Cultura/Educación

I Domingo de Cuaresma

Por Antonio Marrero.

La Cuaresma son cuarenta días como preparación para la Pascua. Tiempo de gracia, donde se nos invita a meditar y contemplar los misterios de nuestra redención, a partir de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, llamado el Cristo. Hay que destacar el significado bíblico del número cuarenta, este número tiene también valor simbólico. Representa el “cambio”, de un período a otro, los años de una generación. El diluvio dura 40 días y 40 noches, es el cambio hacia una nueva humanidad. Los israelitas están 40 años en el desierto, es el cambio de una generación infiel por otra nueva. Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí, y Elías peregrina otros 40 días hasta allí, para ambos al llegar ver que sus vidas cambiarán. Jesús ayunará 40 días, cambio de su vida privada u oculta a su vida pública.

Como es costumbre en la liturgia latina, el primer domingo de Cuaresma se nos presenta el texto evangélico llamado de las Tentaciones de Jesús, en este ciclo litúrgico C, correspondiente al evangelio de San Lucas. (Lc. 4, 1-13)

En la mente de muchos creyentes y de otros que no lo son, ha estado siempre una pregunta: ¿porque Dios, que es Bueno, permite el mal? Sin lugar a duda es un misterio que bien merece ser desvelado, aunque nuestro intelecto humano que es limitado tal vez no tenga la capacidad de poder entenderlo. Lo que si podemos y Dios nos ha dado la capacidad de vencer eso que llamamos mal, Jesús nos ofrece las herramientas necesarias para salir victoriosos de esta lucha contante que no es otra cosa que la Batalla Espiritual que vamos librando cada día. San Pablo en su carta a la Iglesia de Éfeso nos dice: “porque nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra principados, contra gobernantes, contra poseedores de este mundo de tinieblas y contra los espíritus malignos que están bajo los cielos.” (Ef. 6, 12)

Las tentaciones que el satán le hace a Jesús, según los evangelistas, son tres, pero en ellas se resumen todas las tentaciones a las que el género humano está expuesto cada día.  Dice San Lucas que en aquellos cuarenta días de Jesús en el desierto estuvo sin comer, y al final tuvo hambre; el tentador espera el momento adecuado para acercarse, es su momento, cuando estamos mas débiles, mas vulnerables.  El dialogo esta totalmente centrado en la Palabra de Dios, la Escritura Sagrada, y este dialogo termina con el mismo desafío con el que el satán lo comienza: “Si eres Hijo de Dios…”   manda que estas piedras se conviertan en pan… te daré poder y gloria… tírate de aquí abajo… En la dos primeras Jesús usa la misma fórmula: “escrito esta” el hombre no solo vive de pan, no es solo es estómago, tal vez uno de los signos de la decadencia del mundo moderno esta en la imagen de nuestras barrigas. El ser humano es mucho más, la adoración perfecta al creador comienza por el intelecto, adorarlo con toda nuestra mente, pensamiento, y en el sentido bíblico pensar es existir, desde su eternidad Dios nos pensó y luego nos creó, lo que nos hace criaturas superiores, antes de que todo lo creado existiera ya Dios nos había pensado, luego entonces ya existíamos, podemos decir con exactitud que somos eternos, pero para saberlo y no olvidarlo jamás,  tenemos que alimentarnos de toda Palabra que sale de la boca de Dios.

“Al Señor tu Dios adoraras y solo a El darás culto” el gran pecado de la humanidad según la Biblia es la idolatría, hay que destacar que en el sentido bíblico idolatría no es otra cosa que esclavitud, el idolatra entrega libremente su libertad, se hace esclavo del ídolo o los ídolos, entiéndase todo aquello que ocupa el lugar de Dios en nuestra vida. Dios nos dio el libre albedrío, usted tiene la libertad, incluso para creerle a El o no, seguir o no, entonces una mala elección nuestra, nos puede hacer caer bajo el yugo totalitario de los dioses falsos de este mundo, que son los bienes temporales, a los cuales Jesús identifica con el dinero, parafraseando a Quevedo: “poderoso caballero es don dinero”. Pero la realidad es los que Jesús nos dice: No se puede amar y servir a dos señores al mismo tiempo”, terminaremos adorando a uno y despreciando al otro. El intelecto nos lleva a conocer la verdad y la verdad según Jesús nos lleva a la libertad.

“Este mandado no tentarás al Señor tu Dios” Este mandato se desprende del segundo mandamiento del decálogo hebreo: “No tomarás el Nombre del Santo en vano” o sea no banalizar el nombre de Dios, los judíos nunca pronuncian el Nombre de Dios por respeto. Tentar a Dios es ponerlo a prueba, es dudar y desconfiar de Él, lo que en el cristianismo llamamos Fe, se equipara a la emuna hebrea que significa confianza y fidelidad. Ser fiel a Aquel que lo es íntegramente conmigo, y ciertamente el que confía es fiel. Ya a sus coterráneos en el siglo I Jesús les decía: “Esta generación perversa y adultera exige señal… (Mt. 12, 39) El sabía que le seguían porque les había dado de comer y por los milagros, la gran tentación del mundo de hoy es precisamente vivir una religiosidad centrada en lo milagrero, es quedarse en la periferia de lo que es en verdad lo Sagrado, la fe en el Único Dios no es religión, es estilo de vida, una vida centrada en el desarrollo humano, en la realización de la persona en todas sus potencialidades, es gustar y disfrutar de la libertad de los hijos de Dios.

El satán centra sus tentaciones en una afirmación que solo los que separan, dividen, seres oscuros ponen en duda: Ser hijos de Dios, aquí radica nuestra grandeza y la envidia de los ángeles caídos. Si, somos hijos de dios, y lo que el tentador jamás nos perdona, es que el que está sentado a la derecha del Padre Dios, no es un ángel, sino un hombre, un hombre que como nos dice San Pablo: ha compartido en toda nuestra naturaleza, menos en el pecado, aquel que nos amó y se entregó por nosotros. Para Israel como pueblo es importante la profesión de fe y en la primera lectura de este domingo, Moisés en el libro del Deuteronomio (26, 4-10) invita a través del signo de la ofrenda ritual, a no olvidar quienes son y de donde vienen, no olvidar que fueron esclavos en Egipto, y como Dios los sacó hacia la libertad con grandes signos y portentos, los frutos del suelo ofrecido a Dios son la acción de gracias por la tierra que les ha sido dada. Descendientes de un arameo errante, ahora conforman un pueblo elegido y llamado pueblo de Dios, hijos de Dios. En la Escritura Sagrada la memoria histórica es parte de su profesión de fe, un pueblo que olvida es un pueblo desarraigado y está condenado a su propia aniquilación. El mayor dolor para los hombres de bien a lo largo de la historia ha sido el destierro, desterrar es arrancarte de tu tierra, como se arranca una planta y se tira, va muriendo por el calor del sol y porque le falta la savia de su vida, su tierra. La tierra es la casa que Dios creó para sus hijos, amarla y defenderla es las primicias que podemos ofrecer a Dios, es corresponder con el amor que Él nos tiene. Como hijos en el Hijo Jesús, podemos recordar y grabar en nuestra memoria a fin de no olvidar lo que el mismo Dios nos dice en el versículo 15 y 16 del Salmo 91: “El me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo fortaleceré; lo saciaré de larga vida y le haré ver mi salvación.”

Antonio Marrero, es teólogo y biblista.

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