intereses compensatorios devengados a la tasa originalmente pactada del 6% anual durante estos 46 años, a interés simple y no compuesto (sin anatocismo) la deuda del capital e intereses asciende hoy a US$ 4.805 millones y sin tomar en cuenta los intereses moratorios y punitorios que correspondería aplicar, lo que duplicaría fácilmente ese monto’”. Otras fuentes han calculado la actualización del crédito al tiempo presente con cifras diversas e incluso más elevadas que la de Frediani. Lo cierto es que cuando me desempeñaba como jefe de la sección económica y comercial de la embajada argentina en Cuba se hacía una conciliación bancaria periódica entre el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) de Argentina y el Banco Nacional de Cuba, de la que se enviaba copia por fax a la embajada. Recuerdo haber leído, entre 2006 y 2009, cifras que superaban los 2.400 millones de dólares. Hoy los cálculos razonables actualizan esa cifra en 2.700 millones, el 6 % de la deuda argentina con el FMI.
Como recuerda Frediani, Cuba había declarado el default de su deuda externa cuando colapsó la URSS y ésta dejó de enviar los 3.000 millones de dólares de subsidio para que la isla siguiera funcionando. Desde entonces, Argentina hizo varios intentos fallidos para cobrar la deuda, incluidas varias propuestas de capitalizar la deuda a cambio de inversiones argentinas en la isla. Hasta el presente nada ha dado resultado. Sólo el presidente Raúl Alfonsín, que también extendió líneas de crédito a Cuba, cobró algo del dinero adeudado: durante su mandato la isla abonó 102 millones de dólares en 1988 y 98,6 millones al año siguiente. En 2007 acompañé una vez al embajador argentino Darío Alessandro a una reunión con un importante funcionario cubano, que no voy a mencionar, a fin de analizar una de esas propuestas. Pero Alessandro dejó La Habana a fines de 2007 y nunca más tuve novedades.
Como recuerda Frediani, el turismo, la hotelería, la alimentación y el sector petrolero serían algunas de las actividades económicas con mayores posibilidades para nuestro país. En 2008, cuando me hallaba en La Habana, si descontamos a Rusia el primer acreedor de la isla era Japón, al que se le debían 1800 millones de dólares de deuda pública y otros 1000 millones de deuda privada. Como dije anteriormente, Japón renunció a buena parte de la deuda cubana. Fue en septiembre de 2016, cuando la nación asiática condonó 996 millones de dólares en el marco de un acuerdo con el Club de París que estaban pendientes de reclamos por atrasos. Restaban pagar 498 millones de dólares de capital e intereses. Ese acuerdo se firmó cuatro días antes de la llegada del primer ministro nipón Shinzo Abe a La Habana.
Podría llamar la atención, más que en el caso de Raúl Alfonsín, que el último gobierno militar argentino confiara en la capacidad de pago de Cuba, ya que le concedió nuevas líneas de crédito a pesar de la deuda anterior impaga. Entre 1976 y 1983, los militares no cobraron pero tuvieron dos compensaciones políticas importantes: la primera fue la complicidad de Buenos Aires con La Habana ante la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra para acallar mutuamente las denuncias por violaciones a los derechos humanos. En 2005 el Centro para la Apertura y el Desarrollo para América latina (CADAL) hizo llegar al canciller argentino Rafael Bielsa una solicitud para investigar las relaciones de Fidel Castro con la dictadura militar argentina porque había constancias de que ambos gobiernos se asistieron mutuamente. En una investigación académica realizada por la neozelandesa Kezia McKeague en 2006, que incluye testimonios de diplomáticos argentinos involucrados, se documenta esa complicidad del régimen de Fidel Castro con la dictadura argentina. [9]
La otra compensación no financiera, en las postrimerías del gobierno militar, fue el apoyo de Fidel Castro y del Movimiento de Países no Alineados a la Argentina en 1982 durante el conflicto con el Reino Unido por las Islas Malvinas. El historiador Alberto Consuegra Sanfiel lo describe de este modo en un artículo reciente: “pocas imágenes han suscitado tanto revuelo en la izquierda argentina –y no solo-, como la foto que publicó el diario Clarín en su portada del 4 de junio de 1982. En ella aparecieron reunidos, de manera afable y descontracturada, como los ‘buenos amigos’ que no eran, el Canciller argentino Nicanor Costa Méndez, representante de una de las dictaduras más cruentas que conoció la región latinoamericana, y Fidel Castro, el máximo referente de la izquierda latinoamericana de aquel momento. La causa que los había llevado hasta allí, a posar casi al descuido para una lente oficial, eran los esfuerzos que desde hacía meses venía encabezando el gobierno de Cuba, como presidente pro tempore del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), con el fin de apoyar a Argentina en la causa por las islas Malvinas frente a Inglaterra y, además, jugar una carta fuerte en el escenario latinoamericano de la Guerra Fría ratificando, una vez más, el rol de Cuba en el tablero internacional”. [10] Sobre estas dos “compensaciones”, recordemos lo que expresé al inicio de este artículo sobre la primacía de la política sobre la economía y las finanzas cuando se trata de Cuba.
