Por Denis Fortun.
hubo una vez la charca
—historias de ranas que no vale la pena te cuente—
y hoy es caminito enquistado de guizazos
pero hubo antes un arroyo de márgenes estrechas
—de esos que complacen—
que fue agua mansa
—esa que Dios ha de librarnos—
y el arroyo se hartó de elementos y en su estreno de corrientes y mal tiempo se hizo río
turbio
—en un inicio de caudal minúsculo—
y pronto quedó claro y enorme
y era mucho más que charca arroyo y río
y mudó a riesgo de su propia suerte
y fue a besar a un golfo propenso a sofocarnos
hubo una vez el golfo —azul de Olokun— donde flotaban absurdos y mesías nadando
bocarriba
—por eso de tener al sol como bitácora y promesa—
y se dice hubo un buen signo en medio de los cambios que participaban todas esas aguas y los hombres —hoy sin evidencias que fue bueno pues sólo queda fango—
y juran los incautos más entusiasmados que el golfo se propuso cautivar al río
y le ofreció un solemne sacrificio al dios que protege los senos pequeños y las caderas
anchas
y hubo de todo
incluyendo maniobras
en tanto el mundo continuaba arrastrando lo pendiente en el diluvio
hubo una vez —a secas una— que aconteció el hechizo en medio de promesas y aros
y el intento más allá del agua trascendió en sinopsis
hubo también que de haber tanto y no notarlo
vino a suceder la sequía y apareció para quedarse la arena alba y su sordina
feudo árido
donde ahora se envuelve el recuerdo a una duda
y antes hubo nada más que charca
Denis Fortun es poeta y escritor.
Imagen: MOSI para Pixabay.