Por La Gaceta de la Iberosfera.
El portuense Enrique García-Máiquez nació al abrigo de su abuela materna, en la bella ciudad de Murcia, pero casi inmediatamente volvió, más bien fue devuelto, a la ciudad de su familia paterna El Puerto, en la que luego se casaría y formaría su hogar.
Estudió Derecho en la Universidad de Navarra entre 1987 y 1993. Fue ese un periodo de enorme fecundidad formativa en los planos intelectual, espiritual y humano a la sombra de maestros como don Álvaro d’Ors, el iusnaturalista Pedro Serna o el romanista Rafael Domingo, pues Pamplona y los estudios de Derecho pueden ser, y en nuestra opinión son, el contrapunto ideal y necesario para un joven poeta hecho a la dulzura de estas tierras y mares sureños. Cumplida la misión, y de regreso a la acogedora patria menor, comenzó su labor docente en el Instituto de Educación Secundaria Virgen del Carmen de Puerto Real, en la que pronto hará 25 años de continuado servicio. De su asendereada pero hermosa y necesaria actividad del profesor de Instituto sabemos bien los lectores más asiduos del columnista García-Máiquez, pues son muchos los artículos que dedica a contarnos sucesos y anécdotas, a veces con sabor a categoría, que tienen lugar en esas aulas y en el trato con los alumnos, verdadero gozo y continuo asombro para quien vive la docencia con ardor vocacional.
Pero desde mucho antes Enrique era poeta, un jovencísimo poeta que ya en 1996 había publicado sus dos primeros poemarios, Haz de luz y Ardua Mediocritas. A ellos siguió, bastantes años después, en 2004, Casa propia, un gran poemario, el primero de los suyos que yo alcancé a leer y que suscitó en mi un deseo pertinaz, nunca agotado hasta hoy, de seguir leyendo todo lo suyo que pudiera caer en mis manos. Afortunadamente para el firmante, pero también para tantos y tantos lectores, justamente ese año García-Máiquez comenzó su carrera como columnista en el grupo Joly, en el que pronto se convirtió en auténtico referente, tanto por la calidad extraordinaria de sus artículos como por la hondura con la que acierta a tratar todo asunto —cotidiano, familiar, social, cultural o político— que suscita su atención. Intelectual finísimo, de honda cultura, y al mismo tiempo hombre comprometido con su fe, con su patria y con la libertad, no es extraño que Enrique García-Máiquez se haya convertido en un articulista reclamado que atiende, sin bajar jamás el nivel de su exigente calidad, no menos de media docena de secciones fijas en otros tantos medios. Los más altos valores que pueden dar consistencia a la vida están siempre presentes en sus justamente afamadas columnas, en las que jamás se rehúye un tema o una batalla de los que la actualidad exige, pero como característica suya, tal vez tomada del aire, de la luz y de la sal de Cádiz, siempre con un punto de humor que si generalmente hace aflorar la sonrisa, no pocas nos lleva a la risa y hasta la carcajada.
Dejamos al poeta García-Máiquez en ese año 2004 en que publicó Casa propia, cuando ya había sido incluido en no menos de tres antologías poéticas. En 2006 publicó su cuarto poemario, Alguien distinto, en 2010 Con el tiempo, seguidos de Mal que bien (2019) e Inclinación de mi estrella (2022). De este mismo año es Verbigracia, una recopilación de su poesía completa hasta la fecha, publicada por La Veleta-Comares, la editorial que dirige Andrés Trapiello.
Se trata de una poesía, en opinión del crítico Armando Pego, de espléndido dominio técnico y refinadísima sensibilidad vital, asentada en una visión moral y estética «de un exquisito tradicionalismo». Sin embargo, su estilo, casi conceptista, posee un sesgo vanguardista que procede de su cultivo del aforismo, el haiku o la seguidilla. En cuanto a maestros o, al menos, principales ejemplos: Aquilino Duque, fundamental durante mucho tiempo, Andrés Trapiello, Carlos Pujol, Víctor Botas, Jon Juaristi, Francisco Bejarano o Miguel d’Ors…