Volvamos a la isla en los ámbitos interno y externo, desde la Misión Gelbard de 1974 hasta la caída de la URSS a fines de 1991. En el ámbito doméstico, el citado Mesa Lago investigó sobre lo que denomina los ocho ciclos económicos transcurridos entre 1959 y 2009. Ese autor da cuenta que el mejor ciclo fue el transcurrido entre 1971 y 1985. En mi tesis doctoral sobre los 50 años de Revolución Cubana cito con frecuencia a Mesa Lago: “a partir de 1971, después del fracaso de plan azucarero, la conducción del país optó por un leve movimiento hacia el mercado y será el primer ciclo con esa impronta, cercano al pragmatismo (…) En esta etapa, la mejor de la Revolución, la dinámica interna muestra los logros y fracasos económicos de la etapa anterior, procurando rectificaciones (…) La dinámica externa se caracteriza por una mayor dependencia de la URSS y una coyuntura económica favorable, determinada por el alto precio del azúcar (…) El período 1971-1985 será el período más largo y hasta las estadísticas, según Mesa Lago, demostraron una mejoría importante. El embargo norteamericano, iniciado en 1962, provocaba daños al sistema pero continuaban siendo suficientemente compensados por la cuantiosa ayuda soviética (…) Durante este ciclo, en 1978, se había logrado la segunda mayor zafra de la historia de Cuba, 7,3 millones de toneladas. La primera se obtuvo antes de la Revolución, en 1952, con más de 7,5 millones de toneladas (…) Con la ayuda de la URSS y otros países socialistas, se expandió la producción y la exportación de níquel; la URSS transfirió a Cuba el valor en divisas del petróleo comprometido pero no utilizado; se restableció el turismo como una fuente de divisas; y se expandió la producción de cítricos, pescados y mariscos para la exportación (…) También fue una etapa de mayor crecimiento, ya que se obtuvo la mayor tasa bajo la Revolución, especialmente en el período 1971-1975, en buena medida por los precios del azúcar (…) Se sobrepasaron los niveles productivos en el sector no azucarero”. [11] Dicho de otra manera, si bien se contaba con la fuerte asistencia soviética, parece que entre 1971 y 1985 la situación económica cubana no era tan delicada como para no haber iniciado aunque sea pagos exiguos de la deuda contraída con Argentina.
Pero también había una dimensión externa. Ese ciclo económico coincide parcialmente con la intervención de tropas cubanas en la guerra de independencia de Angola, que se extendió, con interrupciones, desde 1975 hasta 1991. El involucramiento cubano en una guerra extrarregional, denominada Operación Carlota, fue la más extensa pero no la única aventura bélica de Cuba en Africa y obedeció a una decisión de Fidel Castro. Aunque se contaba con armamento y asistencia económica soviéticos, la participación en el conflicto durante dieciséis años condujo al envío de miles de soldados cubanos. Según se ufanó Fidel Castro ante Ignacio Ramonet, “en Angola cumplieron misión en 15 años más de 300.000 combatientes y cerca de 50.000 colaboradores civiles cubanos. «Fue –relató Castro– una extraordinaria hazaña de nuestro pueblo, muy especialmente de la juventud. A África llegaron los combatientes cubanos con la fuerza multiplicada de la Revolución, a defender a un pueblo agredido por los mismos enemigos. Allí cayeron 2.077 compatriotas»”. [12] Aunque buena parte de las decenas de millones de dólares que costó la Operación Carlota haya sido asumido por la URSS, el sacrificio resultó lucrativo para Cuba. Según un informe de 1989 del general español Francisco de los Riscos Murciano, “Fidel Castro pasaría la factura a Angola por los servicios prestados: el Gobierno tuvo que iniciar el pago de 600 cuanzas por cada soldado cubano y 900 por asesor u oficial mensualmente (en 1.985 una cuanza equivalía a 1 dólar).”[13]
De regreso a nuestro deudor, desde Carlos Menem hasta hoy ningún presidente argentino llegó a cobrar un dólar de Cuba. En 2003 el citado canciller argentino Bielsa visitó La Habana y se reunió con el presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón, quien le propuso una fuerte quita y una reestructuración a largo plazo. Según relatos no confirmados, cuando Bielsa regresó a Buenos Aires y le mostró la propuesta cubana al ministro de economía Roberto Lavagna, éste no le prestó atención.
