Tensión en Ferraz y amor en Valencia (así salió del armario el antiprogresismo popular español)
Un año después de iniciarse las protestas ante la sede del PSOE, la derecha no domesticada vive su momento de mayor conexión con España.
Muchos compatriotas consideran anecdóticas las protestas populares en la calle Ferraz, una especie de carnaval de la derecha madrileña en sintonía con las sátiras de Luis García Berlanga. Se trata de un enorme error de análisis: aunque no registren afluencias masivas, y aunque estén distorsionadas por las performances de grupúsculos como Núcleo Nacional, hablamos de un movimiento que ha espabilado a las fuerzas sociales y patriotas, al pueblo llano, sacándonos del letargo en el que estábamos sumidos desde la ominosa década de los ochenta, el punto de mayor derrota posible. Mi impresión es que serán recordadas como un punto de inflexión histórico.
Iniciadas en noviembre de 2023, al calor de la crispación por las cesiones al separatismo, las manifestaciones comenzaron sembrando incertidumbre, redoblaron su vigor con el lanzamiento de gases lacrimógenos por la policía y terminaron alcanzando lo que parecía imposible: por primera vez desde los años treinta, la derecha de la capital de España miró las fuerzas de seguridad como al enemigo (mucho más después de las detenciones indiscriminadas a asistentes).
Quizá el mejor momento fue su giro verbenero, con la aparición de muñecas hinchables y el manteo del pelele que representaba al presidente Pedro Sánchez. Parece algo frívolo, pero no lo es en absoluto. El ambiente festivo fue esencial para que decenas de personas que solo se habían tratado en redes sociales se pudiesen encontrar cara a cara, logrando que el vínculo virtual se transformase en personal.
Otro factor clave fue la comparación con las manifestaciones contra la amnistía convocadas por el Partido Popular: en Ferraz no se admitían banderas de la Unión Europea porque todos los asistentes ponían a España por encima de la Constitución y del Régimen del 78. Los rezos en una iglesia cercana se convirtieron en algo político por el empeño del Gobierno en reprimirlos. Por debajo de todo esto, sin prisa, pero sin pausa, se cocía un cambio de mentalidad en la derecha española y en todos los ciudadanos que rechazan el elitismo progresista, el disfuncional sistema autonómico y el divismo político de Sánchez.
Sin el trabajo de Ferraz, no hubiese sido posible Valencia. Debemos atender a una coincidencia reveladora: la misma persona que aportó el lema Noviembre Nacional, el legendario Españabola, magistral agitador de la comunicación digital, fue uno de los coordinadores de la hazaña épica de gestionar 2000 toneladas de ayuda para los afectados por las riadas. Todo coordinado desde un polígono de Arganda del Rey (Madrid) y demostrando que la solidaridad se multiplica.
La energía inicial que puso Revuelta, organización cercana, pero no dependiente de Vox, terminó implicando a muchos agentes, desde el cercano restaurante Los Geranios (que ofrecía comida gratis a los voluntarios) hasta estrellas mediáticas de la talla de Ibai, Lola Índigo y RoRo, que se acercaron para hacer sus aportaciones (y que manejaron de manera brillante los intentos de estigmatización desde la izquierda). En dos intensas semanas, sin que nadie lo esperase, lograron una transversalidad sin precedentes en la última década. Simplemente poniéndose a sudar, algo que es raro ver en un político profesional…