Por Juan Abreu.
He leído el libro de Douglas Murray sobre el suicidio de Europa y, amén de provocarme una profunda tristeza, ha cambiado mi forma de ver Europa. Ahora, cuando salgo a la calle, me parece estar en medio de un inmenso cementerio. No en el sentido convencional, no veo millones de tumbas cubriendo los paisajes de Europa; me refiero al camposanto de la otrora invencible cultura europea. El libro de Douglas, La extraña muerte de Europa (Identidad, Inmigración, Islam) narra con precisión y profusión de datos, el proceso de rendición y entrega de los ciudadanos de todo un continente y de una cultura milenaria, a tres conceptos letales para su supervivencia, y por consecuencia, para la supervivencia de Europa misma.
Estos “conceptos” (o más bien bombas de profundidad sicológicas) son “respeto”, “tolerancia” y “diversidad”. Estos conceptos, abrazados por los ciudadanos europeos a manera de religión moral y de escudo con el que justificar su cobardía, actúan como un virus que ha carcomido la identidad y la cultura europea de tal forma, que ya no tiene salvación. Europa está condenada. Sólo falta que trascurran algunas décadas para el derrumbe final. No será apocalíptico, porque los europeos no muestran ninguna intención de defenderse del virus que amenaza con destruir su hogar: el virus de la inmigración. Una inmigración descontrolada que ha sido propiciada por los políticos europeos de la manera más frívola e irresponsable durante casi medio siglo.
Como bien dice Murray: “Cuando afirmo que Europa se halla a punto de suicidarse no quiero decir que la carga de las de las regulaciones de la Unión Europea se haya convertido en algo imperioso, o que la Convención Europea de derechos Humanos no haya hecho lo suficiente para satisfacer las demandas de una comunidad en particular. Lo que quiero decir es que la civilización que conocemos como Europa se encuentra camino del suicidio, y que ni Inglaterra ni ningún otro país de la Europa occidental puede evitar ese destino; porque se diría que todos estamos sufriendo los mismos síntomas y las mismas enfermedades. Como resultado de todo ello, al final de la vida de la mayor parte de la gente que vive actualmente en Europa, esta ya no será Europa; y los pueblos europeos habrán perdido el único lugar del mundo al que pudiéramos llamar hogar”.
Cuánta razón tenía Samuel Huntington: “El multiculturalismo es, en su esencia, una civilización antieuropea. Constituye básicamente una ideología antioccidental”
Murray lo demuestra en su libro: ya no hay vuelta atrás. Dentro de cincuenta años Europa, y la cultura europea, habrán desaparecido en un mar de identidades extrañas y en el caso principal, el de la religión islámica, enemigas de los principios cristianos y laicos que nos trajeron la Ilustración y que fueron magma, razón y orgullo de los grandes logros sociales y culturales europeos. Es decir, de los grandes logros sociales y culturales de la Civilización Occidental.
Europa morirá víctima de una invasión pacífica, bienvenida y aupada por los políticos y por los ciudadanos europeos. Por eso es más apropiado hablar de un suicidio asistido por las fuerzas invasoras, que no tienen necesidad de guerrear para conquistar el nuevo territorio, basta con practicarle la eutanasia.
Europa se suicida. Lloremos por ella.
Juan Abreu es escritor y artista.