En este momento deberían evitarse fracasos anteriores y arribar a una oferta flexible que contemple exportaciones e inversiones argentinas en la isla. Las gestiones deben ser delicadas, entre otros motivos, por la estrecha relación que se ha generado entre la vicepresidenta argentina y las autoridades cubanas desde su primera visita a Cuba como presidenta en enero de 2009, cuando yo me encontraba en La Habana. Durante esa visita, llamativamente, ninguno de los once acuerdos suscriptos el 20 de enero de 2009 mencionó la deuda cubana.
¿Es esa deuda un problema ideológico? Como hemos visto, los cubanos defienden sus intereses como pueden. ¿Lo haremos los argentinos con Cuba mientras nos agobia una inmensa deuda externa cuyos próximos vencimientos con el Club de París y el FMI comprometen seriamente nuestras finanzas? ¿Llegaremos a algún resultado concreto, ya sea con una reestructuración razonable o con alternativas realistas y plausibles de capitalización, como lo han hecho otros países? Nuestra historia bilateral es rica en gestos recíprocos de buena voluntad. Quienes se guían más por preceptos ideológicos deberían recordar que el único Comandante de la Revolución Cubana nacido en el exterior, cuyo rostro aparece en contorno de acero en la Plaza de la Revolución, es el argentino Ernesto Che Guevara, a quien los pioneros de la escuela primaria de Cuba se comprometen a imitar cada mañana. Pero si preferimos las “efectividades conducentes”, como decía nuestro presidente Hipólito Yrigoyen hace más de 100 años, debemos dejar de lado la teoría para abocarnos a los problemas con sentido práctico. Los que somos o fuimos, además, funcionarios públicos, tenemos deberes que nos obligan a una mayor responsabilidad.
[1] MESA LAGO, Carmelo (2019), La economía cubana en el 60 aniversario de la Revolución, Anuario Internacional del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB),
[2] MESA LAGO, Ibidem.
[3] FREDIANI, Ramón, La deuda de Cuba con Argentina: US$ 4.805 M, diario El Economista, 6 de mayo de 2019.
[4] Bravo fue el último argentino en ver con vida a José Stalin, el 7 de febrero de 1953. El nuevo embajador había solicitado un encuentro “del máximo nivel en Moscú” pero no imaginó que lo citaría el propio Stalin. El líder soviético convocó a Bravo a una reunión memorable y moriría 21 días después. Leopoldo Bravo fue, como Federico Cantoni, un dirigente político de la provincia de San Juan. Entre 1976 y 1981, Bravo fue designado nuevamente embajador en la URSS durante el gobierno militar del general Jorge Rafael Videla.
[5] LANUS, Juan Archibaldo (1984), De Chapultepec al Beagle, Buenos Aires, Emecé editores.
[6] Treinta años después, entre 2006 y 2009, recuerdo haber visto rodar por las calles de La Habana, algunos automóviles Ford Falcon y Chevy argentinos. Según se me informó, muchos de ellos fueron utilizados como taxis.
[7] Perón nunca fue de izquierda aunque se valió de ella en sus tácticas para regresar al poder durante la última etapa de su exilio. Pero eliminó drásticamente la deriva izquierdista de su predecesor Cámpora al asumir su tercera presidencia, el 12 de octubre de 1973. Sin embargo mantuvo el crédito acordado a Cuba e impulsó la misión.
[8] FREDIANI, Ramón, op. cit.
[9] MCKEAGUE, Kezia (2006) Unusual Alliance: Cuban-Argentine Relations in Geneva, 1976-1983. CADAL – DOCUMENTOS, Year IV, Number 50, March 10th, 2006
[10] CONSUEGRA SANFIEL, Alberto, Cuba y la dictadura argentina en tiempos de Malvinas, diario PERFIL, 2 de abril de 2021.
[11] EYKEN, Pedro Cornelio von (2021) Tesis doctoral: La Revolución Cubana 50 años después. Impacto de los factores externos e internos la situación económica y social de Cuba en 2009, Universidad Católica Argentina, Facultad de ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación, pp. 121-122 / MESA LAGO, Carmelo (2012), Cuba en la era de Raúl Castro, Madrid, Editorial Colibrí, pp. 33-34.
[12] RAMONET, Ignacio (2006), Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, p. 377.
[13] MURCIANO, Francisco de los Riscos (1989), Angola, un escalón en la estrategia cubano-soviética en Africa, Ministerio de Defensa de España, Boletín de Información Nº 213, enero-febrero 1989, pp. 8-27, Fundación DIALNET, Universidad de La Rioja.
Pedro Cornelio von Eyken es Doctor en Ciencias Políticas. Ex diplomático argentino.
Pingback: La deuda externa cubana de casi cuatro décadas con Argentina – – Zoé Valdés
Pingback: La Cuba de Díaz Canel; el caliente julio del 2021 | Cuba Nuestra: Ùltimas noticias